CAPRICORNIO por JUAN ALFREDO BELLÓN para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 12-01-2020

Dicen se capricornios las personas pertenecientes a esta casilla de la carta astral por haber nacido entre los días 22 de diciembre y el 20 de enero y esta ascendencia les atribuye un carácter laborioso, tenaz y perseverante que acaba cumpliendo sus propósitos por encima de cuantas dificultades puedan presentárseles, como ese carnero que los representa, que embiste tenazmente a sus oponentes hasta doblegarlos o ser doblegado por ellos.

Los capricornios tenemos cierta capacidad laboral y frecuentemente conseguimos sacar nuestros proyectos hacia adelante gracias a la constancia con que acompañamos nuestra dedicación a las tareas cotidianas.

Pedro Sánchez no es desde luego capricornio como yo, pero su signo merecería serlo por la constancia con la que acomete sus tareas políticas y que ha sido la principal renta que lo ha llevado a la postre a La Moncloa contra viento y marea y, en especial, contra el designio de los Populares que tanto han procurado oponerse a sus aspiraciones. Quién lo hubiera dicho en su día que aquel joven socialista madrileño lograría desplazar a Rajoy de la Presidencia del Gobierno ganándole una aparentemente improbable Moción de Censura y a la postre una tampoco no más probable nominación para esa misma Magistratura, que se ha cumplido el pasado martes por un apretado margen de dos votos y con una oposición del PP y sus aliados a cara de perro.

Desde un cierto punto de vista puede decirse que Sánchez tiene una flor en el mismo ojete pero ello no obsta para que le reconozcamos la dureza de su meteórica ascensión y la tenacidad de sus maniobras, propias de un capricornio, aunque él mismo no lo sea, que han conseguido colocar al PP en la oposición más profunda contra todo pronóstico y a él mismo en la cresta de la ola de la victoria aunque sea con ciertas dificultades derivadas de la virulencia de la crisis separatista catalana y de la cerrazón política de sus oponentes.

Como tantos otros españoles, he pasado el último periodo de debates parlamentarios dedicados a la resolución de la crisis gubernanental pegado a la pantalla del televisor y he visto cómo se les empezó recetando a las derechas (ahora son tres: la Popular, la casi descompuesta de Ciudadanos y la recién recompuesta de Vox) primero, un cargamento de tila; luego, otro de Valium y, por fin, una buena dosis de Educación de esa que se administraba en las Escuelas Nacionales y que enseñaba a los escolares a comportarse adecuadamente en su vida pública y privada.

La cosa ha sido tan extrema, que la gente ha recordado las amenazas constitucionales que acabaron con la Segunda República y que luego impidieron a la Comunidad de Madrid el penúltimo relevo gubernamental. Pero al fin se ha resuelto la crisis gracias al buen hacer de los grupos parlamentarios de progreso y a la cultura democrática de ciertos grupos nacionalistas, lo que corrobora el análisis que sobre ellos se venía haciendo desde los primeros años de la Transición y permite ver las cosas con cierta tranquilidad y tener algún grado de optimismo constitucional en el futuro mediato e inmediato.

Lo que sí ha quedado claro es lo difícil que resulta encauzar la convivencia cotidiana de los españoles y conseguir la estabilidad basada en la alternancia ordenada de los partidos y las coaliciones políticas tal y como se entiende la confrontación de esas realidades hoy en el mundo moderno y en la Europa contemporánea. Sólo si se consigue avanzar por la senda de la igualdad y por la del consenso regional de la diversidad geo y socio-política de las tierras y los pueblos de España, se avanzará en la gobernabilidad de ese totum revolutum que es todavía la España semi-invertebrada que aún tiene que darnos muchos quebraderos de cabeza hasta conseguir normalizarla y nivelarla en una tarea democrática firme y duradera en las instituciones políticas y en los tres poderes constitucionales (el legislativo, el ejecutivo y el judicial) que ojalá jueguen armònica y separadamente su función integradora e integrada. Chistes reales a parte, en cuanto remiten a una cierta normalización de las crispaciones inmediatamente pasadas, ánimo y mucho acierto en conseguir la normalización constitucional y contituyente: nuestras principales e inmediatas tareas.

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