Las citas previas y la reducción de aforos alargan los horarios del comercio, mientras el teletrabajo extiende las jornadas, aunque sea en pijama

El confinamiento ha regulado los horarios. En la primera fase de desescalada el reloj marca por edades las horas en que se puede salir, hacer ejercicio o conciliar tiempo familiar con los niños al aire libre. El 70% de la población dice seguir horarios o rutinas durante el confinamiento, un 21% lo ha intentado pero no lo ha cumplido y el resto ni siquiera se lo ha planteado, según una encuesta realizada por Axicom. Los que trabajan fuera de casa y los empleados de los sectores esenciales, como los del sector de distribución y venta de alimentos, tuvieron otros horarios.

Las grandes cadenas cerraban antes, hasta tres horas menos en el momento más extremo de contagio. Pero con la primera fase de normalidad esas tiendas vuelven a extender sus horarios, sin cerrar a mediodía. En vez de reducir el tiempo de atención, la tendencia posconfinamiento va en sentido contrario.

Más horas de apertura, según vaticina José Luis Casero, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe). «Se han roto los esquemas, por la demanda de los usuarios, que eligen las horas dentro de la obligación legal de las fases de desescalada. Se ha creado ya una multiplicidad de horarios porque hay una multiplicidad de demanda en el mercado, según las edades. El margen amplio que había depende ahora de los aforos, las colas para entrar, las citas. Esa necesidad rompe los límites horarios».

Para esta semana, el 44% de la población ha realizado una cita previa en algún comercio, según una encuesta realizada por Ipsos. ¿Puede un cliente esperar una semana a que llegue su turno? «Una peluquería, por ejemplo, va a estar abierta 20 horas, pero no con un único peluquero trabajando. Serán tres por turnos. Igual pasará con los comercios, que tendrán una limitación de aforo», responde Casero, que advierte que también están en riesgo los derechos laborales.

La conciliación, que durante el estado de alarma se ha ido afinando dentro de casa, volverá a peligrar. «La conciliación es personal y muy complicada», dice Casero. «Hay que establecer turnos de trabajo para esas horas en que terminan los colegios, pero no deberían palmar siempre los mismos. Habrá que atender a las necesidades particulares e intercambiar los horarios pero sin imposiciones. Porque si a alguien le das a elegir entre tener trabajo o pasar tiempo con los hijos, elige lo segundo. Y las empresas pueden perder mucho talento».

Siesta y pijama

Las circunstancias especiales de los horarios afectan especialmente a las mujeres, que «asumen la mayor parte del trabajo doméstico y el 70 % de las tareas de cuidados», calcula el Ministerio de Igualdad, una carga que ha empeorado por «el cierre de centros educativos y el teletrabajo» sobre todo para las familias monoparentales. En la rutina del encierro se cocina más (64%) y se pasa más tiempo con la familia (53%).

En un país que tuvo por norma hasta hace pocos años cerrar entre las dos y las cinco, aunque fuera invierno, no hay datos sobre el regreso de la siesta, pero es posible que la «situación psicológica» del aislamiento social, dice Casero, la propicie. Sin embargo, la siesta después de comer sólo se recomienda a niños que están en la edad de la guardería, hasta los cuatro años. «En adolescentes, como en los adultos, no recomendamos la realización de una siesta después de comer», advierte la Sociedad Española de Sueño, que agrega que, en caso de hacerla, no debe durar más de media hora y jamás después de las 17 horas.

«Cuando estás dormido no piensas», explica Casero. «La gente quiere cerrarse al mundo, está hecha polvo después de comer, no quiere ver las telenoticias, necesita compensar los horarios que se alargan. No hemos sido un país de siestas, pero la epidemia ha cambiado los hábitos».

El teletrabajo alcanza ya a la tercera parte de los que han conservado sus empleos. Uno de cada tres no se quita el pijama y así como no tienen disciplina para deslindar el despertar con el comienzo del horario laboral, tampoco la tienen para terminar la jornada. De los que trabajan en casa, más de la mitad (57%) tiene dificultades para terminar de desconectar, según la encuesta de Axicom. El 5% se viste de la cintura para arriba, debido a las videoconferencias.

«Lo que hemos vivido y vivimos no debería llamarse teletrabajo ni conciliación», opina Casero, que considera que el clima, el espacio, las herramientas técnicas, las relaciones familiares y la prevención de riesgos laborales son factores que deben tomarse en cuenta. «El panorama en el corto y medio plazo es complicado. Se va a necesitar una estrategia de planificación y generosidad por parte del Gobierno y las empresas». En esta «fase de prueba y error», Casero recomienda «adaptarse, reinventarse, mejorar procesos productivos y mantener parámetros de justicia horaria». Una etapa social que se pondrá a prueba en septiembre, con la vuelta al colegio, el previsible final del teletrabajo a tiempo completo y el alargamiento de los horarios comerciales como nunca ante se había visto.

A %d blogueros les gusta esto: