Maria Blasco y Mónica Salomone comparten horas de vuelo en torno a la ciencia. La primera por su carrera de investigadora y la segunda por su especialización en el periodismo científico.

Además de sus años de profesión, las dos tienen arraigada la base de ambas profesiones: la curiosidad, que es el hilo conductor de un libro apasionante, Morir joven, a los 140 (Paidós), en el que hacen un recorrido por los misterios biológicos del envejecimiento y los retos sociales de la vejez.

Maria (sin tilde, por ser alicantina) se siente cómoda en una conversación con dos periodistas, algo que no suele ser habitual entre científicos. El mérito no es de quien escribe este artículo sino de Mónica, una periodista a la que conoce desde hace años y admira por su rigor y buen hacer. Porque la investigadora antes que científica deseó ser periodista, precisamente por la curiosidad que le generaba el ser humano, deseo que redirigió hacia la Biología, para el bien de la ciencia, disciplina que le ha llevado a la dirección del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO).

Entre las dos han intentado contestar a preguntas que tal vez todos nos hemos planteado en algún momento: ¿podemos frenar el reloj biológico? ¿Qué parte de nuestra biología nos confiere vivir más que otros animales? Y en el reto de dar respuesta a éstas y otras muchas cuestiones, han ido desgranando la aportación que los científicos han hecho en este área del saber en la que múltiples disciplinas confluyen. Una de ellas es la Paleoantropología, con la que han intentado explicar las diferencias en longevidad entre las especies. De la mano de Juan Luis Arsuaga, director del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos, las autoras del libro llegan a la siguiente respuesta: «desde el punto de vista evolutivo, los tiempos de vida de cada especie son un misterio. Y, además, un misterio sin visos de ser resuelto». Algo en lo que coincide José Luis Sanz, experto en dinosaurios de la Universidad Autónoma de Madrid, «en la evolución no hay reglas. O mejor dicho, sí las hay pero son demasiado complejas para que lleguemos a entenderlas hasta el punto de predecir la longevidad de una determinada especie».

¿Y qué es lo que subyace a la longevidad humana? ¿Por qué los años van unidos a la aparición de ciertas enfermedades? ¿Es irremediable enfermar en la vejez? Maria Blasco se muestra muy optimista en el futuro y está convencida de que la ciencia aportará soluciones a ciertos problemas que hoy en día cuestionan la sostenibilidad de muchas familias y de la sociedad. «Es que no hay una barrera biológica para seguir cumpliendo años porque no hay genes terminator sino lo contrario, no estamos programados para envejecer. Creo que es una liberación del ser humano». Como ella James Vaupel, fundador del Instituto Max Planck para la Investigación Demográfica, se muestra convencido de la capacidad del ser humano para superar ciertas barreras como la duración de la vida: «la extendida idea de que no se puede hacer nada contra los efectos del retraso del envejecimiento está, simplemente, del todo equivocada», decía en una entrevista publicada hace pocos años por The Lancet.

Aunque cada vez vivimos más, también es cierto que es mayor el número de personas que sufren problemas asociados a los años como son el cáncer o el alzheimer. Encontrar el nexo biológico que une la edad con estas enfermedades es uno de los propósitos de muchos grupos científicos y, al mismo tiempo, hallar una solución a lo que hoy se consideran los males irremediables de la vejez. Blasco explica que lo que se ha demostrado con diferentes investigaciones es que ciertas enfermedades tienen un origen común que es el envejecimiento. «Lo siguiente es ver si logramos retrasar molecularmente el envejecimiento y con ello no una sino todas las enfermedades a la vez». Ella lleva 20 años en esa búsqueda con el estudio de los telómeros, la parte final de los cromosomas, y la telomerasa, una enzima que interviene en su longitud que está vinculada con la longevidad. «Ahora estamos [su grupo del CNIO] estudiando distintas estrategias para actuar sobre los telómeros en ratones y ver si podemos intervenir en ciertas enfermedades como las neurodegenerativas. Los datos apuntan a que sí».

Pero mientras estas estrategias confirman su eficacia en humanos, para lo que faltan unos cuantos años, ¿qué dice la medicina y la ciencia sobre las herramientas que tenemos ahora a nuestro alcance? Como recoge el libro de Blasco y Salomone, algunos científicos relevantes han dado su receta para llegar a la vejez con salud. Cynthia Kenyon, descubridora del vínculo entre la ruta molecular de la insulina y la longevidad del gusano C. elegans, apunta el consejo de mantenerse lejos de los dulces para evitar los picos de glucosa. Por su parte, Elizabeth Blackburn recomienda dormir bien, hacer ejercicio y tener una vida social rica. Y, concretando un poco más, parece ser que la dieta mediterránea conlleva un riesgo menor de problemas cardiovasculares y un efecto positivo en los telómeros y que «el ejercicio conviene hacerlo cuanto antes mejor, eligiendo uno que guste, que te enganche», aconseja en el libro José Viña, catedrático de Fisiología de la Universidad de Valencia. Quizás no se nos debe pasar por alto un apunte que hace Salomone en el libro citando un estudio publicado en 2015 en el que se revela que los adultos europeos con un mayor nivel educativo envejecen igual en todos los países; en cambio, los menos formados envejecen de forma muy distinta. «Leer da vida, también en sentido literal».

El proceso de elaboración de este libro, que ha durado casi un año, le ha permitido a Salomone «volver a plantearme preguntas de mi infancia como la de por qué hay que morirse y, al buscar una respuesta salieron cosas muy interesantes». Maria reconoce que el libro le ha despertado la imaginación, «me ha hecho pensar. Me ha gustado mucho».

 

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