Solo la colaboración internacional humanizará las migraciones

La historia de la humanidad es el relato de una larga migración, un movimiento que se ha ido acelerando conforme lo permitían los medios técnicos. Entre 1820 y 1920, 60 millones de europeos cruzaron el Atlántico en busca de un futuro en América gracias a las mejoras en la navegación. Actualmente, según calcula la ONU, 258 millones de personas viven fuera de su país de nacimiento (el 3,4% de la población mundial), una cifra que, sostiene la organización, crecerá en los próximos años a causa de la desigualdad, el cambio climático, los conflictos, pero también la interconectividad que facilita los desplazamientos de personas. La migración es un fenómeno internacional, que solo logrará racionalizarse y, sobre todo, humanizarse en un marco global. Por eso, es bienvenido el pacto migratorio de la ONU, adoptado en diciembre por 165 países de los 193 que integran la ONU.

El documento representa solo un primer paso, que no instaura ningún derecho a migrar, sino que recalca los derechos humanos de todos los migrantes con independencia de sus papeles. También llama a que no sean detenidos sin motivo o a que los menores gocen de una protección especial, una absoluta necesidad que no está actualmente garantizada. El pacto no es vinculante, no obliga a ningún Estado firmante. Sin embargo, el acuerdo ha provocado protestas violentas, incluso ha llegado a romper el Gobierno de Bélgica y ha sido rechazado por Estados que le reprochaban ideas que ni siquiera incluía. Los principales países gobernados por nacionalistas, o que tienen una importante influencia ultraderechista, lo han denostado, entre ellos Estados Unidos, Australia, Italia, Hungría, Polonia o Austria. Sus argumentos, que tantos réditos electorales les han dado, se basaban casi siempre en informaciones falsas que, por eso mismo, resultaban casi imposibles de rebatir.

La UE se ha mostrado muy dividida en un tema que socava sus consejos y que ha creado una situación caótica en el Mediterráneo, ya que los Estados que deberían recibir a los barcos que han rescatado migrantes se niegan a acogerles, incumpliendo la ley y la lógica. Estados Unidos ni siquiera ha querido participar en las negociaciones, lo que no es de extrañar dado que su presidente, Donald Trump, se ha mostrado directamente cruel con los inmigrantes.

La historia enseña que la inmigración nunca se detiene y que las grandes crisis provocan enormes movimientos: la hambruna de la patata en Irlanda puso a un millón de personas en el mar (sin que hubiera que sufrir los miles de náufragos y ahogados que hoy día, con una tecnología muy superior, nos sobrecogen) y, al igual que la guerra de Siria provocó en 2015 una oleada de millones de personas en huida, la violencia, la pobreza y la sequía han desencadenado a finales de este año una caravana que ha recorrido Centroamérica hasta la frontera con EE UU. Un pacto migratorio mundial puede ayudar a controlar estas mareas humanas que, de todos modos, ya existen.

Esto no significa volver a situación en vigor durante el siglo XIX y una parte del siglo XX, cuando bastaba con no tener una enfermedad contagiosa para instalarse en EE UU o América Latina. Tampoco prevé que los inmigrantes, una vez instalados, puedan saltarse la ley del país en el que residen. Resulta especialmente irritante que un país como Estados Unidos, formado por emigrantes, e Italia, donde la emigración forma parte de su identidad y su cultura, encabecen el rechazo a un acuerdo contra un fenómeno sin el que no existirían.

Solo el trabajo conjunto entre los Estados que producen emigrantes y los que los reciben puede ayudar a racionalizar los flujos migratorios. La cooperación para mejorar las condiciones de vida de los países más pobres ralentizará, pero no detendrá el movimiento. Y es además lo deseable porque los países necesitan inmigrantes. Alemania acaba de anunciar que busca a 1,2 millones de trabajadores cualificados, mientras que la salud de la pirámide demográfica española depende de los que vienen de fuera. Como escribió el dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt: “Tristes estos tiempos en los que hay que luchar por lo obvio”.

FOTO:Inmigrantes hondureños detenidos en EEUU tras saltar la valla en Tijuana. Daniel Ochoa de Olza AP

https://elpais.com/elpais/2018/12/26/opinion/1545847944_598534.html

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