Como filólogo, siempre me he interesado por los fenómenos sociales de las lenguas. De hecho, suelo anotar en una carpeta de borradores para este blog aquellas situaciones lingüísticas que me llaman la atención, pero esta entrada surge por la que Antonio Muñoz Molina incluyó hace unos días en su web (Infecciones verbales) y por los comentarios que sus lectores fuimos aportando. Han sido el detonante que me ha llevado a sistematizar mis notas.

        Que una lengua recibe influencias léxicas de otras lenguas con las que entra en contacto es una evidencia indiscutible. Ochocientos años de convivencia entre musulmanes y cristianos dejaron una amplia carga léxica en el vocabulario del titubeante castellano medieval. Rafael Lapesa asegura en su Historia de la Lengua Española (Madrid, Gredos, octava edición refundida y muy aumentada, 1980) que el vocabulario andalusí aportó a nuestro idioma más de cuatro mil palabras, pero no se pueden soslayar las aportaciones de los pueblos germánicos, del italiano, el francés, el inglés, los americanismos…, siempre ligadas a  hechos históricos (invasiones, influencia del Imperio en Europa, las influencias culturales de la Italia renacentista o de la Francia de las luces, la colonización americana…).

        El neologismo no es sino un mecanismo de enriquecimiento léxico de un idioma. El problema es que los neologismos se incorporen de forma masiva y, sobre todo, invasiva. El criterio establecido recomienda no usar un neologismo importado cuando nuestro venerable castellano disponga de la palabra propia: no hay por qué usar tupperware, pues nuestra lengua dispone del sinónimo “tartera”, lleno de resonancias vitales.

        Además, el hablante tiende a asumir como novedosas e imprescindibles una serie de fórmulas que con frecuencia no tienen mucho sentido. Partiendo de mis notas y de lo leído en el mencionado artículo de Muñoz Molina, pretendo exponer varios neologismos invasivos que podríamos desechar fácilmente sólo con una actitud favorable a preservar nuestra cervantina lengua, sin que esto pretenda ser un manifiesto purista (a fin de cuentas, los hablantes son los únicos dueños y señores de su idioma).

Empezaré por varias expresiones que se han incorporado muy recientemente:

 Lo siguiente

Creo que se trata de una de las últimas incorporaciones. Indica un escalón más en una supuesta gradación adjetival:

El libro X no es bueno, sino lo siguiente.

Trata de incrementar el sentido del adjetivo remitiendo a otro mucho más intenso, que en este ejemplo podría ser magnífico, extraordinario, insuperable…

Postureo

Wikilengua define así esta palabra, no recogida aún en el DRAE:

El término postureo es un neologismo acuñado recientemente y usado especialmente en el contexto de la redes sociales y las nuevas tecnologías, para expresar formas de comportamiento y de pose, más por imagen o por las apariencias que por una verdadera motivación. No tiene todavía registro en los diccionarios.

En estas fechas de incertidumbre política, cada gesto de un político, cada declaración pública, suelen interpretarse como simple postureo, mera pose para deslumbrar a la opinión pública.

Rigurosidad

Leo últimamente con alarmante frecuencia la palabra rigurosidad, es decir: rigor. La moda de los archisílabos es capaz de producir horrores como este que menciono. También he leído en las redes vocablos horripilantes, tales como absurdidad, nerviosidad, vigorosidad… de las que aún no he conseguido reponerme. Yo soy muy mío.

Visualizar /Visibilizar

De nuevo un par de archisílabos que equivaldrían a “ver”, pero que aportan un matiz: hacer patente algo que el sistema social se empeña en mantener oculto o infravalorado. Los medios de comunicación exponen con frecuencia que tal o cual medida política, campaña, manifestación pública, etc., pretenden visualizar/visibilizar el problema de la desigualdad de las mujeres, los homosexuales, los enfermos de aquejados de determinado problema, etc.

Referente

La palabra, que según Joan Corominas apareció en nuestro idioma en 1737, ha pasado de significar “relativo a alguien o algo” o, “elemento sintáctico” a “término modélico de referencia”, segunda acepción ya recogida en el DRAE. Es decir se ha ido especializando hacia un uso equivalente a ejemplo, antonomasia o modelo en algún campo. Yo he oído comentarios tales como “X es un referente en la lucha contra el sida”.

Gobernanza

Término político de origen italiano que introdujo Felipe González y que se popularizó en la prensa escrita o tecnológica. Significa el conjunto de condiciones que hacen a un país gobernable. Neologismo para los tiempos que corren en España.

Implementar

Tengo muchos años, la licenciatura en Filología Hispánica y llevo leídos varios miles de libros, en los que jamás leí la familia implementar / implementación, que parece haberse puesto de moda en los últimos años. El Diccionario Cambridge define este término inglés de este modo: to start using a plan or system. Signfica “empezar a usar un plan o sistema”, o dicho de otro modo, llevar a cabo algo programado. El DRAE dice exactamente: Poner en funcionamiento o aplicar métodos, medidas, etc., para llevar algo a cabo.

Sinceramente, no veo necesario el uso de este verbo, perfectamente sustituible por expresiones equivalentes en castellano. Parece que el prestigio de lo anglosajón lo justifica todo.

Empoderar / empoderamiento

Parece que el término, de procedencia anglosajona, se usó mucho en una Conferencia Internacional de la Mujer. El Diccionario panhispánico de dudas de 2005 lo registra con el siguiente significado: Calco del inglés to empower, que se emplea en textos de sociología política con el sentido de ‘conceder poder [a un colectivo desfavorecido socioeconómicamente] para que, mediante su autogestión, mejore sus condiciones de vida’. Puede usarse también como pronominal: «Se trata pues de empoderarnos, de utilizar los bienes y derechos conseguidos, necesarios para el desarrollo de los intereses propios» (Alborch Malas [Esp. 2002]). El sustantivo correspondiente es empoderamiento (del ingl. empowerment): «El empoderamiento de los pobres es la palabra clave» (Granma [Cuba] 11.96). El verbo empoderar ya existía en español como variante desusada de apoderar. Su resucitación con este nuevo sentido tiene la ventaja, sobre apoderar, de usarse hoy únicamente con este significado específico.

Poner en valor

Me produce horror el uso que se ha difundido de esta expresión, un calco semántico del francés mise en valeur. Cualquier filólogo debe saber que la fraseología de una palabra (las expresiones y frases hechas en que interviene) raramente tiene traducción a otros idiomas. Por eso, el galicismo me parece un pretencioso afán de mostrar un dominio de lenguas que, evidentemente, no se posee. Resulta mucho mejor usar nuestros verbos: realzar, resaltar, destacar, valorar…

Portabilidad / Conectividad

Ambos neologismos vienen de la mano de la tecnología de la comunicación. Portabilidad se refiere a la posibilidad de cambiar de compañía de telefonía manteniendo el número antiguo, los contactos, etc., en tanto que conectividad remite a las posibilidades de conexión de algún cacharro electrónico a la red de redes o a otros equipos.

Precisamente son estas nuevas tecnologías de la información y la comunicación las que han aportado mayor número de neologismos, hasta el punto de que si un hablante fallecido en los setenta pudiera resucitar no reconocería su idioma, en la misma medida que tampoco reconocería la sociedad actual. En ese campo, expresiones como pen drive (dispositivo de memoria), back up (copia de seguridad), software y hardware (soporte lógico y soporte físico), email (de electronic mail, o correo electrónico), whatsapp (aplicación “¿Qué hay?”), ebook (libro electrónico)… han ganado definitivamente la batalla al castellano.

Un aspecto derivado del anterior es el fenómeno de las redes sociales, que multiplican rápidamente la transmisión de datos, por irrelevantes que sean. Cuando esto ocurre con un contenido, se convierte en viral. Además han empezado a aparecer vocablos como zasca (posiblemente mezcla de la extinguida interjección ¡zaca! con la onomatopeya ¡zas! y que designa la devolución de una broma pesada), o meme que durante un tiempo fue una unidad de memoria y que ahora se ha convertido en un contenido humorístico que se extiende a través de las redes.

twitter-logo

Una de las redes sociales, Twitter, simbolizada por un pollito, permite usar mensajes de hasta 140 caracteres, casi un ruidito en la gigantesca masa de mensajes que se transmiten a diario. Proviene de la onomatopeya anglosajona “tweet”, que equivale a nuestro “pío, pío”. Y es que mensajes tan breves son, en efecto, un simple piar. La red ha consagrado también palabras como tuitear, hashtag (de hash, “almohadilla”, y tag “etiqueta”, por usar el símbolo “#”, visualmente asociado a una almohada), que sirve para establecer una categoría especial, dentro de un perfil de Twitter. Cuando un twit o un hashtag escalan hasta uno de los puestos de máxima difusión, es que se ha convertido en trending topic (o asunto de moda). Así de fácil.

Yo prefiero mantener la catalogación de películas que mi pandilla usábamos cuando niños: del oeste, policíaca, de miedo, de “espadeo”, dibujos animados… a las modernas invasiones bárbaras, tales como western, biopic (de biographical picture, o película biográfica), cartoon, thriller, etc. Y desde luego me niego a estudiar las diferencias entre kit, set y blister: para mí las tres expresiones siguen siendo un simple paquete.

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La lengua cervantina, mantiene, a pesar de todo, una enorme calidad literaria, una indudable importancia y un caudal léxico riquísimo. Estas intrusiones lingüísticas sólo suponen arañazos en la superficie de nuestro sistema lingüístico, pero convendría ponerle algún esparadrapo de inteligencia y sensibilidad.

Dámaso Alonso. Imagen de Google

No me resisto a incluir uno de los tres sonetos a la lengua castellana que Dámaso Alonso escribió en 1958:

 UNA VOZ DE ESPAÑA

 Desde el caos inicial, una mañana

desperté. Los colores rebullían.

Mas tiernos monstruos ruidos me decían:

«mamá», «tata», «guauguau», «Carlitos», «Ana».

Todo —«vivir», «amar»— frente a mi gana,

como un orden que vínculos prendían.

Y hombre fui. ¿Dios? Las cosas me servían;

yo hice el mundo en mi lengua castellana.

Crear, hablar, pensar, todo es un mismo

mundo anhelado, en el que, una a una,

fluctúan las palabras como olas.

Cae la tarde, y vislumbro ya el abismo.

Adiós, mundo, palabras de mi cuna;

adiós, mis dulces voces españolas.

Alberto Granados

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