Es nuestra fe una misma,
fe en la vida inmortal de la conciencia,
esta fe que agoniza
bajo la pesadumbre de la ciencia
entre esos pueblos de avaricia y lujo;
ciencia menguada que es sólo ceniza
del eterno saber. Sobre el diluvio
custodiamos el arca,
el arca del tesoro primitivo
de la infancia del hombre,
y en apretada harca
los pueblos infantiles,
contra los otros viejos, los gentiles,
luchemos por la fe, la del Dios vivo
-Dios cree que el hombre es inmortal, eterno-
y ungidos por la fe en estrecho abrazo,
de Dios en el regazo,
gozaremos la paz, que es la victoria,
pisoteando la escoria
del mundano saber. Alzado el pecho,
¡seamos del Señor brazo derecho! (Salutación a los rifeños, Miguel de Unamuno)

Francia y España firmaron un tratado a principios del siglo XX (1904) por el que el norte de Marruecos se consideraba zona de influencia española. Previamente hubo acuerdos de Francia con el sultanato gobernante allí, dando plenos poderes a la potencia extranjera. Sin embargo, en la zona de dominación española, en el Rif, la autoridad del sultán nunca había sido efectiva siendo en su ligar acatado, el poder que ejercían las cabilas rifeñas, o sea las tribus locales.

La gran riqueza mineral de la zona hizo que en ella se establecieran compañías españolas, comenzando su explotación, así como la construcción de un tren que transportara el mineral. Esto, provocó la indignación de los pueblos locales, comenzando un hostigamiento contra los españoles que allí trabajaban y finalmente el alzamiento de las cabilas, provocando una guerra, entre ellos y las tropas españolas. A esta guerra se le denomina de Melilla, la cual se desarrollo en los alrededores de la ciudad de Melilla entre julio y diciembre de 1909. Su hecho más destacado fue el desastre del Barranco del Lobo, donde los españoles fueron derrotados por los rifeños, aunque finalmente los rifeños se rindieron pidiendo la protección española.

Atentos al desarrollo de los acontecimientos, el periódico la Gaceta del Sur en su edición del 2 de octubre de 1909, se hizo eco de la gran alegría que se produjo en Atarfe tras conocerse la “fausta nueva” de la caída del Gurugú en poder del “valiente ejército español que pelea en África por el honor de la patria”.

“El sentimiento de alegría que embargó todos los ánimos llegó hasta el extremo de que en pocos momentos se formara una gran manifestación, prorrumpiendo en vivas a la patria, el ejército y al general Marina.
Inmediatamente se echaron las campanas al vuelo viéndose todos los balcones luciendo vistosas colgaduras y bonitas iluminaciones, entre las que destacabas la del Casino de Labradores y Casa de Ayuntamiento que izó la bandera nacional en uno de sus balcones. En este momento fue cuando el entusiasmo llegó a sus límites confundiéndose los gritos y aclamaciones con el estruendo de los cohetes y palmas reales,
Como complemento el alcalde, Don Manuel Jiménez Rueda, dirigió al gobernador y al general Marina, sendos telegramas”.

 

En la fotografía soldados del cuerpo de regulares, cuerpo de la fuerza armada española creado en años posteriores. La fotografía esta fechada en la segunda mitad del siglo XX y en ella hay algún que otro atarfeño.

Curiosidades elvirenses.

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