La interesada fragilidad de la memoria humana, siempre selectiva y sesgada, parece que nos impele a olvidar que hace solo unos meses estuvimos confinados por un estado de alarma.

Eran los días del miedo, de la falta de mascarillas, de los guantes y el hidrogel, de la incertidumbre, de los aplausos desde el balcón, de las llamadas telefónicas para hacer siempre la misma pregunta y la misma recomendación: «¿Cómo estáis?» y «Cuidaos mucho». A medida que sumábamos días y noches de encierro, el argumento fue cambiando: confinarnos era inconstitucional, empezó a sonar a las 9 una cacerolada que desautorizaba la gestión del gobierno, la derecha cavernaria salió a las calles con más banderas que ideas y, finalmente, cuando la curva de contagios y muertes fue aplanándose pudimos desplazarnos, salir a la calle, visitar amigos y familiares, tomar una cerveza en una terraza… con las debidas precauciones y con todo el miedo del que disponíamos. Todo esto, que ahora parece lejanísimo, ha sido recogido de forma brillante en un libro de notas cuyo autor tuvo la gentileza de enviarme en el formato .mobi para mi libro electrónico y en Word. Puesto ahora a la venta en papel, lo estoy esperando recibir (el día 16, según Amazon) con cierta impaciencia (LEOPOLDO MÁRQUEZ E HIJOS, Días de pandemia. Ensayo a un metro de distancia).

El autor, un granadino residente en Madrid, ha preferido ocultar su nombre bajo un seudónimo imposible y se ha lanzado a escribir sin revisar ni corregir, según aclara. Es, pues, un imperfecto libro que contiene la perfección de lo vivo y sincero. Es también un libro híbrido que engloba el aforismo, la poesía, la narrativa, el sesgo político, la autoconfesión, el género memorialista… También es diversa la gama de tonos empleados, desde el más desgarrado, al más trascendente, o el intimista; del humor al cinismo, la anécdota hilarante (el truco empelado para burlar a los agentes de la policía local por saltarse el confinamiento podría estar en cualquier película de Billy Wilder) o la reflexión infantil que comparte con sus hijos cuando le toca la custodia compartida. Hay hasta un punto de eficaz erotismo en los encuentros preparados con la farmacéutica en las distintas secciones de un supermercado, encuentros que siempre parecen llenos de jugosas promesas.

 

Portada

El conjunto nos muestra a un abogado de 42 años que está teletrabajando durante la pandemia en un Madrid fantasmal y confinado y que se relaciona con los vecinos a través de las ventanas, especialmente a las 8 de la tarde, durante el rito del aplauso colectivo a los sanitarios.

El libro es tan variado que limitaré esta reseña a una serie de aspectos. Empiezo por su indudable habilidad aforística:

 Aforismos

«Tos seca sacude la humanidad: a unos por el virus, a otros por el miedo, más lo segundo que lo primero: A la humanidad se le contrajo el pecho, se agazapó en su guarida… y el planeta Tierra respiró: la hierba brotó en cada esquina. La vida siempre gana».

«Esta cuarentena, este metro de distancia entre tú, yo y el resto de la humanidad.

Este punto de inflexión. Este punto y aparte».

«Prohibieron acercarnos a menos de un metro,

y la humanidad se fundió en un abrazo».

«De forma súbita, la humanidad, enclaustrada, volvió a desayunar despacio, dedicándole el tiempo debido al acto de echar el azúcar al café, el tiempo y la delicadeza debidos a untar la mantequilla mientras se conversa con los hijos y se descubre cuál es el sabor de mermelada que le gusta a cada uno».

«Un abrazo a un metro de distancia con guantes y con mascarilla»

«Muchos ancianos mueren con el único consuelo de la sábana que toca su piel».

María, la farmacéutica

 En una farmacia lejana ha visto los ojos de una farmacéutica y algún resorte ha saltado en su interior hasta el punto de aventurarse por ese Madrid desierto y volver una y otra vez en busca de esa mirada.

«Todo ha cambiado repentinamente. Cruzo la ciudad con el pretexto de comprar más guantes de látex en aquella farmacia. Han ordenado no volver a salir de casa pero en este repentino abismo a lo desconocido, paradójicamente, necesito ir a verte, a ti, que no te conozco de nada, salvo el color de tus ojos marrones, algo verdes, algo amarillos».

«Cada cual es dueño de su cuarentena: algunos la consumen en el móvil, la televisión y su catastrofismo, siendo partícipes de lo que agoniza.

