Fue una de las seis mujeres diputadas en la primera legislatura del Parlamento de Andalucía (1982-1986).Ginecóloga de formación, presentó una iniciativa para que a todas las mujeres les pudiera hacer una prueba de detección precoz del cáncer ginecológico

Tiene la voz quebrada, la mirada de las que inquietan y una seguridad en sí misma que hace sentirse en inferioridad emocional al entrevistador. En ella es fácil adivinar los estorbos del sinvivir por debajo de su alegría. Sus rasgos son de una notoria contundencia racial y remiten a la vez al cartel de una película antigua con mujer de gesto interesante al fondo o a una efigie egipcia de la que se requiere un modelo de belleza tardía. De vez en cuando le brilla en la mirada felina un destello de un recuerdo revestido de malicia del que quiere hacer partícipe al preguntador, pero con una advertencia clara: «Eso te lo digo para que lo sepas, no para que lo pongas». Cuando cuenta cosas lo hace a borbotones y siempre confiando en que todo lo que sale de su boca va a pasar por el cedazo comprensivo del que escucha. Amalia Jiménez tenía 34 años cuando fue una las seis mujeres diputadas en la primera legislatura del Parlamento de Andalucía (1982-1986). Era una joven ginecóloga que estaba muy comprometida con aquellos que sufrían algún tipo de marginación. En los años setenta, con el franquismo a punto de expirar, Amalia Jiménez se implicó en la necesidad de explicar a las mujeres métodos anticonceptivos. Iniciadora del Instituto de la Mujer, fue miembro fundadora y presidenta de la asociación Andaluza de Planificación Familiar. Cuatro años después de ser diputada dejó la política y se parapetó en la modestia originaria de su profesión y de su familia. Se convirtió en lo que siempre había querido ser: una mujer anónima entre los suyos, con su decencia, su entereza y su gozo. Esa suerte de regreso a lo que uno ha sido antes de ser, constituye sin duda un paradigma de la aleccionadora nómina de los bien nacidos. Ahora es feliz con lo que tiene, sobre todo con su nieta de siete años que, dice, le abre las ganas de vivir.

Tiene tres hijos y una nieta de siete años que vive en Madrid que, dice, le abre las ganas de vivir

Le gustaban las matemáticas

La conversación (cada vez más me resisto a llamar entrevistas a estas charlas con amigos) se desarrolla en la consulta ginecológica que ella tiene a medias con otra compañera en la calle Duquesa. Allí, en aquel pequeño pero coqueto espacio, Amalia tiene resumida su existencia. Están las primeras pinturas que salieron de su paleta hace años y están en fotos o en imágenes las personas que han sido referencia en su vida: el profesor Vicente Salvatierra, la matemática y astrónoma Hipatia de Alejandría o Margareth Sanger, aquella enfermera activista que protagonizó varios casos judiciales que facilitaron la legalización de la anticoncepción en los Estados Unidos. Sin duda aquel es un lugar propicio para contar una vida.

Amalia Jiménez con su maestro Vicente Salvatierra. Amalia Jiménez con su maestro Vicente Salvatierra.

Amalia Jiménez con su maestro Vicente Salvatierra.

Amalia ve la luz del día en Padul, localidad donde nace en 1947. Se queda huérfana de padre a los cinco años y recuerda su infancia con sus abuelos, tíos y primos en una gran casa molino que tenía la familia en donde había muchos animales y donde ella está permanentemente en contacto con la naturaleza. Allí, en su pueblo, va a la escuela unitaria de Encarnación Villaverde, una mujer que, a su parecer, despertó muchas vocaciones profesionales entre la niñería. «Ella y otro maestro que había, hicieron que muchos niños nos interesáramos por estudiar. Yo creo que por eso hay tantas personas de aquella generación que tienen carrera universitaria en Padul».

Desde muy corta edad, Amalia destaca en los estudios y estudia Magisterio a la vez que hace Bachiller. «Es que por aquellos años todavía no había tele», dice en tono irónico. Estudia en el Colegio Cristo Rey y hace la selectividad por Ciencias porque lo que se le daban bien eran las Matemáticas.

-Pero luego me di cuenta que lo que no me gustaba era la enseñanza. Por eso hice Medicina. En un primer momento quise ser neurocirujana, pero ser mujer era algo que estaba en mi contra por aquel ambiente machista que existía en la Universidad. Fue entonces cuando hice Ginecología, que si bien al principio no me entusiasmaba (hasta me desmayé asistiendo a una cesárea) luego me enamoré de la especialidad.

En un viaje por Panamá. En un viaje por Panamá.

En un viaje por Panamá.

Cuando habla, a Amalia se le adivina una juventud hermosa y sin manipular capaz de poner en solfa cualquier atisbo de intolerancia social. Ella se considera una transgresora y creyó que en aquellos años de juventud había que implicarse para transformar la sociedad. Su primer contacto con la política fue en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada en 1970 -1971 por un conflicto abierto por las prácticas. Hay una huelga y ella, cuando estudia quinto de Medicina, es la encargada de llevar a los alumnos por todos los hospitales para que hagan prácticas. Después se hace sindicalista y representa a UGT en el Insalud. Participa en la negociación de las transferencias en materia sanitaria para Andalucía. Asimismo, desde el sindicato participa en la redacción de la Ley General de Sanidad, defendiendo sobre todo, los derechos del paciente.

