La protagonizaron las mujeres de Islandia en octubre de 1975 y se calcula que hasta el 90 por ciento secundaron la convocatoria que consiguió paralizar el país por completo. En lugar de ir a la oficina o dedicarse a las tareas domésticas las mujeres tomaron las calles para manifestarse por la igualdad de género.

Islandia, en 1975, no era, ni de lejos, el país más machista del mundo. Las islandesas obtuvieron el derecho al voto en 1.915, tan sólo algo después que Nueva Zelanda y Finlandia. Sin embargo, 60 años más tarde sólo había 3 mujeres diputadas, lo que representaba al 5% del Parlamento. En comparación con otros países del norte de Europa, donde las parlamentarias eran entre el 16 y el 23% de la Cámara, la cifra de Islandia era muy baja y la idea de que el papel que desempeñaba la mujer en la sociedad islandesa no estaba lo suficientemente valorado fue tomando fuerza.

1975 había sido declarado por la ONU como el Año Internacional de la Mujer, como respuesta al impulso que el movimiento feminista estaba teniendo en algunos países. En Islandia las organizaciones de mujeres prepararon una serie de actividades para debatir y buscar soluciones a las desigualdades laborales, salariales y del ámbito doméstico. La idea de la huelga surge en uno de esos encuentros. Fue el grupo feminista radical “Red Stockings” (medias rojas) quien planteó la convocatoria. La idea era demostrar a todo el país que si las mujeres dejaban de ir a su trabajo, cuidar a sus hijos y hacer las tareas domésticas la sociedad no podía funcionar. Se trataba de que los hombres vieran de forma evidente lo importante que era el papel de las mujeres y que le asignaran el valor real que tenía su trabajo dentro y fuera del hogar. La propuesta fue muy discutida y finalmente aceptada pero cambiando la palabra “huelga” por “día libre”, así que se convocó el “Women’s Day Off”.

Mientras en Islandia y en las principales capitales europeas y de Estados Unidos el año Internacional de la Mujer se celebraba con debates sobre la desigualdad de género, marchas de protesta y manifestaciones multitudinarias, España vivía sus propias conmemoraciones. Los principales periódicos no hicieron ninguna mención a esa primera huelga feminista de la historia. El gobierno encargó a la sección femenina del movimiento, cuya presidencia honorífica recaía en Carmen Polo de Franco y la real en Pilar Primo de Rivera, la organización del evento en nuestro país. Aunque temas como el aborto, el divorcio o los anticonceptivos no pudieron abordarse libremente, el año Internacional de Mujer permitió el reagrupamiento y la coordinación de asociaciones de mujeres en España. Además, en el mes de mayo se dio luz verde a la reforma de varios artículos del código civil y de comercio que acabaron con la obligación de solicitar el permiso del marido para una serie de actividades.

Las ventajas que consiguió Islandia con la celebración de ese año y con la huelga de mujeres del 24 de octubre de 1975 fueron más evidentes a corto plazo. 5 Años después, en noviembre de 1980, una de las mujeres que había salido a manifestarse por las calles de Reikiavik, Vigdis Finnbogadóttir, venció a tres candidatos masculinos en las elecciones presidenciales. Se convirtió en la primera mujer presidenta en Europa, cargo que ocupó durante 16 años, y en la primera jefa de Estado del mundo elegida democráticamente.

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