El Hospital Costa del Sol de Marbella aplica un protocolo pionero para detectar la burundanga en robos y violaciones

Los profesionales del centro sanitario recogerán muestras de sangre, orina y cabello a las víctimas de delitos cuya sintomatología indique que han podido ingerir drogas de sumisión química

Despierta en la cama de un extraño, desnuda. «¿Cómo he llegado hasta aquí?», se pregunta. No bebió tanto, apenas un par de copas, pero la noche está llena de lagunas. Sólo algún flash suelto. Sí, hubo sexo, pero ella no fue parte del acuerdo. «Las víctimas lo describen como una experiencia onírica, como si abandonaran su cuerpo y observaran desde fuera una escena en la que aparecen, pero que escapa a su control», cuenta un médico forense que ha tratado decenas de casos de violaciones donde, por el relato de las afectadas, tuvo casi la certeza de que les habían suministrado burundanga. Pero nunca pudo comprobarlo.

Consejos

2. Compañía. Procurar no ir solos a los lugares de ocio. Si te marchas porque te encuentras mal, pedir a alguien de confianza que te acompañe.

3. Itineario. Antes de irte, cuéntale a tus amigos hacia dónde te diriges para que siempre haya alguien que lo sepa.

4. Síntomas Si sospechas que te han drogado, échate inmediatamente al suelo y haz gestos exagerados, como si tuvieses convulsiones. Eso puede contribuir a que el violador se vaya y a que alguien te ayude.

5. Denuncia. Si crees que has sufrido una agresión sexual mediante el uso de narcóticos, pide ayuda a las Fuerzas de Seguridad y acude rápidamente a un centro sanitario. Las drogas que provocan la sumisión química se eliminan del organismo con mucha rapidez. En sangre no duran más de seis u ocho horas.

Hasta ahora. Las autoridades judiciales, policiales y sanitarias han puesto en marcha en el Hospital Costa del Sol un protocolo pionero en toda Andalucía, y casi inédito en España, para detectar sustancias que provocan la «sumisión química», es decir, que anulan la voluntad de quienes las ingieren y las dejan a merced de los que las suministran. «Ya está todo preparado. Desde este mismo fin de semana, podemos tomar las muestras si se presenta un caso sospechoso», explica la doctora Carmen Agüera, adjunta a la unidad de Urgencias y responsable del protocolo en el hospital marbellí. De hecho, en las dos violaciones que se investigan en Marbella y Estepona, y que ayer publicaba este periódico, ya se ha aplicado.

La «preocupación» de las autoridades, avalada por las cifras –las agresiones sexuales tratadas en 2016 por el Instituto de Medicina Legal (IML) de Málaga aumentaron un 35%–, surgió entre los profesionales que trabajan directamente con las víctimas, esto es, policías y profesionales sanitarios de la Costa occidental. De los comentarios de pasillo se pasó a una mesa de trabajo creada hace ya un año y en la que se sentaron el forense Sergio Fernández Gorostiza, del IML de Marbella; la doctora Agüera; la directora y el coordinador del Servicio de Laboratorio, María Luisa Hortas y Miguel Cantero; y el asesor jurídico del Costa del Sol, Andrés Sedeño; además de responsables de la Guardia Civil y la Policía Nacional, con el comisario de Marbella, Enrique Lamelas, a la cabeza.

El principal problema pasaba por definir qué sustancias provocan la sumisión química y cómo detectarlas. La burundanga, también llamada droga de los violadores o polvo del diablo, es quizá la más famosa, pero no la única. «La burundanga es una mezcla de distintas sustancias, algunas de ellas procedentes de fármacos que se usan en hospitales como anestésicos o preanestésicos, y que tiene un efecto hipnótico-sedante», aclara el director del IML para la provincia, José Caba.

