‘Vitamina N’ para combatir el ritmo acelerado de la escuela

“¿Alumnos con “déficit” de naturaleza?” Artículo publicado en la revista Educación 3.0 en su número 22 de esta primavera (Abril 2016).

Son las 9:00 de la mañana, cada alumno enciende su dispositivo móvil de pantalla táctil, recibe un mensaje electrónico desde la plataforma desarrollada por la editorial en cuestión y empieza a recibir contenidos en forma de texto enriquecido con audio, vídeo, actividades interactivas, enlaces… A las 9:30, cuando acabe el tema, el profesor habrá elegido una serie de tareas que tendrá que responder a través del mismo dispositivo. Las respuestas generarán estadísticas del grupo de clase que se proyectarán en ese mismo momento en la pantalla del aula para que todos puedan recibir un feedback del trabajo. Hasta aquí no suena del todo mal, ¿no? 

Parece que el futuro de la educación tendrá una imagen similar a esta, al menos eso es lo que vaticinan los principales expertos. Pero es curioso que quienes nos invitan a aumentar el acceso a la tecnología para mejorar los resultados en educación, habitualmente basan sus consejos en datos de estudios financiados por empresas tecnológicas. Incluso la OCDE (responsables de las pruebas PISA), recomendaban en septiembre de 2015 un aumento del uso de la tecnología como remedio para la mejora de los resultados en educación. A nadie le cabe duda de los beneficios que aportan las TIC a los profesores y alumnos.

Pero, ¿cuáles son los riesgos de este aumento desenfrenado de tecnología en la escuela? Uno de ellos es la aparición de lo que Richard Louv denominó Trastorno por Déficit de Naturaleza. Dicho trastorno se basa en los desórdenes que produce el hecho de que el ser humano se ha adaptado durante miles de años para adecuarse a un entorno, que en “dos días” ha cambiado la naturaleza por la ciudad. Esta nueva situación se agrava aun más debido a la velocidad e hiperestimulación que recibimos a través de las nuevas tecnologías. No es de extrañar que la naturaleza suponga un estímulo lento para los niños y adolescentes, cuyo cerebro se ha habituado a manejar varias aplicaciones en el móvil al mismo tiempo que consultan internet en un ordenador portátil y escuchan su serie de televisión favorita de fondo.

El hecho de que muchos de nuestros alumnos sean víctimas de este déficit de naturaleza podría hacernos pensar que es necesario reducir la tecnología y volver a aumentar las excursiones. 

Aunque no podemos obviar que la tecnología forma parte del día a día de nuestro alumnado, tampoco podemos obviar que el ser humano está fisiológicamente adaptado al ritmo al que funciona la naturaleza. No es de extrañar entonces que investigadores como Barros, Silver y Stein encontraran en 2009 que aquellos niños que tienen periodos de recreo en contacto con la naturaleza dentro de su jornada escolar presenten mejores comportamientos en clase y presenten un mayor bienestar psicológico que aquellos que no lo tienen. Otros valores como el rendimiento académico también han sido relacionados positivamente con el contacto con la naturaleza dentro del periodo escolar, tal como muestran numerosos estudios como los de Dyment, o los del State Education and Environment Roundtable.

Este año (2016) se cumplen 100 años de la muerte de Francisco Giner de los Ríos, cuyo mensaje en defensa de aprender en contacto con la naturaleza puede llevarse a cabo con la voluntad del profesorado. Basta con salir a ver qué es un árbol antes que buscarlo en la tablet. Basta con que volvamos a tener tiempo para cuidar plantas en clase, que volvamos a tener espacio en el patio para un pequeño huerto y que volvamos a tener la voluntad de ralentizar el ritmo y disfrutar de las pausas.

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