«Absurdo y dañino» Editorial del PAIS

Los dirigentes de los partidos que no ganaron en las elecciones andaluzas del pasado 22 de marzo (Partido Popular, Podemos, Ciudadanos e IU) coinciden en seguir bloqueando el nuevo Gobierno que el PSOE intenta poner en pie como vencedor de los comicios. Es normal que la oposición niegue su apoyo al programa de Susana Díaz si no le gusta; lo absurdo es impedirle gobernar a toda costa, cuando nadie puede poner en duda su derecho a hacerlo.

La situación nada tiene que ver con la de Javier Arenas en 2012: pese a que el PP ganó las elecciones celebradas aquel año, Arenas no pudo ser investido como presidente de la Junta de Andalucía porque surgió la coalición PSOE-IU. Ahora pasan las semanas sin que emerja ningún Gobierno alternativo al del vencedor de las elecciones. Y si no hay más opciones, impedir el funcionamiento de la única presentada es una actitud dañina para la democracia.

Lo más revelador es que coinciden en el bloqueo dos fuerzas tradicionales (Partido Popular e Izquierda Unida) y dos emergentes (Podemos y Ciudadanos), precisamente las que se dicen prestas a aportar aire fresco a la política. Los nuevos partidos emplean la misma actitud cortoplacista que tanto critican ellos en las formaciones de la vieja política. Resulta desconcertante el regreso de Albert Rivera al bloque del no, tras haber dado la impresión, elogiada por este periódico, de que estaba dispuesto a una actitud más responsable. Tampoco se entienden las palabras de la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, dando a entender que Susana Díaz se lo ha buscado por anticipar las elecciones, como si el Gobierno pretendiera cobrarle un precio político por ello. También Podemos debería dar explicaciones por su posición.

Todo esto no augura nada bueno para el futuro inmediato de España. Dentro de dos semanas están convocados a las urnas los electores de 13 comunidades, las dos ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y todos los municipios. La falta de respeto demostrada por varios partidos hacia los votantes andaluces puede extenderse y amplificarse a medida que los electores de otras partes de España nieguen todo el poder a un solo partido. ¿Se trata, acaso, de presionarles para que cambien sus preferencias de voto en el último momento y apoyen masivamente a alguien?

La política es una actividad que gira en torno a la negociación y el compromiso, en ausencia de mayorías absolutas que lleven a cabo unilateralmente sus programas. Es intolerable obstruir el funcionamiento normal de las instituciones por intereses meramente partidistas y forzar la pérdida de todo el año electoral, a la espera de que los administradores de los votos ciudadanos tengan a bien alumbrar o permitir nuevos Gobiernos. Ese tacticismo puede desembocar en un país ingobernable.

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