Rosa Jiménez, cirujana: “Preguntan primero al enfermero, porque creen que es el médico. A él lo llaman de usted y a mí muchacha” es una de las mujeres que contribuyen diariamente al avance de la ciencia, una palabra en femenino copada históricamente por los hombres.

Rosa Jiménez Rodríguez se levanta a las siete de la mañana. Se ducha y desayuna. A las ocho cero cero ya está en el hospital. “Hoy he hecho una operación de cáncer de recto con robot”, cuenta a las cuatro de la tarde, todavía con la bata puesta. Luego continúa investigando. “Por un lado, ahondo en la cirugía mínimamente invasiva; y por otro, en la técnica para cerrar el abdomen abierto en casos en los que hay que operar en numerosas ocasiones hasta solucionar el problema. Eso es lo que estamos perfeccionando ahora”, resume. Por la noche sale con los residentes, de los que, afirma, aprende muchísimo: “El otro día uno de ellos me mandó un whatsapp para hablarme de microchips subcutáneos”. Jiménez Rodríguez es una de las mujeres que contribuyen diariamente al avance de la ciencia, una palabra en femenino copada históricamente por los hombres. Según un estudio elaborado por el CSIC, los hombres ocupan más del 80% de puestos relevantes en investigación y, según un informe de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas, sólo el 18% de los premios científicos han sido obtenidos por mujeres.

“Yo estoy muy orgullosa de mi coleta rubia”, dice con sorna en un descanso obligado para la entrevista. Jiménez Rodríguez trabaja desde hace 11 años en la Unidad de Gestión Clínica de Cirugía General y Aparato Digestivo del Virgen del Rocío, en Sevilla. Asegura que nunca ha sentido discriminación por parte de sus compañeros, pero sí ha percibido machismo proveniente de muchos pacientes: “Cuando entro en la habitación, preguntan siempre primero al enfermero, porque creen que él es el médico y yo la enfermera. A él lo llaman de usted y a mí me llaman muchacha”. La muchacha, entre otros galardones, fue premiada por el Massachussets Institute of Technology (MIT) como una de las mejores científicas innovadoras menores de 35 años y fue seleccionada por Singularity University, una de las instituciones con mayor prestigio internacional en el ámbito del emprendimiento tecnológico para una estancia en el campus de la NASA.

No tiene hijos. Y es consciente de que eso, todavía en la sociedad actual, juega a favor de su carrera. “Casada y con hijos, mi situación sería distinta porque lo veo en amigas y compañeras que sí los tienen”, admite. Especialista en cirugía digestiva, ha trabajado también en varias estancias en el extranjero: Londres, Nueva York, Los Ángeles… “No podría dejar de operar, es como un chute de adrenalina que hace que cada día sea diferente”, describe.

Criada en un pequeño pueblo de Badajoz, Villanueva de la Serena, eligió esta profesión tras leer Epidemia, de Robin Cook. “Yo quiero ser como Melissa Blumenthal”, se dijo. Y en verano, comenzó a acudir al hospital comarcal a hacer prácticas con su vecino cirujano. Estudió la carrera en Badajoz, hizo el MIR en Oviedo y salió corriendo huyendo de la lluvia: “Qué mejor ciudad para vivir que Sevilla y qué mejor hospital para trabajar e investigar que el Virgen del Rocío”.

En Andalucía, el 48% de las investigadoras principales son mujeres. “Es decir, prácticamente se ha alcanzado la paridad en este campo. Hace sólo siete años esta misma cifra apenas llegaba al 36%. Y el número de investigadoras de carrera supera ya el 57% del total”, explican desde la Consejería de Salud. Uno de los principales objetivos de la nueva estrategia es fomentar la participación de las mujeres en la investigación biomédica. “Contamos con que, al menos, el 40% de los profesionales que componen los grupos de investigación sean mujeres, si bien, se pretende incrementar la presencia de la mujer en todos los grupos de investigación que se configuren”, añaden en la consejería.

La cirujana repasa casos en los que ha aplicado sobre la mesa de operaciones las investigaciones llevadas a cabo: “Hubo un chico de 32 años que en un accidente de tráfico se lesionó el páncreas. Lo tuvimos que operar ocho o nueve veces. Hay que dejarlo abierto y luego aplicamos la técnica ideada -que patentamos- para cerrarlo definitivamente de la forma menos invasiva y problemática posible. Cuando le dimos el alta, aquello fue indescriptible”.

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