’23 disparos’ un documental sobre la misteriosa muerte de Manuel José García Caparrós Andalucía Digital Multimedia / Canal Sur

Nuevas pruebas, que salen a la luz al cumplirse 40 años sin un culpable, apuntan al cabo Pastor, ya fallecido

Le retiraron la pistola y le cambiaron de ciudad. Nunca fue juzgado y ascendió a subinspector. La bala asesina fue lavada con acetona

El día en que lo mataron Manuel José llevaba una cazadora marrón y 9.000 pesetas en el bolsillo, quizá su último sueldo por llenar botellas en la fábrica Cervezas Victoria. Hacía poco que se había afiliado a CCOO, faltaban tres semanas para que cumpliera 19 años y aquel día en las calles de Málaga reivindicaba que Andalucía tuviera el mismo grado de autonomía que el País Vasco o Cataluña, cuando por última vez le oyeron gritar: «¡Asesinos, me han dado!».

Entre los disparos que realizaron agentes de la Policía Armada de Málaga para contener a los manifestantes, una bala le atravesó la axila izquierda a Manuel José García Caparrós y se le incrustó en el costado derecho, cerca de la cadera.

Cuarenta años después de aquel 4 de diciembre de 1977, su homicidio entre banderas verdiblancas, tiros al aire, botes de humo y piedras volando es un caso abierto y una herida aún sangrante para sus tres hermanas. Aunque nuevas investigaciones están arrojando luz sobre aquel oscuro suceso que manchó la Transición. Las averiguaciones de una secretaria judicial empeñada en esclarecer el caso y de los artífices de un documental que este lunes estrena Canal Sur son el hilo conductor de esta historia. La historia de la muerte del chico [en la fotografía] que se convirtió en mártir y mito del autonomismo andaluz; de una bala que fue lavada con acetona y nunca permitió procesar a ningún sospechoso, y del hombre, entonces cabo primero de la Policía Armada, al que varios indicios apuntaron como culpable pero que, sobreseído el caso, siguió su vida como agente a 37 kilómetros de allí.

Calibre 9 milímetros

Aquel día, después de resultar herido, Manuel José ingresó ya muerto en la residencia hospitalaria Carlos Haya. En su cuerpo tenía alojada una bala del calibre 9 milímetros corto, fabricada en Toledo. Propia de las armas que utiliza la Policía Armada. Sin embargo, cuando el cadáver llegó a la sala de autopsias, la bala ya no le acompañaba.

El documental 23 disparos -por los 23 tiros que impactaron contra algo aquel día: fachadas, farolas… y el cuerpo de Manuel José-, en el que el policía jubilado Juan Antonio O’Donnell entrevista a varios agentes y civiles que presenciaron los hechos, se revela que «en la sala de autopsia nunca estuvo el proyectil», según el ayudante de forense que analizó el cuerpo del joven, Antonio García de Gálvez. Alguien, probablemente un médico de urgencias, se la había extraído del cuerpo y la había adherido a la sábana de su cama con un esparadrapo. Así fue como el juez ordenó levantar el cadáver, explican a Crónica los productores de la cinta, Ricardo Llorca y Javier Andino, director general y responsable de contenidos de Andalucía Digital Multimedia, respectivamente.

A partir de ahí se inicia una investigación judicial de ocho años que acaba en sobreseimiento provisional por falta de pruebas y en la que el proyectil es sometido a 12 traslados de ida y vuelta entre juzgados y hasta a cinco exámenes balísticos. En uno de ellos (el cuarto) se asegura que la bala blindada que mató a García Caparrós pudo ser disparada por el arma reglamentaria de un cabo primero de la Policía Armada de iniciales M. P. R, pero nunca se fue más allá, según ha podido concluir Rosa Burgos, la secretaria judicial que ha escudriñado el sumario que ella misma localizó entre montones de papeles en los sótanos del Palacio de Justicia de Málaga.

¿Quién era M. P. R., cuya identidad no ha sido desvelada nunca en estos 40 años?

El cabo Pastor se jubiló

Su nombre, según ha podido saber este suplemento, era Miguel Pastor. Nacido en Málaga, tenía 36 años en diciembre de 1977 y poco después se trasladó a la localidad de Vélez-Málaga, en la misma provincia. Dejó su ciudad, pero no su profesión. Ya reconvertido en policía nacional, fue destinado a varios puntos de España, como Lleida y Fuengirola, apunta un conocido. «Ascendió a sargento», añade esta fuente, «y en Vélez-Málaga se jubiló como subinspector». Un infarto cerebral lo dejó muy tocado y murió hace unos años, superados los 70.

¿Fue él quien causó la muerte a García Caparrós? No puede decirse con certeza. En opinión de Rosa Burgos, es muy posible, pero «una serie de favores envenenados» dejaron el caso en suspenso. Su tesis es que en plena Transición, con ETA matando a policías, el PCE recién legalizado, las primeras elecciones democráticas… hubo quizá un «pacto de silencio».

