DALE QUE DALE Por Juan Alfredo Bellón Nº71 de DESDE EL MIRADOR Domingo 18-10-2015

 

Qué peligro tiene que se nos vea el plumero cuando nos observan desde la distancia en el despliegue patente de nuestras verdaderas y latentes intenciones. Como ocurre con el PP granadino y su aspiración atávica y reiterada de enlazar la capital con la Sierra y/o con la Alhambra y hasta el centro histórico con el eje Abaycín-Sacromonte, por medio de un sistema de artilugios moto-elevadores colectivos llámense telecabinas, teleféricos, funiculares, etc. que, además de ser un acto de emprendimiento de notables proporciones, elevado costo y altas expectativas crematísticas, contaría con paralelos en bastantes y famosos lugares del mundo y generaría continuas polémicas entre sus promotores empresariales e institucionales y sus detractores socioculturales, surgidos de una u otra forma entre la ciudadanía.

 

En esto, la actitud cerrada e infatigable del alcalde granadino, a quien no llamaré piñero por primar más su pacimiento que su nacimiento, ha venido de nuevo a soliviantar a la opinión pública tratando de superar el proceso funambulesco de su reelección y planteando el enésimo reclamo electoral del año al que el binomio Pérez versus Torres accede dividido y enfrentado y con una fuerte crisis de iniciativas y liderazgo. Si por ellos fuera, sus respectivos programas electorales capitalinos, provinciales y en bastantes otras localidades con promontorios panorámicos amenos y de perspectivas pintorescas estarían encabezados por la promesa de construir artilugios colgantes y transportables desde una base que serviría de lanzadera y plataforma comercial donde aparcaran miles de vehículos de esos hipotéticos visitantes a quienes también supuestamente se les haría más grata y practicable la visita y crecerían ad infinitum las cifras del turismo y las ganancias de su empresariado, ahora que las condiciones laborales del sector andan tan por los suelos.

 

De hecho, en Granada-capital contaríamos con tres dimensiones verticales para deslizarnos por el aire colectivamente, además de la tirolina, el puenting y la bici de montaña, las tres poco factibles de un seguimiento masivo, aquella por agreste, ese por peligroso y esta por las dificultades de su práctica, por lo que nos queda el deslizamiento colectivo por cable en cabina telesférica, el funicular, el ascensor y el vagón mono y bi-rail asistido de cremallera. Y según el superalcalde. el primero partiría del Zaidín, el puente Verde o los anchurones de la zona polideportiva del nuevo Estadio de los Cármenes; el segundo de Plaza Nueva o el hotel de las Reúmas y el tercero del Arco o la calle de Elvira para no citar por atrevido y prematuro el inter funicular entre la Torre de la Vela, las Torres Bermejas, el Llano de la Perdiz, San Miguel Alto y la Plaza Larga que por ahora tendría la dificultad de su elevadísimo presupuesto en obra y en indemnizaciones en caso de accidente (también ahora por atentado islamista, cada vez más inminente según el cardenal Cañizares, tan conocedor de estos lares) aunque yo comprendo que nuestro primer edil insista, dale que dale, como una pava en un pepino, para descorazonar a su delfín natural el Sr. Pérez y, de camino, mantener encendida la llama de la polémica con La Junta y los conservacionistas, que no solo de pan sino de constantes controversias vivimos las personas principales.

 

Claro que los recientes argumentos racistas de la Iglesia Católica más cavernícola, expuestos desde Valencia ante una feligresía tan propicia por boca del cardenal Cañizares, vendrían a socavar las razones de alcalde Torres para vender la casa de Agreda a una ONG Marroquí de actividades más que controvertidas y lo dejarían sin argumentos en pro de iniciativas levitatorias colectivas a no ser que fijara su vista en la Ermita de los tres Juanes y su panorámica inigualable sobre La Vega y propusiera la instalación de un macro telecabina con lanzadera en el cementerio de Maracena, paradas en Albolote y la Plaza de Toros de Atarfe y llegada al Mirador de la Ermita atarfeña desde donde, con el tiempo y cien mil cañas, se podría pensar en otra línea autónoma con parada en el Peñón de la Mata, el puerto de La Mora, las minas de Alquife y el castillo de la Calahorra y estación término (también ampliable) en Castril de la Peña, y en un futuro próximo hasta los alrededores de Orce y Galera donde se han excavado los yacimientos paleontológicos y los neolíticos mortuorios más importantes del Sur peninsular.

No hace falta decir que al telecabina de Sierra Nevada se le sumarían los del Realejo, Albaycín y otro nuevos -¿por qué no?- a la Ermita de los Tres Juanes y a la Peña de Castril, sembrando así nuestro territorio andaluz oriental de ingenios mecánicos transportadores que podrían llegar hasta el observatorio astrofísico de Calar Alto y volcar hacia el Sur por el Puerto de la Ragua para aterrizar en Balerma, cuyo calendario de ejecución alargaría indefinidamente más que el chicle la duración de proyectos y obras creando en la ciudadanía una sensación de frustración constante y desconfianza en sus administraciones respectivas.

 

Para no hablar de las recientes polémicas sobre la agresividad del turismo masivo que desnaturaliza los lugares colapsados por forasteros incontrolados sin tener en cuenta su crecimiento sostenible ni la posibilidad y calidad de vida de sus habitantes habituales, tal como se ha planteado recientemente el tema en Barcelona por su nueva alcaldesa con la arribada irrefrenable de supercruceros y su repercusión en las zonas del Paseo de Gracia, las Ramblas, el Barrio Gótico y la Sagrada Familia y teniendo en cuenta que algo parecido estamos empezando a sufrir aquí en Granada los fines de semana, puentes y fiestas de guardar en que a la Alhambra, la Catedral y la capilla Real, el Realejo-San Matías, la Plaza Nueva, la Calle de Elvira y sendas Calderereías, la Carrera del Darro, el Paseo de los Tristes, el Albaycín y el Sacromonte les estallan las costuras por la proliferación incontrolada de plazas hoteleras regulares e irregulares y establecimientos de ocio, el flamenquito callejero espontáneo, la restauración cutrecañi restauración cañí, las infumables despedidas der solteros y el famoso botellón promocionado en su día por el alcalde y el Ayuntamiento.

 

Así, no hay nada tan eficaz como la perseverancia turística de nuestra derechona esquilmadora que tanto se asemeja al caballo de Atila y al estado de devastación ciudadano en que quedaban a su paso las llanuras centreuropeas o los grandes clubes del futbol continental tras pasar José Mouriño por sus respectivos banquillos.

 

Por eso, al despertar por vez enésima las propuestas transportadoras decimonónicas de Torres Hurtado que, en la cortedad de sus miras se ha llegado a creer imagen rediviva del conde de San Pedro de Galatino, han respondido con rechazo contundente la parte más representativa del empresariado y de otros colectivos socioculturales desechando la tozudez y el empecinamiento con que el de Píñar (ahora sí) se empiña en ofrecernos tan burdos engaños tomándonos por reses de carril que vuelven mansamente a tropezar en las mismas simplezas que ya no son creíbles ni para sus mismos correligionarios. Así, la señora García Nieto, teniente de alcalde de Urbanismo y uno de los pesos pesados de la Plaza del Carmen, se ha apuntado a criticar sensatamente la llegada del AVE en superficie a la capital reconociendo que «hará que nos lo quedemos así para siempre», abriendo una crisis de consecuencias insospechadas entre el PP y el Ayuntamiento, mientras La Chana, uno de los barrios más luchadores afectados por la inhibición del ministerio de Fomento, se ha alzado contra tan importante recorte en materia urbanística que acabará por afectar a toda la ciudad y a su área metropolitana profundizando en los tradicionales y victimitas agravios comparativos granadinos con Sevilla y otras capitales andaluzas.

 

Cosas veremos dentro de poco y nos maravillaremos al comprobar que ellos seguirán imperturbables como don Tancredo y nosotros también: dale que dale.

 

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