La gran canción del repertorio de los Rolling Stones, nacida de un ‘riff’ tomado de Martha and the Vandellas y de una verso de Chuck Berry, cumple 50 años

Keith Richards escupió en el suelo como símbolo de asco hacia Ed Sullivan, que se había portado «como un cerdo» durante la actuación de los Rolling Stones en el famoso ‘show’ del presentador en la CBS. Esverdad que los Rolling Stones habían tocado francamente mal su versión de ‘Everybody needs somebody to love’, el maravilloso tema de Salomon Burke, la canción que habían elegido para el final de su actuación ante las cámaras de televisión. Mala decisión.

Durante el mediodía de aquel domingo, 2 de mayo de 1965, los Rolling Stones habían ensayado tres temas. Entre ellos, ‘2120 South Michigan Avenue’, un título que no era más que la dirección donde se encontraban los estudios de Chess Records, donde iban a grabar unos cuantos días después. No la hicieron bien durante las pruebas y la desestimaron. Pero al acabar el ensayo ya no pudiera salir de los camerinos de los estudios. Se habían quedado encerrados y así pasaron varias horas, como conejos y sumamente cabreados con Sullivan.

Finalmente, pasadas las ocho de la noche, Richards, Jagger y compañía aparecieron para tocar en directo ‘The last time’, que no estuvo mal del todo. Para la segunda parte del ‘show’ tocaron en directo ‘Little red rooster’, que siempre les salía bien y, después, el desastre de ‘Everybody…’. Keith recuerda que Dusty Springfield les consoló. Ella también pasaba por ahí, había actuado en el ‘Show de Sullivan’. Dusty se ganó que la invitaran al Club Playboy de Nueva York, donde London Records,el sello de Decca en Estados Unidos, le ofrecería una fiesta especial. Los Rolling Stones se apuntaron. Allí pudieron conocer mejor a otro de sus ídolos, Roy Orbison.

Contra los Beatles

Al día siguiente, la banda se prestó a grabar un programa para la cadena ABC, un especial al que habían titulado ‘The Beatles vs. the Rolling Stones’. No les hacía mucha gracia el contenido del programa pero pudieron tocar en directo seis canciones y lograron una buena promoción.

Y después, otro viaje hasta Atlanta para actuar en el auditorio del Georgia Southern College. Los Stones pasaron un momento de pánico, porque el avión tuvo graves problemas para aterrizar por culpa de sus frenos hidraúlicos. Mick Jagger era siempre el que más sufría en estos casos. Finalmente, tomaron tierra con buena fortuna y, al día siguiente, tomaron otro avión hacia Tampa. La temperatura era buena y su hotel tenía una magnífica piscina. Se trataba del Gulf Motel, en Clearwater, no muy lejos de donde actuarían por la noche, en el Jack Russell Baseball Stadium. Aquella calurosa noche del miércoles día 5 de mayo de 1965 iba a resultar decisiva en la vida, la obra y los milagros de los Rolling Stones.

En el estadio donde entrenaban los Phillies en su pretemporada sólo se presentaron cuatro mil ‘fans’, ruidosos pero atemorizados por dos filas de policías que vigilaban el lugar. Los Stones tocaron sólo cinco canciones. Entre ellas, ‘Little red rooster’ y ‘Time is on my side’. En el escenario, todo fue ansiedad y miedo por una posible interpretación violenta de los policías, que veían a los Stones, como a unos niños malos y degenerados, unos gamberros ingleses que venían a pervertir la juventud local. Esa noche Brian Jones actuó con un corsé porque, tras discutir con un ‘roadie’ de la gira, se rompió dos costillas. Oficialmente se dijo que había tenido un accidente en la piscina. Al acabar el concierto, medio muertos, todos se fueron a sus habitaciones del Gulf Motel.

El juez, Martha y Chuck

Eran las tres de la mañana de aquella noche tan calurosa del 5 de mayo. Keith Richards no podía dormir. Tenía su guitarra en uno de los lados de su cama y el cassette Philips en la mesilla de noche. No soltaba de su cabeza un ‘riff’ de guitarra: 1-2; 1-2-3; 1-2-3-4-5. En realidad, un dibujo musical casi calcado del excepcional tema de Martha and the Vandellas, ‘Nowhere to run’, que no dejaban de escuchar ni un sólo momento por aquellos días en las radios americanas. Para solventar la introducción con tres acordes, se inspiró en la letra de su ídolo Chuck Berry en su canción ‘Thirty days’: «I can’t get no satisfaction from the judge». Y eso cantó, acompañado por el ‘riff’, que él pensaba hacer con una sección de metal, como en el disco de Martha Reeves. Grabó unos dos minutos en la cassette y, según el testimonio del mismísimo Keith, otros 20 minutos de ronquidos. Había caído rendido.

A la mañana siguiente, en la piscina del hotel le puso el boceto a Mick Jagger para tratar de acabarlo. En 10 minutos, Mick Jagger ya tenía una letra increíble y un buen estribillo adaptado de lo que había grabado Richards. Mick era un fenómeno de la composición siempre que le dieran una raíz más o menos sólida. Aunque aquel casi-tema de Richards le pareció algo flojo, pero los Stones necesitaban un éxito propio como comer. ‘The last time’, su última apuesta, había sido sólo una versión más. Mientras que los Beatles lograban numero un uno tras numero uno, siempre firmados por Lennon-Mc Cartney.

