AMEN por JUAN ALFREDO BELLÓN para  EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 10-12-2017

Tengo que decir que este 2017 que ahora agoniza se me ha pasado en un periquete y casi no me he dado cuenta de verlo terminar y ello por encima del hecho conocido de que los años nos pasan cada vez más deprisa y los sentimos irse con una creciente aceleración que tiene que ver con cómo percibimos trascurrir cada vez con más fugacidad el tiempo antropológico.

El caso es que por estas fechas, cuando ya sabemos que estamos en las escurriduras del año, todo el tiempo restante se nos abalanza precipitadamente y parece como si el ritmo del todo huye anduviera in crescendo y se incrementara fuera de nuestro control haciendo crecer el omnia fugit y sobre todo, lo poco que resta de 2017, y así adelgazarse y engrandecerse el soporte final de ese fugit generalizado.

Y para que conste y surta efecto este proceso de minimalidad y el impulso contrario de ensanchamiento que en sus últimos estertores experimenta el año, sin que ello sirva de antecedente favorable ni de consiguiente en su contra, tendré que añadir que, en las pocas semanas que al año le fatan para concluir, tendemos los humanos a acomodar y a acomodarnos tal cantidad de eventos finianuales, que casi no podemos administrar la capacidad real de llegar al plinto la disolución tomando la carrerilla necesaria para decir adiós al tiempo como quien ejecuta una heroicidad siendo capaz de contradecir las expectativas tan nefastas de la Era Trump sin pensar que haya en su caletre alguna capacidad para inventarse una barbaridad mayor, como le ocurrió a aquel examinando que respondió ser quien descubrió América Juana la Beltraneja y, repreguntado por el tribunal examinador si sabía alguna barbaridad mayor, respondió mirando a la cara al Presidente, a los tres Vocales y al Secretario con suma tranquilidad:

-Sí señores, me cago en todos sus muertos (de ustedes) negros…

Pues eso, que a Trump se le pueden ocurrir todavía en lo que queda de año un número impensablemente infinito de barbaridades más que deje en mantilla el reconocimiento oficial por parte de Washington de la capitalidad de Jerusalem y el quebrantamiento del statu quo actual del maremagnum del Oriente Medio, del mismo modo que a nuestro final del año 2017 le pueden faltar para irse a las mierda, con todos sus muertos, tres o cuatro mil desayunos, comidas y cenas de Navidad más de los que ya tenemos programados y comprometidos y siete u ocho mil Amigos Invisibles más de los que contamos con asistir, regalar y ser regalados… Hasta eso y mucho más puede alargarse el año que ahora termina.

Como las calles de Granada que, al igual que las del centro de Madrid, que todavía pueden ensancharse y regularse más, para acoger a más visitantes forasteros y a más turistas nacionales y extranjeros que disfruten de nuestra ciudad sin asfixiar el tráfico y uso cotidiano de sus habitantes naturales, que somos nosotros y que tendremos que establecer turnos alternativos de entrada al Albaycín y de salida de las Plazas Larga y de San Nicolás por sendas Caldererías (la Nueva y la Vieja) como en Madrid Manuela Carmena y la Cifuentes se han visto obligadas a regular la circulación rodada y pedestre por la Puerta del Sol y la Gran Vía, y las calles de la Montera y de Preciados, que ahora se dice del Corte Inglés. Pues eso, aquí habrá que hacer lo mismo con las cuestas de la Lona y del Chapiz, con el Camino del Monte Sacro y con la cuesta de las Arremangadas… y que tiemblen Málaga y Sevilla, que esto no ha hecho más que empezar y eso que a nosotros no nos ponen el AVE y, si llega, lo hará en superficie, para que los visitantes vean bien a su llegada la nieve de la Sierra.

Y así, tomemos impulso y carrerilla para salir con fuerza de este feliz 3017 que tan corto se nos hizo y salgamos de él con los deberes bien hechicos hacia un 2018 en que terminemos cuanto nos queda por hacer y, si no hemos podido cumplir con todos los compromisos de comer y cenar, ahí nos viene San Antón con su olla podrida para alargar nuestra ingesta calórica. Amen.

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