La moraleja que se deduce de la experiencia de estos últimos cuatro años es clara. No basta una mayoría de investidura si tal mayoría descansa en la abstención

La mayoría de investidura tiene que ser también mayoría de gobierno y una mayoría de este tipo no se construye con abstenciones, sino con acuerdos en positivo

Llevamos cuatro años sin Gobierno. Desde las elecciones de diciembre de 2015 no se ha constituido ninguna mayoría de Gobierno que diera consistencia y estabilidad al proceso de dirección política del país. En la legislatura que se inició el 20 de diciembre asistimos por primera vez a la renuncia a intentar formar gobierno por el candidato designado por el Rey y al intento de formar uno por el candidato del PSOE, que había obtenido el peor resultado electoral desde 1979. La no investidura de este último condujo a la primera disolución por este motivo no solo en la democracia española, sino en toda la democracia europea.

En la legislatura que se inició con las elecciones de julio de 2016, se evitó la repetición de las elecciones por la abstención del PSOE, lo que conllevó la dimisión del Secretario General, Pedro Sánchez, que abandonó asimismo su escaño en el Congreso. Mariano Rajoy conseguiría de esta manera una mayoría de investidura, pero no una mayoría de gobierno. Ocupó la presidencia del Gobierno, pero no pudo desarrollar la acción de gobierno. Se preocupó más de obstaculizar las proposiciones de ley de la mayoría parlamentaria heterogénea que estaba en la oposición, por lo que fue reprobado incluso por el Tribunal Constitucional, que de remitir proyectos de ley a las Cortes para su aprobación. Solo consiguió la aprobación de unos Presupuestos Generales del Estado, incumpliéndose el principio de anualidad presupuestaria exigido desde la Constitución de Cádiz. Y al final, tras la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel, fue expulsado por una moción de censura, que condujo a la Moncloa a Pedro Sánchez a partir de un grupo Parlamentario de 84 diputados. Hubo una mayoría de desinvestidura de Mariano Rajoy, pero no una mayoría de investidura de Pedro Sánchez, que sobrevivió a base de dictar decretos-leyes y conseguir aprobar unos Presupuestos que habían sido pactados por Mariano Rajoy con el PNV, que se comprometió a apoyar la moción de censura, si el nuevo presidente respetaba el pacto presupuestario alcanzado con el presidente anterior. Parece una broma, pero así fue.

 Una mayoría conseguida con base en las abstenciones es pan para hoy y hambre para mañana. Hay que definir un programa y hay que formar un Gobierno que se encargue de ponerlo en práctica. Lo contrario, es no tener gobierno.

Da la impresión de que la legislatura que acaba de abrirse con las elecciones del 28A camina en la misma dirección que las dos anteriores: la non-nata de diciembre de 2015 y la corta legislatura del 26 de julio de 2016 al 28 de abril de 2019. Ya se está empezando a hablar de repetición de elecciones, como ocurrió tras diciembre de 2015 y para la investidura de Pedro Sánchez se está poniendo el énfasis en la abstención del PP y, sobre todo, de Ciudadanos, que, con buen criterio, se niegan.

La mayoría que se podía constituir en positivo con base en la aritmética parlamentaria resultante del 28A, una mayoría de izquierda de PSOE y Unidas-Podemos que podría ser completada con la aportación de los nacionalismos catalán y vasco, como ha ocurrido recurrentemente en el pasado, está enredándose en una discusión bizantina sobre si son galgos, gobierno de coalición, o podencos, gobierno de cooperación, que parece que va a llevarnos a una primera investidura fallida. Una vez que los militantes socialistas le dejaron claro a Pedro Sánchez la noche electoral que «con Rivera NO» y que el propio Rivera se haya encargado de inhabilitarse para poder formar gobierno con Pedro Sánchez, no hay alternativa al Gobierno de izquierda. Si no se entiende así, la nueva legislatura prolongará el desgobierno de las dos anteriores.

Javier Pérez Royo

https://www.eldiario.es/zonacritica/desgobierno_6_914168610.html

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