«El Amor Brujo cumple cien años»
Un desgraciado acontecimiento de política internacional, el estallido de la Primera Guerra Mundial, tuvo sin embargo una feliz consecuencia para el tema que nos ocupa. Manuel de Falla, que entonces vivía en París, tuvo que venirse a Madrid en condiciones económicas bastante precarias. Corría el año 1914 y fue entonces cuando se concibió la que sería una de sus obras más celebradas: El Amor Brujo, gitanería en un acto y dos cuadros.
Supo Falla escoger muy bien a su elenco para una maravillosa obra que acabaría dando la vuelta al mundo y siendo interpretada hasta hoy por los mejores artistas del momento. La primera representación de 1915 se hizo casi en familia; la protagonista, encarnando el papel de la gitana Candela, enamorada y no correspondida, fue la cantaora y bailaora sevillana Pastora Imperio, hija de Rosario ‘La Mejorana’, otra gran bailaora, verdadera inspiradora de muchas de las canciones populares que entusiasmaron a Falla junto a aquellas otras cancioncillas que de niño le cantaba su cuidadora Ana ‘La Morilla’; pero los papeles restantes se repartieron entre familiares de Pastora; intervino su hermano Víctor, una cuñada y hasta una sobrina de nombre Perlita negra; los músicos de la orquesta eran poco más de una docena; no cabían más en el foso del teatro. Pero fueron dirigidos por el maestro Moreno Ballesteros, padre de Moreno Torroba que también formaba parte de la orquesta tocando el piano. El maestro Torroba es el autor de zarzuelas tan conocidas como Luisa Fernanda. Los decorados y los románticos figurines del vestuario los hizo el pintor canario Néstor de la Torre.
El Amor Brujo es la primera obra escénica de tema gitano que abriría las puertas a esa gran aventura de reivindicación del cante jondo que tendría su expresión más espectacular en el Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 y en la conferencia de García Lorca en el Centro Artístico. Tras su estreno en Madrid no faltaron, como es habitual, críticas poco generosas calificando la obra como «españolada» de poca monta. Aunque el público asistente al Teatro Lara ovacionó efusivamente y obligó a saludar tres veces al maestro Falla.
Hermosa historia de hechizos, brujería y espectro de amante celoso. Recordemos al menos la letra que María Lejárraga dedicó para la canción del fuego fatuo como conmemoración del nacimiento de una obra desde hoy ya centenaria: «Lo mismo que er fuego fatuo / lo mismito es er queré. / Le juyes y te persigue, / lo yamas y echa a corré. / Lo mismo que er fuego fatuo, / ¡lo mismito es er queré!».
Y Antonio Castro escribió hace unos dias en Madriddiario.es (http://www.madridiario.es/cultura-ocio/el-amor-brujo/418706)
Pastora Imperio, entonces una bailaora de carrera ascendente, fue la gran protagonista del estreno en el Lara junto a su hermano, el bailarín Víctor Rojas. Precisamente la historia nació en Granada, cuando Martínez Sierra y Falla escucharon historias y cantes de La Mejorana, madre de Pastora. El canario Néstor de la Torre hizo la escenografía y el vestuario. Seguramente Moreno Torroba dirigió la orquesta porque era el titular del teatro.
Falla ya había estrenado «La vida breve» y «Siete canciones populares españolas». Al día siguiente del estreno, podía leerse en El Heraldo de Madrid: «Falla dio brillante prueba de su talento de musicógrafo y los pequeños elementos orquestales fueron suficientes para una cabal medida de los grandes vuelos del compositor. Consignado lo que antecede como justo homenaje a Falla, séame permitido recordarle, con todo respeto, que la música andaluza tiene el color que dan el guitarreo, las palmas, los pitos y palillos; que alguna vez, sino muchas, es alegre y las otras melancólica, tristona, con frecuencia trágica por acentos de la voz y textos de las coplas. Ese color, entre alardes de dominio para la instrumentación y timbres, puede perderse entre fastuosidades orquestales, aunque la melodías, en su línea, ostenten la más nutrida pureza».