«MEDINA ELVIRA» DE Emilio de Santiago, por José Enrique Granados

En enero de 2013, el arabista, profesor universitario y embajador de la Alhambra Emilio de Santiago, fallecido en octubre del año pasado, escribía en las páginas de IDEAL sobre Medina Elvira. Merece la pena rescatar su opinión ya que como atarfeños nos interesa.

Cuantas veces, a lo largo de la que fue mi dilatada vida docente, habré pronunciado tan delicadamente sonadoras y casi poéticas palabras: Medina Elvira. Ni calcularlo puedo ahora. ¿Cuánto habré escrito o disertado sobre tema tan apasionante y en cuantos foros, ora nacionales, ora extranjeros? Pues otro tanto de lo mismo ocurre, no puedo recordarlo siquiera, aunque buena sea mi memoria. Fueron muchas las ocasiones, de eso estoy seguro.

Hace pocos días, en las páginas de este mismo diario y en relación con los proyectados eventos insustanciales y politizados de la conmemoración del Milenario del Reino de Granada, me llamó muy gratamente la atención que saltara a la palestra las excavaciones arqueológicas tan próximas a Granada y de las que cabe esperar, sin duda alguna, importantes hallazgos de capital trascendencia e inusitado valor histórico para toda esta zona de la que apenas sabemos sólo cuatro cosa, y éstas sin demasiado orden ni concierto. Será la estrella de la conmemoración milenaria la muestra que se está pergeñando acerca de este imponente yacimiento, aunque no le alcance la hiperbólica comparación con la romana Pompeya como se ha dicho.

Con la verdadera (o al menos la más rigurosa) historia de este asentamiento islámico de raíz visigoda (y aún anterior imagino yo), acontece pareja cosa a la de la Granada tardoromana y altomedieval. Muy escaso es lo digno de crédito con docta ciencia escrito, y muy abundoso lo que yo doy en llamar “historietas”, o sea, ese todo revuelto de descarados “copieteos”, sandeces historiográficas archirepetidas y embolados toponímicos con menos sustancia aprovechable que enjundia tiene el tobillo de un chamariz. Y “rien va plus” que dicen los croupiers de los casinos.

Quiere esto decir que queda todavía muchísimo por trabajar y mucho también por revisar lo ya existente y meterle bien la necesaria tijera correctora. Sin embargo, me tranquiliza el ánimo, como historiador y arabista (ya en retirada, bien es cierto), ver que solventes expertos (alguno antiguo alumno mío) se han dado pronto cuenta de este incontrovertible hecho y de la imperiosa necesidad de ir rellenando los vacíos existentes desde hace siglos de manera inexplicable. Mi experiencia me dice que para llevar a buen fin esta ingente tarea será preciso conformar un sólido y bien trabado equipo multidisciplinar en el que se procure, con todo tipo de cautelas, que no se cuelen de rondón fantasmones académicos (los hay hasta con cátedras universitarias que parecen de lance) y que se estructure el trabajo sobre la base de un programa coherente en el que quepa todo género de debates y de críticas, en orden a dotar las conclusiones de contrastada seriedad.

Felizmente, ya se acabaron aquellos, no muy lejanos, tiempos del “esto es así porque lo digo yo” y otras modalidades de la estupidez con bula que ciertos de nosotros, los que ya estamos a punto de caramelo para viajitos del Imserso, hemos padecido sin poder rechistarle a los “maestros”; bueno, yo sí que les rechisté y así me fue luego… Me tranquiliza además que hayan echado el ojo por aquellos pagos elvireños eminentes arqueólogos tanto españoles como foráneos. Este extremo enriquece y da fuerza y apoyo a la inteligente iniciativa de los emprendedores medievalistas granadinos.

Con experiencias como ésta que se está llevando a cabo, no es que la ciudad palatina de la Alhambra y sus aledaños, queden postergados a ningún nivel; completamente al contrario sucederá: se irán paulatinamente desvelando enigmas, disipando mitologías científicas (que haberlas, haylas también) y estableciendo nexos para que, al fin, como diría el poeta quede “todo más claro”.

Albricias por tanto para los estudiosos de esta singular urbe del Islam andalusí cuya singladura histórica y sus repercusiones están faltas de una dedicación científica preferente. Toda una renovación de conocimientos, puede, inicialmente, radicarse de este asentamiento urbano, pleno de esperanzadas arqueología y anastilosis, que lleva por gracia el bello nombre de Elvira.

Ilustración de Francisco Herrera titulada “Elvira”

Curiosidades elvirenses.

 

 

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