Cuando el pasado 1 de junio se produjo el cambio presidencial, tras la moción de censura que desalojó a Rajoy de la Moncloa, predije que el camino que tenía que recorrer Pedro Sánchez iba a ser muy difícil y lleno de añagazas.

Y así ha sido: una presión casi irracional, un cúmulo de mentiras prefabricadas y difundidas sin el menor rubor ético, una desvergüenza lejanísima del menor sentido democrático. Ciudadanos y el Partido Popular han intoxicado la política nacional hasta hacerla irrespirable. No parecen haberse dado cuenta en estos once meses de un hecho: Sánchez llegó a la Moncloa por una verdadera emergencia nacional. Rajoy y su corruptela no podía seguir ni un minuto más en la presidencia de un estado europeo.

        Por otra parte, la última investidura de Rajoy fue agónica: hicieron falta dos consultas electorales, el rey le encargó la formación de gobierno y desistió, consciente de su incapacidad para ello. Los pactos resultaron inviables y España estuvo prácticamente un año con un gobierno en funciones (yo más bien diría en disfunciones). Ante esta situación, los demás partidos deberían haber asumido lentamente la presidencia de Pedro Sánchez. Por responsabilidad, por talla de estadistas, porque la ciudadanía bien se merece un período de estabilidad.

FOTO ©MIGUEL BERROCAL

        Pero no ha sido así. En realidad, estos once meses han servido para abrir todas las brechas posibles. Entre españoles, entre los españoles de Cataluña y los demás, entre izquierda y derecha. Y el mantra inequívoco, persistente, cansino, ha sido: convoque elecciones. Y para conseguir esos comicios no han dudado en usar la prensa afecta, las redes y foros, el anonimato de internet y todo lo más deleznable que pueda pensarse. Un ejemplo: Casado y Cifuentes, con másteres más que dudosos, arremeten contra Sánchez, cuya tesis es clara, por muchos rastreos a que se someta. Yo estoy llevando a cabo un trabajo de investigación sobre determinado autor en el que sé que voy a usar cientos de sus citas. ¿Invalidará eso mi trabajo? ¿Cómo puede Casado usar como argumento contra Sánchez el lastimoso asunto de la tesis? Pero el objetivo no es la verdad, sino desestabilizar de la forma más egoísta que se puede concebir.

        La prepotencia con que Pablo Casado ha llevado a cabo su campaña, la virulencia de sus argumentos, la falsa seguridad que le ha llevado a repetir mil veces que había que echar a Sánchez para situarse él, la desvergüenza, la sonrisa prefabricada de triunfador… no han conectado con el electorado, tal vez mucho más demócrata que el líder (¿líder?) popular. Y ayer le llegó su sanmartín.

        Ciudadanos se quedó descolgado en pleno ascenso cuando Sánchez ocupó la Moncloa, lo que lo obligó a escorarse a la derecha. Y apareció Vox. No les ha quedado otro remedio a los naranjas que olvidar que estuvieron a punto de apoyar a Sánchez y buscar parte de electorado hasta ayer del PP.

Imagen del balcón de Génova (AFP)

       Pero esas elecciones anticipadas y el resultado es conocido. ¿Qué harán a partir de ahora Ciudadanos y PP? Creo que ya no tienen pretexto alguno para deslegitimar al PSOE, que ganó por goleada. Ahora ambos partidos tendrán que ejercer la oposición, pero decentemente, sin fullerías ni indignidades. Tendrán que retratarse y hacernos ver que están ahí para hacer funcionar un país, no para torpedearlo solo por machacar al presidente Sánchez.

       España no es la suma de las ambiciones y rabietas de Casado y Rivera. Es algo mucho más sólido, aunque pueden desmoronarlo en pocos envites. Pidieron elecciones anticipadas y se celebraron . Ahora les toca asumir, más allá de lo que digan ante la prensa, que ha ganado el PSOE y demostrar fehacientemente que saben la responsabilidad que les ha caído a través de las urnas: ser oposición, pero sin confundir su labor con el allanamiento de la Constitución. Lo han dejado clarísimo las urnas, esas urnas anticipadas que ellos mismos reclamaban.

Alberto Granados

https://albertogranados.wordpress.com/

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