Hay besos, abrazos y caricias que cuando no se pueden dar a quien se quiere quedan guardados en el cajón del corazón. Allí, calentitos y mecidos al ritmo del latido del amor más puro y desinteresado, se dibujan aún más grandes, más fuertes y más profundos a la espera del momento precioso de ser dados a su destinatario.

De esos besos arrojados al aire, de esos abrazos lanzados al sol, de esas caricias bellas y tiernas que acarician a quien ha de recibirlas tiene a raudales infinitos Juana Rivas. Ella cada día los colecciona en montoncitos, los toca y los mira con su alma para soportar mejor la soledad y la tristeza de no poder abrazar, educar y cuidar a Daniel y Gabriel.

Es su manera de seguir adelante, de no desistir, de no decaer, de continuar al frente de su dignidad y la de tantas mujeres que como ella levantan la pancarta valiente y justa de “¡no sin mis hijos!”. Ella no mengua en cumplir su sueño y volver a estar con ellos. Ella pelea por una vida en paz. Ella pone en jaque a un sistema que en lugar del amor siembra odio a quien nace mujer. Ella hace la guerra a los poderosos, a los opresores, a los maltratadores, a los cómplices que se amparan en leyes para querer anularla, a los que se atreven a juzgar el dolor desconocido de una mujer maltratada. Ella, como Juana de Arco, empuña la espada de su amor de madre y se arroja a los leones y las hienas que la rodean con la sonrisa y la esperanza. Ella les gana por goleada por más que los otros se crean vencedores porque su razón es la que habita en el corazón.

Juana Rivas es el espejo brutal y doloroso que refleja una sociedad que maltrata a las mujeres y también a los menores. Su nombre y su lucha es el nombre y la lucha de todas las mujeres, incluso de las que no se sienten identificadas con ella. Ella es el retrato del patriarcado que con golpes, sentencias, insultos y olvido quiere seguir manteniendo su poder.

Juana, le pese a quien le pese, es una gran mujer, una heroína que se ha atrevido a desobedecer al dueño y señor del mundo. Su desobediencia le está costando lágrimas, dolor, pobreza, horas de no dormir, ojeras que cargan el peso del alma rota, pero gracias a su lucha todas y todos somos más libres, o mejor dicho, somos libres de verdad.

Ella quiere con su ejemplo que a las mujeres la vida deje de acobardarnos, lesionarnos, maltratarnos, hundirnos, malearnos, vilipendiarnos, abandonarnos, machacarnos, asesinarnos, desdibujarnos, callarnos, desahuciarnos, gritarnos, silenciarnos, deshonrarnos ,violarnos, manosearnos, ignorarnos, encarcelarnos, penalizarnos, ahogarnos, cosificarnos, gritarnos, usarnos, mutilarnos, enjuiciarnos, culpabilizarnos, responsabilizarnos…

Ella hace la guerra del amor para conseguir la paz. Su paz y la de todas y cada una de nosotras. Ella desea que cada una de nuestras habitaciones propias sean lugares en las que quepamos todas y cada una de las mujeres que somos y no las que quieren que seamos. Juana Rivas enmujece al mundo y por eso no la dejamos sola. A Juana Rivas y sus hijos, las mujeres y los hombres de bien, no la olvidamos.

Nuria Coronado es periodista, editora en www.lideditorial.com y responsable de Comunicación de Juan Merodio  publicado en 20 minutos

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