GRANADA YA SÍ ES MI TIERRA,Por Juan Alfredo Bellón, para  EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 08-05-2016

El pasado jueves, a las 10 de la mañana, Granada dejó de ser feudo municipal del Partido Popular merced a una coalición electoral progresista que permitió desplazar de la alcaldía y del gobierno de la Plaza del Carmen a los mal llamados “populares” que, con José Torres Hurtado[r] a la cabeza[¡!], habían venido [des]gobernando la ciudad desde 2003, cuando ganaron los comicios municipales desplazando al anterior alcalde socialista José Moratalla, que aspiró en vano a la reelección.

Sin pretender hacer un resumen exhaustivo ni imparcial de sus 13 años de mandato, diré que este ha contribuido a degradar las relaciones ciudadanas y las condiciones de vida en la ciudad hasta tal punto que, en los últimos tiempos, el ambiente urbano se había vuelto tan irrespirable como palpable el despego de la política por parte de la ciudadanía. Es lo que tiene la derechona: deja al pueblo tan harto de la preocupación por el bien común, que la gente se inhibe y desmoviliza y así ellos se aprovechan y hacen su agosto mientras la sociedad civil entra en la catalepsia y en el encefalograma plano de todo lo que no sean las celebraciones folclóricas más superficiales y las celebraciones pseudo religiosas y populistas en el peor sentido de la palabra. Mientras, ellos socavan la riqueza y la economía y aumentan exponencialmente las deudas municipales hasta el punto de colocar el déficit municipal en más de trescientos millones de euros después de haber privatizado a precio de saldo el patrimonio y haber hipotecado los activos comunes hasta el infinito mientras se jactaban de administrar sensatamente la cosa pública y de cuadrar las cuentas como es debido sin el menor asomo de corrupción cuando ha sido precisamente la sospecha más que fundada de esas irregularidades lo que ha terminado llevándoselos por delante, no solo al alcalde y varios ediles sino, de entre ellos, a Sebastián Pérez, que es el Presidente Provincial del PP y que debiera haber sido el primero en dar ejemplo de dignidad y honradez en el desempeño de sus cargos públicos.

Y ha sido tal el deterioro y el acoso y derribo de la vida urbana granadina durante sus trece años de mandato, que aquellos de nosotros que no hemos nacido en la ciudad no nos hemos sentido partícipes de lo que en ella acontecía y nos hemos sacudido el polvo nazarí de nuestras sandalias, cortándonos la parte de granadinidad que ya por residencia y afectos nos correspondía, en mi caso, cincuenta años en el otoño del próximo 2017.

Ha sido pues casi medio siglo de trabajo, convivencia, amor familiar, amistad, compañerismo y participación activa en todos los aspectos de la vida granadina, incluyendo en eso la más intensa implicación política, sindical, cultural y ciudadana desde los últimos años de estudiante universitario, pasando por los cuarenta y seis de ejercicio docente, literario y periodístico hasta los últimos cuatro, de jubiloso retiro laboral, aunque sin dejar las colaboraciones periodísticas y otras publicaciones literarias donde siempre combatí sin descanso la pesada losa de la incultura cutrecañí, las posturas falsamente religiosas de los meapilas y putisantos (así los llaman en mi Úbeda natal) y la doble moral de quienes usan de lo público para satisfacer sus deseos y caprichos particulares.
Confesaré que he estado a punto de perder la esperanza de que esta ciudad se sacudiera de tan pesada losa y entrara en una etapa de tolerancia vivificante como ahora parece haber ocurrido con la salida de estos personajes del equipo de gobierno y del sillón municipal.

El jueves pasado Granada vivió una jornada de alivio masivo institucional en la que la mayor parte de la ciudadanía se sacudió ojalá que definitivamente la molestia de levantarse diariamente a la espera de la patochada municipal de turno, ora sobre la belleza del desnudo femenino y del vestido masculino, ora sobre la bondad del botellón y del botellódromo (¿recuerdan lo que dijo Aznar sobre su libertad de beber cuanto quisiera?) hecho que ha tenido amplio eco en la prensa nacional, como cuando le tocó el turno a Fabra en Castellón o al también inefable León de la Riba en Valladolid. Y luego, aunque es cierto que a quien Dios se la ha dado san Pedro se la tiene que bendecir, se observa a la gente volcada en ayudar a los nuevos gestores municipales en la tarea ingente que les aguarda: levantar y mantener la moral de los granadinos y procurar que permanezcan unidos en torno a un programa común mínimo e ilusionante para sacar la ciudad de la postración en que se encuentra.

Ánimo a todas y a todos los que nos sentimos convocados a esta tarea porque una vez más todo ha vuelto a ser posible en Graná.

A %d blogueros les gusta esto: