Las mujeres de ayer, su ejemplo, su fuerza, su amor, su solidaridad, son la energía que necesitamos para construir el futuro

Ya pronto llega el 8 de marzo y nos preparamos para celebrar a las mujeres. Es un día especial, una fiesta que tiene los ecos del siglo XX y esa energía del internacionalismo sindicalista que peleó por los trabajadores de entonces, y a la que se sumaron con fuerza las mujeres. Todavía respiran con nosotros muchas de esas mujeres que han ido labrando nuestra historia colectiva con el talante firme que reivindica la igualdad en cada gesto. Nacieron en una época que se olvidó de contarlas como parte del todo, pero supieron adaptarse y abrir nuevos espacios en los que se han consolidado transmitiendo una mirada igualitaria y dialogante. Pienso en nuestras madres, en nuestras abuelas, herederas todas de las luchadoras de otros siglos, estas grandes mujeres que arrastran un pasado, que nos dan perspectiva, y conviven en este presente con las mujeres que nacieron en el siglo XXI.

Somos mujeres de varios tiempos en una misma geografía. A muchas les tocó nacer en una sociedad que no pensaba con el vocabulario de la igualdad. Casi tuvieron que pedir permiso para ser ellas mismas y crecer sin complejos. El feminismo en la memoria popular de su época sonaba a expresión subversiva. Trataban de buscar un equilibrio secreto entre lo que les dejaban opinar y su propio talante feminista. Porque, como todos, ellas querían estudiar carreras, tener trabajos dignos y formar parte activa de la sociedad de su tiempo en condición de igualdad. Son muchas historias de mujeres luchadoras que todavía se repiten con diferentes tramas, pero están marcadas por una esencia parecida. Algunas de aquellas mujeres del siglo pasado se quedaron viudas muy pronto, y sacaron hijos adelante en una España sórdida que no las veía, y lo hicieron con una generosidad y unas habilidades impensables que hoy nos conmueven.

A muchas de ellas las hemos visto estos días formando parte de las manifestaciones de los jubilados y pensionistas, uniendo su reivindicación desesperada a la de los hombres. Ellas, que envejecieron arrastrando la invisibilidad de su siglo y saben lo que es ser dejadas de lado, vivir en precario, hacer milagros con la despensa, siempre dan lecciones inolvidables. Las mujeres de ayer, su ejemplo, su fuerza, su amor, su solidaridad, son la energía que necesitamos para construir el futuro. Las mujeres de ahora y las del mañana también están llenas de vida y prometen mucho. El 8 de marzo celebramos a todas las mujeres, y en esta fiesta, habitada por los mejores deseos y los compromisos plenos que algún día se harán logros, estáis todos invitados.

FOTO: A muchas les tocó nacer en una sociedad que no pensaba con el vocabulario de la igualdad. Jaime Villanueva

https://elpais.com/elpais/2018/03/01/opinion/1519909518_523592.html

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