-No había sarao en donde no estuviera. Además, iba por libre, me sentía bien ayudando a los demás en sus reivindicaciones, que por aquellos años eran muchas y muy diferentes.

En los años setenta Amalia Jiménez también se implica en la necesidad de explicar a las mujeres métodos anticonceptivos. Trabaja en 1973 en una Unidad de Planificación Familiar, algo que vulnera las normas de la moral y las buenas costumbres de la época pero que ella cree conveniente para el desarrollo de la mujer.

En el PSOE

La que fuera parlamentaria andaluza con el PSOE en la primera legislatura, hablando en una conferencia pública.

La que fuera parlamentaria andaluza con el PSOE en la primera legislatura, hablando en una conferencia pública.

Está dando clases de Ginecología en la Facultad cuando contacta con ella María Izquierdo para montar el Centro Asesor de la Mujer. Estamos en 1976 y ya ha muerto Franco. En ese año Amalia se afilia al PSOE y poco después forma parte de la Ejecutiva provincial. Entonces llegan las primeras elecciones para elegir al Parlamento Andaluz.

-Yo estaba embarazada de mi tercer hijo. Recuerdo que cumplía el mismo día en que se celebraron las elecciones, aunque luego se retrasó el parto. A mí, la verdad, no me apetecía, pero había que cerrar una lista. Me pusieron la número ocho, que esperábamos que no saliera. Pero mira por donde salgo elegida.

Amalia recuerda aquella etapa como muy interesante porque estaba todo por hacer y porque, dentro de la política, había un ambiente de servicio a los demás y de querer cambiar las cosas. Mientras me lo cuenta, se remueve inquieta en una silla en la que ha tenido que poner unos cojines porque siente un poco maltrecha su espalda. A veces para de hablar, cuelga su mirada en algún punto del recinto durante unos segundos y vuelve a arrancar.

-Muchas veces cuando se habla de la autonomía andaluza no se dice que los verdaderos protagonistas fueron los andaluces, aquellos que compraron deuda pública para que el Parlamento Andaluz recién creado tuviera sus primeros presupuestos.

Pero ella tenía por entonces una ilusión enorme. Le ayudaba su madre y varias personas más a cuidar de sus hijos pequeños mientras estaba en Sevilla. Es entonces cuando presenta una iniciativa legislativa para que todas las mujeres pudieran hacerse una prueba de detección precoz del cáncer ginecológico.

-Todos los grupos apoyaron esta iniciativa, menos, fíjate que curioso, el Partido Comunista. Este partido, no sé por qué, vio como sus principales enemigos a los socialistas, cuando en realidad sus enemigos estaban en la derecha. Yo, la verdad, es que no lo comprendía.

Dice que se acuerda de que los parlamentarios se dejaban la piel para favorecer el cambio que la sociedad demandaba y que había en el Parlamento un ambiente de cordialidad y de entendimiento para sacar adelante las cosas que Andalucía necesitaba. Y que por eso ella estaba a gusto en la política.

-Ahora no podría estar, me horroriza las luchas internas dentro de los partidos para alcanzar el poder. Las cosas han cambiado mucho y ya no se ve la política como un servicio a los demás. Los políticos de ahora piensan más en ellos mismos que en la sociedad a la que están obligados a servir. Por eso no me extraña nada que esté hoy día tan desprestigiada la política.

De vuelta a su profesión

La exparlamentaria nacida en Padul en el año 1947, pintando un trampantojo en una foto reciente.

La exparlamentaria nacida en Padul en el año 1947, pintando un trampantojo en una foto reciente.

Cuando sale de diputada se da de baja en el PSOE por cuestiones personales que no quiere explicar. Dentro de esos ojos inquietantes que te analizan furtivamente cuando te descuidas, se nota una reserva irónica de muchas cosas que sabe, que ha visto y que prefiere no tocar. Pero lo hace desde esa sabiduría que da la edad y que minimiza cualquier conato de intransigencia ajena. De lo que sí está segura es que después de su paso por la política, lo que desea es dedicarse a su profesión y a su familia. Habla con pasión de sus hijos, de su hija mayor que es abogada, de su hijo Horacio Cruz que es profesor y un afamado ‘deejay’ de música tecno, y de su hijo Marcelo, que es fisioterapeuta en el hospital de San Rafael. Dice lo más emocionante que le ha pasado en su vida es ser abuela y que no le importa coger un día el avión e irse a ver a su nieta, con la que pasa momentos memorables.

Se ve que a Amalia le gusta vivir y no cree que la edad sea un impedimento para seguir haciendo cosas. Su curiosidad cultural es insaciable. Dice que le encanta pintar, ir al cine, al teatro, viajar, leer y aprender italiano porque en aquel país tiene familia y muchos amigos. Dice que también escribe («hace poco participé en una espiral de poesía») y que desde hace relativamente poco tiempo ha descubierto otra pasión: El flamenco.

-Pero hay una cosa que me gusta mucho. Es invitar en mi casa a comer a mis amigos.

-¿Me consideras tu amigo?

-Claro.

ANDRES CÁRDENAS

https://www.granadahoy.com/granada/transgresion-puroamalia-jimenez_0_1257474670.html

 

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