A través de datos inventados, desinformaciones o medias verdades se alimenta el discurso de odio principalmente en las redes sociales, pero también en medios de comunicación.

La ciudad alemana de Colonia amanece conmocionada ante una oleada de agresiones sexuales. Medios de comunicación difunden que tras estos actos abominables habría hasta mil hombres bien organizados, muchos solicitantes de asilo. Un mes y medio después, una noticia lo desmiente: ni eran miles, ni la mayoría tenían el perfil de refugiado: solo tres de los 58 sospechosos identificados por la policía alemana.

La verdad pasó casi desapercibida. El daño ya estaba hecho y supuso un cambio radical en el enfoque informativo y los prejuicios sociales hacia las personas refugiadas en Europa. La mayoría de veces no hubo rectificaciones o se hicieron de manera sutil. Como dice la periodista especializada en desinformación internacional, Myriam Redondo: “El rumor siempre llega más lejos que el desmentido”. De hecho, una investigación de Twitter detectó que las noticias falsas viajan por Internet un 70% más rápido que las verdaderas.

De la ola de solidaridad generalizada que recorrió muchos países europeos desde la icónica y trágica foto del pequeño Aylan, al miedo y la sospecha constante a la que han sido sometidas las personas refugiadas tras estos sucesos que les convertían en chivos expiatorios de todos los males de Europa.

Las informaciones falsas relativas a personas migrantes más compartidas son aquellas que los relacionan con actos criminales (30%), beneficios sociales (20%) y la sensación de invasión (19%), según un estudio de ‘France 24 Observers’. Un ejemplo de noticia falsa que circula sin control por las redes es la que protagoniza un supuesto refugiado sirio que habría agredido a personal sanitario en un centro de salud de Turquía. Una historia que posteriormente se difundió masivamente en Francia, como si hubiera sucedido en el país galo, y que finalmente llegó a España, también como si se tratara de una persona musulmana en un centro de salud español. Sin embargo, el vídeo realmente había sido grabado en Novgorod (Rusia) y el agresor era un ciudadano de esta localidad que estaba bajo los efectos del alcohol.

Otro bulo que corrió como la pólvora y que transmitía una sensación de invasión fue la imagen de un buque cargado de personas que se compartió como si fueran migrantes africanos llegando a puertos europeos, cuando realmente se trataba de una fotografía de 1991 en la que miles de personas trataban de huir de Albania a Italia. O la imagen en mosaico de dieciséis mujeres alemanas asaltadas y violadas supuestamente por personas migrantes y que tuvo un enorme eco en el país bávaro, pero también en Grecia, Italia, Reino Unido, Holanda y Francia. Finalmente, se demostró que la mayoría habían sido víctimas de violencia de género principalmente en Reino Unido y Estados Unidos.

Además, tras cada atentado terrorista en suelo europeo, los decibelios de las mentiras alcanzan cotas altísimas para desgracia de las personas migrantes y refugiadas, especialmente de países de mayoría musulmana, que se convierten inmediatamente en sospechosas por su origen y su religión. Para Soto Ivars, autor del libro ‘Arden las redes’, estas falsedades tienen la intención de “presentarles como peligro y amenaza, diciendo sin tapujos que hay terroristas escondidos y que son violadores en serie”. Eso a pesar de que en los principales atentados de los últimos años (París, Londres, Niza, Berlín, Bruselas o Barcelona) los sospechosos habían nacido en el país donde perpetraron el ataque. Según el alcalde de Londres, Sadiq Khan, las agresiones islamófobas se quintuplicaron después del atentado de junio de 2017 en la ciudad y los incidentes racistas aumentaron un 40%.

Con la decisión del Gobierno español de facilitar un puerto seguro al Aquarius en junio, los bulos se amplificaron en las redes españolas y protagonizaron titulares alarmistas y mensajes políticos sobre el ‘efecto llamada’ alejados de los datos reales. Uno de los que más se compartió las presentaba como personas desagradecidas que rechazaban la ropa que les habían facilitado las organizaciones al llegar a Valencia, a través de fotos de un contenedor lleno de prendas de vestir. Cruz Roja se vio obligada a aclarar que se trataba de un protocolo de tratamiento preventivo sanitario que seguían siempre sus trabajadores.

¿Cómo combatir los bulos?

Una de cada cinco personas comparte noticias sin haber leído más que el título. Actuar cuando están en fase de creación o publicación es fundamental, porque una vez en circulación solo se pueden limitar los daños. Ana García Juanatey, del Observatorio Proxi, aboga por responsabilizar a los intermediarios, como los medios de comunicación y las empresas tecnológicas, para que tomen medidas que dificulten la difusión de este tipo de contenidos, además de “educar en el pensamiento crítico a todos los niveles, desde la infancia”.

Pero si las redes sociales e Internet son el lugar ideal para propagar los bulos, también pueden serlo para atajarlos y contrarrestarlos. Con esta premisa cada vez surgen más iniciativas que tratan de apelar a la colaboración ciudadana para desmontar las noticias falsas, como el mapa antibulos que las geolocaliza en Alemania. O proyectos como Maldita MigraciónStop RumoresObservatorio Proxi y muchos otros que han surgido en España con la idea de mitigar el auge de los discursos racistas y xenófobos en Internet. Plataformas y herramientas para ensañarnos con la verdad y no con las personas refugiadas: ante mentiras mil veces repetidas, verdades repetidas un millón.

 

Las noticias falsas se ensañan con los refugiados

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