Según la RAE, un estereotipo es una imagen estructurada y aceptada por la mayoría de las personas como representativa de un colectivo, en base a unas características generalizadas. Uno de los estereotipos más desarrollados es el de género.

Voy a permitirme el lujo de dar mi propia definición: formas de comportamientos aceptadas y arraigadas que debes acatar si no quieres ser torturade psicológica y/o, incluso, físicamente. La sociedad nos ha inculcado con ahínco que debemos tener repulsión hacia ciertas tallas, kilos, apariencias, formas de vestir; tanto en nosotres mismes como en los demás.

Respecto a las mujeres, quieren que seamos inseguras, para mantenernos ocupadas y obsesionadas exclusivamente con ese tema. A una mujer debe preocuparle su peso, sus medidas, su peinado, si su piel es seca, grasa o mixta, la gama de productos de depilación. Saber elegir qué maquillaje le iluminará más, si es lo bastante delicada, coqueta, sensible… Pero, oye, la política, la economía, la conducción de vehículos… esas son cosas de hombres. Y aclaro que también los hombres sufren este tipo de estereotipos cuando no cumplen las premisas que se les imponen. Pretenden que una mujer sea exclusivamente femenina, como si pudieran criarnos en una interminable cautividad en la que ni siquiera podemos elegir el color de nuestras cadenas.

Entra en escena la frase: “Estás más gorda” que se te clava como una puñalada en la autoestima. Y después está la otra: “Estás más delgada”, a lo que pensarás: “¿y cómo estaba antes?”. No es justo que una mujer tenga que soportar críticas a diario porque su abdomen no es lo suficientemente plano o porque debe comer menos para no engordar. Maravillosa ambigüedad: si está demasiado delgada le comenzarán a llover de inmediato suposiciones respecto a si puede padecer un trastorno de alimentación (cuando puede ser simple constitución corporal). También otras sobre si le “falta” pecho o culo (y estoy siendo educada al citarlo), no alcanzando los cánones de belleza pertinentes.

Hace poco leí en un noticiario que una modelo había sido acosada en redes sociales, tras realizar una campaña de bañadores, por estar “gorda”. La noticia también señalaba sus medidas: 1’70 cm de estatura y 50 kg de peso. No hace falta que muestre fotos, esa chica estaba considerablemente delgada.

Otro ejemplo: Marilyn Monroe, símbolo de la sexualidad. Medía 1’52 cm con 63 kg de peso. Sí, amigues, esa chica hoy en día solo estaría “gorda”. Una vez más comprobamos la influencia de la sociedad en nuestra forma de pensar (que nunca es verdaderamente nuestra).

¡Atención, es una trampa! Otras personas te hablarán con condescendencia sobre esas patrañas del peso ideal y cuánto les gustan las curvas, mientras sutilmente te agachan la cabeza en el váter para que además de los jugos gástricos, puedas vomitar toda la hipocresía y falta de principios que acaban de soltarte.

Soy incapaz de traer a la memoria a una sola chica de la que no haya oído jamás la frase “quiero ponerme a dieta”. Pongámonos a dieta de estereotipos, de básculas, de tantas críticas negativas. Mostremos indiferencia a los medios de comunicación, que en cada anuncio publicitario nos inculcan hasta la saciedad que la lejía solo está destinada a las mujeres, que los coches solo son conducidos por hombres, que las lavadoras son el electrodoméstico exclusivo femenino. Anuncios de fragancias, cremas, maquillajes varios, en los que salen modelos esbeltas, de minúsculas cinturas, promocionando productos que te estropearán más la piel que si jamás los usaras.

Cuánto daño nos hace el mercado textil. “Usa estos tacones de aguja que te estilizarán las piernas”. Letra pequeña: tal vez perjudiquen tu columna o destrocen tus pies, pero eso es lo de menos. Lúcete, aunque si te luces demasiado serán justificables diversos abusos. El mundo es una vitrina gigante en la que las mujeres siempre somos el producto al que mostrar menos piedad. Por supuesto que podemos llevar tacones si nos apetece y claro que podemos vestir como queramos, maquillarnos, depilarnos… pero será cuando NOSOTRAS queramos hacerlo.

Opresión también es que tu pareja hombre te recrimine no llevar maquillaje porque no estás lo bastante “guapa”. Tu cara al natural parece no ser suficiente ni con amor de por medio. El espejo no cumple la función de ver reflejado simplemente tu rostro, también la de ser el medio para cumplir las exigencias de los demás. Vistas falda o pantalón, botines o tacones, jamás hay forma de acertar. Por eso lo fundamental es hacer lo que consideres correcto.

Lamentablemente, por mucho que seas consciente de la situación, todo ese peso social y cultural seguirá sobre tus hombros hasta que logres perder toda esa inseguridad, ese miedo, los complejos infundados. Como protesta social: ignora lo que pretenden que seas, y simplemente sé. d9d843ef7863d39214f15ae93e19279f

Yo era una niña a la que vestían de rosa contra su voluntad, a la que le regalaron una cocinita de juguete, el carrito con su respectivo bebé, el kit de maquillaje básico para niñas de 5 años, la muñeca para desarrollar tus capacidades de peluquera. Un sinfín de objetos destinados a hacerme cumplir, sin dilación, con mi rol sexista en el mundo. Y no, nunca me compraron el Action man que quería ni el coche teledirigido con el que tanto soñé.

Los adultos pueden cambiar algunas cosas: por ejemplo, no poner a las niñas películas de princesas Disney sería un gran comienzo. Así podríamos evitar la idea de que debemos soportar ser maltratadas, llegar a la dependencia emocional o sentirnos inferiores a los hombres. Si no teníais claro ya que éstas películas son negativas y falsas, contribuiré a una de nuestras grandes decepciones vitales: nadie va a venir a rescatarnos. Quitémonos los zapatitos de cristal y pongámonos unas converses, que por lo menos nos permiten correr. 

Solo tú puedes rescatarte de esta sociedad a la que te han lanzado sin treguas. En la que nacer de este género solo te traerá desventajas y exposición a más peligros. Pero las cosas no tienen porque ser así. Si el sexismo se aprende, la igualdad también.

Básicamente, entre nuestra sociedad y el mito de la caverna de Platón no hay grandes distinciones. En el momento en el que abres los ojos y ves todas estas influencias del patriarcado, toda la opresión a la que estamos sometidas, ya no hay vuelta atrás. Y aquellxs que aún no han salido al exterior o que aún no se han informado lo suficiente, estarán dispuestxs a atacarte de todas las maneras posibles para que vuelvas a la represión bajo la que has nacido.

En conclusión, cuando empiecen a llamarte “rara”, será que algo estás haciendo bien.

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