Los indicios

Los indicios que se extraen del sumario y que apuntan al cabo Pastor son varios. La secretaria judicial los recoge con detalle en su libro Las muertes de García Caparrós, publicado esta semana y editado por la revista malagueña El Observador.

El primero resulta quizá insignificante. Cuando arranca la investigación, aquel mes de diciembre, el juzgado cita a varios policías. Entre ellos, al cabo Pastor. Pero no acude a la cita. «El cabo primero de estas Fuerzas don M. P. R. se encuentra enfermo en su domicilio y bajo tratamiento por padecer cistopielitis», alegó un teniente médico.

El 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, acaba declarando, por primera y última vez. Explica que él estuvo allí, cerca de donde dispararon a Manuel José, pero que no utilizó su arma. Sin embargo, otro testigo le contradice: el cabo Pastor, hombre «de complexión fuerte, atlética, con nariz aguileña», no sólo efectuó un disparo, sino varios…

El entonces diputado de UCD y actual alcalde popular de Málaga, Francisco de la Torre, recuerda aún hoy una escena que el propio cabo Pastor relata en su declaración. De la Torre se cruzó con el cabo, que «llevaba el arma en la mano» , y le conminó a que «la enfundara», que allí había mujeres y niños. El cabo le respondió que los policías también tenían mujeres y niños y nadie los compadecía.

Pasaron cuatro años hasta que el abogado de la familia de García Caparrós solicitó, no se sabe bien por qué, una prueba balística con la pistola del cabo y la de otro agente. La Policía respondió entonces al juzgado que el cabo Pastor había sido destinado a otra localidad (Vélez-Málaga) y que, además, su arma (marca Star modelo S y con número de serie 861768), fue dada de baja el 31 de enero de 1979, a pesar de que funcionaba correctamente y de que el agente no había abandonado el Cuerpo. El informe de balística encuentra «una ligera similitud» entre la bala y la pistola del cabo, pero insuficiente. Otro informe más, de diciembre de 1983, dirá que «cabe deducir que la pistola reseñada puede haber disparado la bala dubitada recibida, pero en modo alguno se afirma que lo haya sido (…)».

El último informe, siete años después de la muerte de Manuel José, cuestiona incluso que esa bala tantas veces analizada sea la que mató al chico. La razón: no tiene restos orgánicos. «Para la realización de los anteriores estudios microscópicos», se lee en el sumario, «la bala fue limpiada con acetona a fin de facilitar la apreciación de las rayas y microrrayas contenidas en sus estrías (…)».

Así que el 24 de junio de 1985 el juez acuerda el sobreseimiento provisional del caso. El crimen se investigó judicialmente, sí, y también hubo una comisión de investigación secreta en el Congreso de los Diputados (cuyas actas íntegras aún reclaman las hermanas de Manuel José). Pero no se concluyó nada. Caso prescrito. Así hasta hoy.

«El más besucón»

En estos 40 años han muerto los padres del chico y son sus tres hermanas quienes lo recuerdan. Para ellas era «Manolito», tan guapo y tan alto (1,90 de altura), «siempre un buen hijo y un buen hermano», cuenta a Crónica Loli García Caparrós, la hermana menor. «Era el más besucón de todos: 20 veces llegaba a casa y las 20 les daba un beso en la frente a mi madre y a mi padre. Era tan cariñoso…».

La familia solicitó en su día que Manuel José fuera considerado víctima del terrorismo, cosa que no han conseguido. Sí han visto cómo su hermano era nombrado hijo predilecto de Málaga (a iniciativa del alcalde De la Torre). Cómo le dedicaban canciones (Un cuatro de diciembre muere un malagueño / una bala traidora le quitó la vía / tan sólo porque estaba queriendo a su pueblo / y alzando la bandera de su Andalucía, empieza el pasodoble de Raza Mora). Cómo colocaban una placa en su memoria (con el nombre mal puesto, «José Manuel», y no en el lugar exacto donde le dispararon).

Su esperanza radica ahora en la Ley de Memoria Democrática que aprobó en marzo el Parlamento andaluz, una norma que, según interpreta el abogado de las hermanas, «recoge la necesidad del conocimiento de la verdad, la reparación pública, la institucional y también la indemnización [económica] a la familia».

Pero para las García Caparrós la herida sigue abierta. «¿Por qué nadie nos ha dicho el nombre de ese policía en 40 años?», se pregunta Loli. «Quien mató a mi hermano fue un cobarde: los cobardes matan y se esconden. Se llevó a una familia entera y eso no se puede olvidar. Sólo queremos saber la verdad». El cabo Pastor ya no les podrá responder.

LEYRE IGLESIAS

http://www.elmundo.es/cronica/2017/12/04/5a219a1a268e3ed1638b4684.html

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