Aunque a veces también se la llama escopolamina, un alcaloide que está presente en las plantas solanáceas y que es el principio activo de algunos medicamentos, no son sinónimos; en realidad, se trata de una sinécdoque, confundir la parte con el todo, ya que la escopolamina sólo es uno de los principios activos que se utilizan para crear la burundanga. También hay casos descritos de violaciones mediante el uso de gammahidroxibutirato, más conocido en el mundo del ocio nocturno como GHB o éxtasis líquido, un potente depresor del sistema nervioso central. «El problema de estas sustancias –continúa Caba– es que se eliminan muy rápido del organismo y son muy difíciles de detectar». De ahí la importancia de denunciar lo antes posible y de la inmediata recogida de muestras por parte del personal sanitario. «Para ello, vamos a impartir desde esta misma semana sesiones informativas a nuestro personal, desde médicos, enfermeros y auxiliares de enfermería hasta celadores (implicados en la cadena de custodia), para que sepan qué muestras tomar, los documentos que hay rellenar y todos los pasos que deben dar», asegura la doctora Agüera.

El protocolo se aplicará cuando el profesional sanitario, al escuchar al paciente, observe síntomas que encajan con la sumisión química, o bien cuando las Fuerzas de Seguridad lleven al hospital a una víctima de un delito que en su relato describa el mismo cuadro clínico. En todos los casos, el afectado deberá firmar un consentimiento informado. A partir de ahí, se contemplan tres escenarios diferentes. Si han pasado menos de 24 horas de la posible ingesta, se toman muestras de sangre (cuatro tubos), orina (dos) y cabello. Si ocurrió entre 24 y 72 horas, sólo se recogen de orina y pelo, ya que en sangre desaparecen muy rápidamente. Si han transcurrido más de 72 horas, sólo sirve el cabello.

«Procuramos que toda la atención al paciente se realice en un acto único para evitar que tenga que volver al hospital y, con ello, una segunda victimización», matiza la doctora adjunta al área de Urgencias del Costa del Sol. En los tres supuestos, la muestra de pelo –siempre de la cabeza– recogida en el hospital sólo es de control, ya que la presencia de la burundanga no aparecería en el cabello hasta cuatro semanas después de la ingesta; el protocolo contempla que, al cabo de un mes, los forenses deberán recoger una segunda muestra.

Cadena de custodia

El segundo hándicap que había que resolver era el análisis de las pruebas. Ni los laboratorios de los hospitales, ni siquiera los del Instituto de Toxicología de Sevilla, tienen capacidad ni equipos con la sensibilidad necesaria para detectar las drogas de sumisión química. Hay que remitirlas al Instituto Nacional de Toxicología, en Madrid. «El laboratorio de Análisis Clínico del Hospital Costa del Sol es el último eslabón de esa cadena de custodia, de ahí la importancia de su labor en la preparación, mantenimiento y envío de las muestras», aclara la responsable del proyecto.

Aunque inicialmente se puso el foco sobre las violaciones, los profesionales se dieron cuenta muy pronto de que era necesario ampliar el protocolo a otros delitos, como por ejemplo los robos en viviendas, donde las víctimas manifiestan con frecuencia síntomas –al despertar, sienten náuseas, jaqueca, habla pastosa y un sueño tan profundo que ni siquiera se percataron de que el ladrón estuvo hurgando en su mesita de noche– que encajan con el suministro de sustancias sedantes. «Es cierto que en los últimos años se ha observado un incremento de los delitos asociados a la sumisión química, que además son de lo más variados, como robos, homicidios y, sobre todo, los de índole sexual», afirma el fiscal jefe de Marbella, Julio Martínez, que aplaude la creación del protocolo y se ofrece a colaborar para aplicarlo. Ayer mismo, SUR informaba de un caso concreto en Marbella, donde la Fiscalía pide penas de cinco años de cárcel para dos mujeres acusadas de drogar a un hombre para desvalijar su casa.

El director del IML en Málaga asegura que en los próximos días se organizará una reunión con las autoridades judiciales, policiales y sanitarias para extender el protocolo al resto de hospitales de la provincia. La doctora Agüera avanza ya el siguiente paso. «Nuestra idea es exportarlo a toda la región, entendemos que es muy beneficioso para la población al evitar la impunidad en estos delitos»

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