Como viene siendo habitual en año nuevo, hoy es día de resaca y de hablar de los centímetros de tela del vestido de Pedroche. Los directivos de Antena 3 deben estar disfrutando de lo lindo viendo cómo despellejamos viva un año más a una mujer opinando sobre su falta o no de decencia mientras nadie menciona nada sobre la integridad de la cadena.

Seamos honestos, que se vea una teta o un culo a estas alturas ya no escandaliza a nadie, lo realmente preocupante es lo que ese vestido deja al descubierto: que tenemos una televisión casposa y rancia a la que le importa un pimiento la desigualdad de género.

Dos minutos fueron suficientes para transportarnos directos al pasado y vernos como Jesús Gil rodeado de chicas, inmersos en el jacuzzi. «Vamos a ver qué hay debajo de esta batamantaaa, enséñanos lo que hay debajo» farfullaba un irreconocible Chicote en su peor papel hasta la fecha. «Has sido tú la que nos ha calentado» le espetaba a la presentadora mientras tiraba de la tela. «¡No soy una luciérnaga!» se quejaba ella. Unos segundos para la publicidad y se abre la cortina que presenta el objeto de subasta. Un par de planos cerrados cortan al cuerpo de Cristina Pedroche en cachitos y nos lo sirven en bandeja (lo de retratarla entera con cabeza incluida era demasiado pedir).

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A los pocos segundos ya arden las redes con todo tipo de comentarios, más o menos afortunados, más o menos soeces, sobre la elección del modelito y si ella ha estado acertada o no. En mi opinión hablar sobre las decisiones morales de Cristina Pedroche es errar totalmente en el tiro y quedarse en la superficie porque lo que ese traje está dejando al descubierto no es el cuerpo de una mujer sino la falta de compromiso social de nuestra televisión, que demuestra un año más no tener escrúpulos a la hora de hacer caja. Nada importa que las mujeres llevemos años pidiendo no ser representadas sólo como cuerpos. Nada importa que aumenten cada día los casos de violencia de género y reclamemos a los medios que se hagan cargo del importante papel que desempeñan. Lo que realmente importa es ser ‘trending topic’ y llenarse la cartera.

Lo que ese vestido está poniendo en evidencia no es la libre decisión de una persona, es que las mujeres en televisión sólo somos cuerpos. Lo que ese vestido muestra es que las mujeres sólo tenemos cabida en estos espacios si somos jóvenes, delgadas y blancas. Lo que ese vestido expone es que nuestra única función es ser deseadas. Lo que ese vestido enseña es que nuestra mayor aspiración es lucir una prenda. Lo que ese vestido provoca es que al día siguiente de lo único que se hable sea de nuestra apariencia.

Pero el vestido elegido por Antena 3 no sólo tiene la capacidad de exhibir sino también de ocultar, porque detrás de cada transparencia también hay millones de mujeres silenciadas, como por ejemplo las profesionales y expertas que no aparecen en pantalla por no tener una talla 36 o ser mayores de 40. Sin embargo los hombres no son elegidos por su físico sino por su labor profesional y su edad tampoco parece penalizarles ni ser un hándicap, allí estaban ellos luciendo sus canas, sus patas de gallo e incluso sus michelines. Echamos de menos a Samanta Vallejo-Nájera y también a otras cocineras de renombre a las que probablemente no llaman por no cumplir los cánones que exige la cámara. Los tres cocineros (hombres) también dejaban fuera de ese espacio a todas las mujeres que ayer se encargaban de preparar las cenas de nochevieja en sus casas.

Que Cristina Pedroche es estupenda se mire por donde se mire es indiscutible, lo que sí es cuestionable e incluso reprochable es la falta de diversidad a la hora de representar a las mujeres en los espacios de máxima visibilidad. Que toda la expectación con respecto a la labor de las mujeres se base en un vestido es lamentable. Que la única opción que tengamos las mujeres para aparecer en pantalla sea sexualizadas es penoso y totalmente criticable. Cada persona es libre para elegir cómo quiere vestir y resaltar de sí misma lo que le dé la gana, pero además de su dimensión personal los personajes que aparecen en los medios tienen un carácter simbólico. Obviarlo es eludir una responsabilidad y Antena 3 se ha vuelto a lucir una navidad más, ayer quien se quedó con el culo al aire no fue la presentadora sino su propio posicionamiento como marca y sus valores con respecto a la sociedad.

http://www.huffingtonpost.es/yolanda-dominguez/que-ensenaba-y-que-oculta_b_13919730.html

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