Mick y Keith se dejaron fotografiar en aquella piscina donde había nacido una canción a la que habían dado el nombre, siguiendo los designios de Chuck Berry, como ‘I can’t get no satisfaction’, un título que incluía un error gramatical, como ‘A hard day’s night’ de los Beatles.

La canción se prestaba a grabarla en sus mitificados estudios de la Chess en Chicago. La banda llegó a la ciudad el sábado, 9 de mayo, para actuar en el teatro Aerie Crown. Dos días después, el lunes, les esperaba una auténtica maratón. Ese 10 mayo, sólo cuatro días más tarde de la noche mágica de Clearwater, los Rolling Stones trabajaron desde las doce del mediodía hasta las cinco de la mañana del día siguiente. Grabaron nada menos que 10 canciones en 17 horas. Entre ellas, la famosa del melodía del riff de metal, ‘I can’t get no satisfaction’, pero también ‘Thats how my love is’, una versión de la gran canción de Otis Redding.

Satisfacción menor

La versión que grabaron de ‘Satisfaction’ con el gran ingeniero y productor Ron Malo era bastante floja, lenta, con cierto toque de blues que distraía de la melodía, sin corazón, a pesar de un armónica que había grabado Brian Jones. Brian,por cierto, detestaba el tema. Al día siguiente, salieron del hotel Sheraton de Chicago con cara de sueño. No habían dormido nada, pero tenían que volar a Los Ángeles, porque les esperaba otra sesión de grabación en los increíbles nuevos estudios RCA de Hollywood Boulevard, casi recién estrenado para mayor gloria de Elvis Presley. Elvis, como sabía que los Stones iban a grabar en ‘su estudio’ los había invitado a una actuación suya, esa noche, del martes, en el Paramount. Casi una audiencia con el Rey.

Al día siguiente, a las diez de la mañana del miércoles 12 de mayo de 1965, los Rolling Stones se pusieron en manos de un mago, el gran ingeniero David Hassinger. Nadie se pone de acuerdo si ‘Satsifaction’ fue el primer tema que grabaron, porque estaban un poco desmoralizados por la mala versión que habían grabado en Chicago. Se sabe ahora que hicieron tres versiones diferentes del tema en el estudio de Los Ángeles. Las dos primeras carecían de fuerza suficiente , hasta que Charlie Watts le dio un ritmo diferente a la canción, magnífico. Pero aún quedaba había el problema: Keith Richards estaba absolutamente convencido que aquel ‘riff’ tan formidable había que grabarlo con una sección de metal. El productor de los Stones , Andre Loog Oldham dijo que Keith estaba loco. Ni tenían ni tiempo ni presupuesto para semejante invento idea.

Un truco magistral

Una vez más apareció la magia de Dave Hassinger para arreglar el entuerto. Muchos guitarristas de sesión en aquellos días utilizaban un pedal llamado Gibson Maestro Fuzzbox, que no sólo hacía el ‘wah-.wah’ típico que inmortalizó Jimi Hendrix, sino que además imitaba el sonido de saxo de manera muy convincente. Hassinger le hizo tocar a Keith con ese efecto. Dobló su guitarra en dos pistas diferentes. Y Richards se quedó contento. Aunque en la versión mono apenas se oye, el maestro de los maestros, el músico que era la mano derecha de Phil Spector, el inolvidable Jack Nitzsche no sólo mejoró armónicamente ‘Satisfaction’, sino que le añadió un piano magnífico y la famosa pandereta que le daba una nueva vida al tema.

A las nueve de la noche, el tema había quedado grabado en su cuarta y definitiva versión. Bill , Charlie y Brian se fueron a su hotel, el Ambassador, el mismo hotel de Los Ángeles donde asesinaron a Bobby Kennedy tres años más tarde. Mick Jagger hizo unas pocas tomas y grabó su voz, con unos coros finales, ayudado por Keith. La sesión acabó a las nueve de la mañana del día siguiente de aquel miércoles. El resto es historia.

Dave Hassinger mezcló al día siguiente todas las canciones de las dos sesiones de los días 11 y 12 de mayo. ‘Satisfaction’ fue una de las primeras.

Cuando escucharon ‘Satisfaction’, los ejecutivos de la London Records supieron que estaban ante un éxito inmediato. Se dieron prisa. En sólo unas semanas, el 28 de mayo, ya habían lanzado el disco a las tiendas y el famoso 6 de junio ya la tenían todas las emisoras de los Estados Unidos. Fue un numero uno inmediato. Hace justo cincuenta años.

Dos o tres veces le he preguntando a Keith Richards si realmente el efecto del Gibson Maestro no está doblado precisamente con un saxo. Siempre me ha dicho que de eso nada, aunque jamás el guitarrista de los Stones ha logrado repetir el sonido exacto de ese par de guitarras, con su timbre hipnótico. Le falta la magia de Hassinger, el ingeniero de Elvis. A Mick Jagger también le he preguntado cómo fue capaz de escribir esa letra en 10 minutos, unas pocas líneas que para muchos fueron el «ataque más sobresaliente al statu quo de aquella sociedad«, la canción del espíritu de una generación. Me dijo: «Era una forma de protestar en aquellos momentos» . Así de simple.

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