Yo sigo creyendo a Juana. Y, ahora, aunque sea imprescindible que sigan denunciando rápidamente para evitar tragedias, que desde la judicatura se explique a tantas madres maltratadas que las leyes las protegerán y se defenderán sus derechos y los de sus hijos. Porque con estos precedentes resulta difícil de entender.

Juana tiene la mirada huidiza, los gestos rápidos y una permanente sonrisa triste, de quien tiene la seguridad de haberlo perdido todo por la desesperación. Con la sentencia que la condena a cinco años de cárcel, seis de privación de la patria potestad de los niños que ha defendido por encima de todo y a pagarle 30.000 euros a su exmarido, me he dado cuenta de que, a veces, la justicia va por un lado y las leyes por otro. De que las estructuras patriarcales profundas siguen subyaciendo en el pensamiento de demasiada gente, incluidos los que hicieron esas leyes aplicadas por el juez nº 1 de lo Penal. Un juez que ha incluido en el fallo afirmaciones como que Juana ha convertido en una “especie de monstruo a su exmarido”, ha arengado a “una multitud irreflexiva y visceral” propiciando una “desmesurada campaña mediática” a cuenta de “explotar el argumento del maltrato”. Los entrecomillados son textuales de una sentencia impactante que, como la de “La Manada”, parece un insulto a la justicia porque deja desamparadas a las mujeres. Y partamos de una premisa: yo creo que, en su lugar, no hubiese sido capaz de lanzar ese grito de auxilio que implicó esconder a unos pequeños un mes para impedir que un condenado por maltrato pudiese seguir dañándolos impunemente. Me parece que para eso hacen falta una valentía y un grado de terror brutales y, alguien en tal estado, sólo busca sobrevivir a cualquier precio. Seguramente, eso provocó esa fuga sin destino, sin esperanza alguna. Legalmente equivocada, pero tal vez con razones justificadas.

No sé si quienes hacen o administran las leyes de violencia de género piensan en los fulanos a los que deberán aplicarlas: gente capaz de golpear a una mujer por llegar a casa de madrugada como el personaje al que ahora Juana tiene que pagarle, según la sentencia, 30.000 euros; o de insultar a su pareja, someterla a agresiones y a un absoluto aislamiento. Parece que esto se premia retirándole la patria potestad a la víctima que intentó proteger a dos niños para otorgársela al individuo que insultó, aisló a la mujer y los menores y ejerció el maltrato. Desconozco también si mandamases con capacidad decisoria en este caso han considerado en serio que Juana denunció al tipo (no me voy a rebajar a citar su nombre) en julio de 2016 en España y nuestros tribunales se declararon incompetentes por falta de jurisdicción esgrimiendo que ella residía oficialmente con el sujeto en Carloforte. Y que, cuando escapó con sus niños, las principales víctimas por el infierno vivido y el que queda por llegar, conste, había transcurrido un año de la denuncia sin que se hubiese hecho nada. Nada.

Con todos estos datos resulta evidente que la sociedad española esté a medio camino entre el estupor y la indignación, incapaz de comprender cómo, en un país donde casi treinta mujeres han sido asesinadas en 2018 por violencia de género, es la víctima la que debe ingresar en prisión por equivocarse buscando una oportunidad de vida digna. Por eso, yo sigo creyendo a Juana. Y, ahora, aunque sea imprescindible que sigan denunciando rápidamente para evitar tragedias, que desde la judicatura se explique a tantas madres maltratadas que las leyes las protegerán y se defenderán sus derechos y los de sus hijos. Porque con estos precedentes resulta difícil de entender.

ARTICULO PUBLICADO EN IDEAL DE GRANADA POR LA

  • Profa. Dra. Remedios Sánchez García
    Co-Directora del Festival Internacional de Poesía de Granada
    Vicepresidenta de la Asociación Colegial de Escritores de España
    Secretaria General de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios
    Secretaria General de la Asociación Andaluza de Dramaturgos, Investigadores y Críticos Teatrales
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