Mientras enero se despereza, en Granada estamos tratando de discernir si, por una vez, nuestros gestores han apostado por una buena idea y han sabido (además) defenderla ante la ministra del ramo

. Y aunque haya quien todavía ande frotándose los ojos por aquello de verlo y no creerlo, a la novísima Ministra de Ciencia y Tecnología que vino de visita tal que anteayer, entre todos los políticos, capitaneados por el alcalde Paco Cuenca, le han vendido bien el proyecto liderado por la rectora Pilar Aranda para que seamos, por fin, sede de algo digno. De algo que no sean de las fiestas de despedida de soltero, el botellón o el fracaso perpetuado, tanto da. Me refiero a la candidatura, presentada por la Universidad de Granada (llevamos años escribiendo que la UGR es la clave del porvenir granadí), demandando ser la sede de la Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial y del Centro Nacional de Inteligencia Artificial que, traducido en datos, supondrían una inversión de más de veinte millones de euros de inicio, aparte de propiciar un modelo de desarrollo distinto, de urbe moderna, que nos levante de ese subsuelo que llevamos habitando desde la época de Boabdil.

Si en un futuro próximo se lograse, además, traer a Escúzar en un futuro el proyecto europeo del acelerador de partículas IFMIF-Dones, que implica 650 millones de euros más y tiene al apoyo de todas las instituciones después de tantos años de sistemático y pertinaz maltrato, sería la constatación de que los milagros existen y, quienes lo logren, quedarán para la Historia granadí con mayúsculas habiéndonos hecho un servicio impagable.

No obstante, yendo a lo inmediato, esa decisión de dónde de ubicar la agencia y el centro en esta ocasión no se atiene a la máxima habitual del largo me lo fiais, tan asentada en nuestro ideario colectivo donde todo es eternidad, desidia y olvido. Lo cual que, como está incluido en presupuestos, el ejecutivo de Pedro Sánchez, tiene que decidirlo en 2022; y, además, cumplimos apriorísticamente los requisitos exigidos, empezando porque nuestra prestigiosa Escuela de Informática está posicionada entre las 50 primeras del mundo o por otro prodigio al que no estamos acostumbrados: sin que sirva de precedente todas las instituciones (Ayuntamiento de Granada, Diputación Provincial, Junta de Andalucía y parece que el Ministerio de Ciencia) están de acuerdo, unidas y en sincronía. Y parece que sus mandamases están dispuestos a presionar en Madrid a quien corresponda (léase Nadia Calviño). Yo creo que a partir de ahora, las decisiones trascendentales hay que tomarlas a principios de enero, mientras la gente todavía está impregnada de la bondad efímera del espíritu navideño y no se ha metido aún el cuchillo entre los dientes antes de echarse al monte. Luego, por abril, ya en época preelectoral andaluza, volveremos a las andadas. Pero, mientras, la UGR encabeza una propuesta factible que beneficia a toda la ciudadanía y que la posiciona rotundamente como el motor fundamental granadino, no sólo económico, sino de diseño de una estrategia transformadora global. Máxime porque, lograrlo, supondría el punto de partida para exigir la mejora de las comunicaciones aprovechando las necesidades lógicas de la “Ciudad de la Inteligencia Artificial”. Inversión, ya se sabe, atrae más inversiones, la posibilidad de un futuro de progreso, una esperanza creíble para una ciudad que lleva demasiado tiempo mirando al pasado.

A %d blogueros les gusta esto: