Un grupo de voluntarios evita que la fábrica se caiga mientras se impulsa su reconocimiento como BIC y la creación del Centro de Interpretación de la Cerámica

La Granada que había antes, mucho antes, de la Granada que conocían tus tatarabuelos ya comía en platos de cerámica de Fajalauza. En 1517, con la reconquista y el nuevo continente todavía en el retrovisor, nació el único negocio familiar que ha perdurado tanto tiempo en España, de padres a hijos, sin perder el linaje. Una herencia presente en los hogares de casi toda Andalucía: cacharros, lebrillos, vasijas, macetas, cubiertos…Fajalauza ha sido testigo privilegiado de cinco siglos de nuestra historia más íntima. Sus piezas de cerámica están tan imbricadas en Granada como La Alhambra, la Catedral o la calle Recogidas. Una belleza que hemos normalizado hasta, tal vez, descuidarla. Porque Fajalauza se cae. Y necesita ayuda. La ayuda de Granada.

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Veinte jóvenes se congregan en la puerta de la fábrica, en la carretera de Murcia, en pleno Albaicín. Es temprano y vienen a trabajar. A trabajar gratis. Son voluntarios y se hacen llamar ‘Amigos de Fajalauza‘. Es la primera vez que la inmensa mayoría de ellos pisa la fábrica de Cecilio Morales, el maestro. Y todos, sin excepción, comparten una sensación de privilegio; de haber encontrado un tesoro. Los Amigos se remangan para retirar escombros, limpiar patios y abrir espacios por los que no se podía transitar. La prioridad es conseguir apuntalar varias zonas que están en peligro de derrumbe, entre ellas el único horno hispano árabe que queda en Granada. Una pieza de un valor incalculable.

La Fundación Fajalauza, presidida por el propio Cecilio Morales, se creó hace tres años. Cecilio Madero Morales, sobrino y vicepresidente de la Fundación, pasea por la vieja fábrica, admirando la historia que late en cada uno de sus rincones. «El propietario, de 99 años, no tiene hijos –dice–. Su economía es la de un profesor jubilado y la fábrica no genera ahora una actividad suficiente para su propio mantenimiento. Teniendo en cuenta que esto, Fajalauza, lo va a heredar la Fundación y ni tiene fondos ni puede pedir subvenciones públicas puesto que aún no está declarado como Bien de Interés Cultural (BIC), decidimos pedir colaboración ciudadana y abordar de urgencia esos apuntalamientos para que no se nos venga abajo».

La entrada

Durante la primera sesión de trabajo, los Amigos de Fajalauza consiguieron rescatar un enorme portón del siglo XVI, originario del convento de San Antonio y que, hace años, sirvió de puerta de entrada a la fábrica. El portón estaba en la leñera, rodeado de escombros y maderas. Allí también hay pequeños detalles constructivos curiosos, como los guzmares, pequeñas piedras circulares en la pared que servían como sujeción, o un estante repleto de atanores, caños que se fabricaban allí para canalizar el agua de Granada.

Manuel Moral, gerente de la Fundación Fajalauza, está tremendamente agradecido a los Amigos: «La iniciativa de los voluntarios ha tenido un éxito tremendo. Lo que es un poco hiriente es que la calle responda en seguida a una iniciativa como esta y luego no haya la misma sensibilidad de las instituciones. Los proyectos patrimoniales necesitan apoyo de la administración».

Cecilio muestra la antigua placeta del barro en una foto; colección de atanores y detalle de los guzmares. / RAMÓN L. PÉREZ

En la placeta del barro, donde fluía la lechada del barro que luego se secaría al aire, también ha habido trabajos de limpieza. Recorrer la fábrica y escuchar las bellas palabras que brotan de su relato –cefrit, almela, bravera–, ayuda a imaginar el gran proyecto de la Fundación: El Centro de Interpretación de la Cerámica de Fajalauza. «Si esto es un patrimonio cultural de todos los granadinos –explica Madero–, la Fundación quiere legarlo a Granada. Queremos que los escolares pasen por aquí igual que pasan por el Parque de las Ciencias, que se desarrolle esa afectividad desde pequeños».

Cecilio Madero, en el interior del horno.

El Centro será un museo, un espacio para talleres de niños y adultos, un lugar de encuentro de estudiosos, un archivo y un aula de formación permanente. Y lo será, esperan, lo antes posible: «Esto es patrimonio inmaterial –dice el vicepresidente, mientras se acerca al horno hispano árabe, que casi no se puede pisar por miedo al desplome–. Un patrimonio que no ha interesado a ninguna administración hasta ahora. Tenemos reuniones concertadas muy pronto con varias instituciones».

El Centro de Interpretación de la Cerámica sería también «un foco dinamizador del turismo». La idea sería formar un eje junto a la muralla de la Albérzana, , la Iglesia de San Luis, las laderas de San Miguel y la acequia de Aynadamar. «Sería una manera de descongestionar la masificación turística que hay en San Nicolás y en la Carrera del Darro; una manera de amortiguar el exceso de turismo allí», añade.

R. L. P.

Con el objetivo de divulgar Fajalauza, la Fundación firmó el año pasado un convenio con la Universidad de Granada y ya hay un proyecto de investigación en marcha, a cargo de MemoLab, el laboratorio de arqueología de la UGR. «Esto también es un dato relevante –incide Cecilio–: no hay un estudio serio, científico y riguroso sobre Fajalauza. ¿Y si la UGR pusiera becas para hacer tesis de la cerámica?». La Fundación, por otro lado, está preparando un congreso de especialistas de Fajalauza para principios del año que viene, también en colaboración con la Universidad. «Esperamos que el convenio con la UGR arranque un interés por un estudio sistemático de la cerámica de Fajalauza. Además, la Universidad está muy interesada en el alfar porque quiere patrocinar un itinerario que uniese con Cartuja».

«Granada tiene un gran interés por Fajalauza. Lo sabemos. Pero hace falta presión, que haya en la calle un impulso para conseguir que se declare BIC. Es de urgencia» Manuel Moral

En los dos últimos años, la fábrica ha abierto sus puertas dos veces al público, por el día del Patrimonio. La reserva de entradas se colapsó en ambas ocasiones. «Granada tiene un gran interés por Fajalauza. Lo sabemos –sigue Moral–. Pero hace falta presión, que haya en la calle un impulso para conseguir que se declare BIC. Es de urgencia». Cecilio y Manuel caminan con delicadeza gatuna por el secadero, en la planta más alta de la fábrica. A sus pies, la bóveda del horno hispano árabe sufre el peso de los años. Sobre sus cabezas, el techo está muy deteriorado. «Sabemos que las instituciones quieren que sea BIC, pero no llega. Y podría ser BIC industrial y etnográfico. No podemos esperar más, por eso necesitábamos a los Amigos de Fajalauza». La Fundación tiene abierto un programa de mecenazgo en su web (fajalauza.org) en el que cualquier interesado puede donar la cantidad que estime oportuna o interesarse en los grupos de voluntariado. «Hemos creado un plato, una edición especial, para los mecenas».

El «yo estuve aquí» de los trabajadores de Fajalauza.
El «yo estuve aquí» de los trabajadores de Fajalauza. / J. E. C.

El humo del horno hispano árabe dejó las paredes del secadero completamente negras, como si fueran pizarras. Allí, los trabajadores de Fajalauza practicaban los pájaros, granadas y flores que pintarían en sus cerámicas. Ahora, aquellos dibujos, a veces acompañados de fechas, parecen sacados de una cueva de Altamira. Un «yo estuve aquí» de la Granada que había antes, mucho antes, de la Granada que recuerdas.

foto: Voluntarios, junto con Cecilio Madero y Manuel Moral, colocan sobre una de las paredes de la fábrica el portón del siglo XVI que encontraron tras retirar maderas y escombros de la leñera. / Rocco Corselli

 

JOSÉ E. CABRERO

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