Donald Trump presidente de los Estados Unidos no surge de la noche a la mañana y por arte de magia. Ni Le Pen en Francia, ni tantos otros subidos al caballo de las soluciones milagreras y neofascistas para los grandes problemas de nuestro tiempo.

 

Muchos han tenido que hacerlo muy mal durante mucho tiempo para que millones de personas estén dispuestas a dar el salto al vacío, ignorando las señales de la catástrofe y las enseñanzas de la historia. Gobiernos, dirigentes, instituciones supranacionales, el FMI, el Banco Mundial… que vieron crecer  los mercados financieros moviendo millones de dólares a golpe de clic; millones de dólares que se quedaban cada vez en menos manos; desmantelando la economía real, la que hace cosas, crea empleo y permite después redistribuir la riqueza.

Muchos años de llevarse empresas al rincón del planeta donde más baratos pudieran pagar los salarios sin importar el destrozo que dejaban atrás ni la explotación laboral que legitimaban por delante. Muchos años de llevarse empresas al rincón del planeta donde más baratos pudieran pagar los salarios Todo esto es verdad. Pero Trump, Le Pen , Wilders y todos los demás no son los redentores de este estado de cosas, sino su expresión máxima. Lo más peligroso que tenemos ahora en el horizonte no son solo ellos, sino la tentación que muchos ciudadanos cabreados y decepcionados pueden tener de disfrutar y aplaudir la bofetada que todos estos jinetes del Apocalipsis pretenden darle al sistema.

Porque esa bofetada al sistema se la van a dar en nuestra cara. No en la de todos, a largo plazo la bofetada se la darán a los de siempre, a los que menos tienen, a los más vulnerables, sean estadounidenses, mexicanos, franceses o argelinos. Uno de los problemas más graves de la globalización es que ha permitido la libre circulación de todo tipo de mercancías, pero no la libre circulación de personas. Eso ha creado las mafias, los simpapeles, la exclusión y los guetos de inmigrantes en los barrios más humildes de las ciudades y ha impedido ordenar un movimiento de personas que es imparable.

Trump no quiere remediar esto, sino todo lo contrario. Levantar muros para las personas e impedir que se invierta en desarrollo en los países de origen para conseguir que algún día no tengan que huir del hambre o de la guerra. O sea, que seguirán viniendo. La globalización no ha servido para frenar el cambio climático

La globalización no ha servido para frenar el cambio climático, al revés, ha galopado a lomos del producto o la energía que le resultaba más rentable sin importarle el impacto en el medio ambiente. No ha propiciado nuevos puestos de trabajo que sirvan de paso para impedir el deterioro del planeta. Trump se estrenó esta semana resucitando dos oleoductos para transportar petróleo vetados por Obama.

Creará puestos de trabajo para construirlos, sí, pero se acabarán cuando terminen de levantarlos y prolongará la vida de una fuente de energía contaminante y en declive. Sin futuro. Porque adonde nos llevan es al pasado.

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