Otros aceptan la situación, aceptan la dureza sin tremendismos, agradecen cada día como si fuera una pequeña vida, reedifican sus cimientos y los de la sociedad. Y abrazan todas las posibilidades que nos brinda la nueva era, siendo partícipes de lo que nace.

Otros, como servidor, simplemente se enamoran de una farmacéutica».

La soledad

En la dimensión personal, surgen los hijos, con los que hace los deberes que sus maestros le mandan virtualmente, con los que habla y a los que entretiene como buenamente puede. Para que lo dejen escribir les ha dicho que está en pleno proceso de creación y que este libro ganará el Premio Nobel de Literatura, lo que los hará ricos. Les permite aportar ideas, dialoga con ellos (9 y 6 años) sobre la pandemia y la naturaleza del virus. También hay momentos de absoluta soledad:

«Cuarto día de falso confinamiento: dejo a los niños con su madre. Miro la botella de vino Vega Sicilia que me regaló una clienta hace dos años al haber ganado un asunto perdido. Es un vino de los caros, muy caros, carísimos…  Desde entonces busco un momento especial con alguien para compartirlo.

Miro la botella, la abro, saboreo el vino y bailo con las cortinas».

«Llevo varios días de cuarentena en pura soledad, cuatro días sin ver a nadie y, sin embargo, tengo una necesidad imperiosa de buscar un rincón donde estar solo».

Dimensión global de la pandemia

Respecto a la situación global, sentencia:

«Este agotador y falso confinamiento en todas las ciudades del mundo solo tiene un culpable: el padre de todos los padres de la arquitectura moderna: Le Corbusier. Fue él quien ideó estos edificios y sus incómodas celdas en las que hoy vivimos los humanos. Hemos entregado nuestras vidas al trabajo, a viajes vacuos, a tener tablets, ordenadores… y ahora nos percatamos de que vivimos en ratoneras desprovistas de terrazas, espacios flexibles, luz natural y ventilación. Angostas atalayas con ascensores (llenos de virus) que nos ascienden a las celdas. La culpa de absolutamente todo es de Le Corbusier».

«Primavera sin estrenar,

semillas derramadas,

coitus interruptus.

          Primavera sin estrenar:

solteros del mundo

encomendados a Onán».

«Estas páginas empiezan a ser de las que más me divierten de cuantas he escrito; jamás disfruté tanto escribiendo e incorporando a mi antojo cuanto deseo, sin corsé alguno en el estilo o en el género. Empezó siendo un poemario, después un compendio de textos con microrrelatos, reflexiones, ahora parece un diario personal o quizás una crónica de un momento histórico. Ahora me permito añadir textos ajenos y, al mismo tiempo, parece que coge forma de novela con una evolución y vida propias. ¿Me ligaré a la farmacéutica? Pero no olvidemos nunca esta frase que repito una y otra vez… ni esta ficción que estoy narrando ni ninguna podrá superar jamás la realidad que estamos viviendo.

Escribo, suelto, disfruto».

«Hay un proverbio norteamericano que dice: «Si la vida te da limones, haz limonada». Pues si la vida me ha dado esta cuarentena, la voy a aprovechar hasta el último segundo, voy a vivir y compartir una experiencia que posiblemente (espero) jamás se repetirá».

Los hijos

Alba, la niña; tiene su propia teoría sobre el origen de la pandemia:

«Hoy, Alba ha escrito una redacción sobre el coronavirus para su asignatura de Valores. Aquí va:

El coronavirus es muy pequeño, tanto que no conozco a nadie que lo haya visto, pero nos tiene a todos encerrados y alborotados. Yo creo que el coronavirus viene de otro planeta y que un cohete pasó por allí y lo cogió sin querer.

Al coronavirus le encantó nuestro planeta y también los humanos. Llegó a China y después viajó por todo el mundo. ¡Es muy viajero este virus! Un día, el coronavirus iba caminando, se tropezó y salió disparado a una persona que se puso malo. Y los médicos descubrieron el coronavirus.

Creo que es verde, cara redonda, no tiene cuerpo y tiene muchos estambres. Creo que no tiene ojos; por eso tropieza tanto. Es malo para nosotros porque hay mucha gente enferma y sola. Pero la naturaleza, al fin, está descansando de nosotros».

Obviamente, hay más contenidos, más densidad de la que unas simples citas pueden mostrar, pero creo inoportuno alargar esta reseña. Quedan, pues, aspectos como la relación con su exmujer, las confidencias de Encarna, los personajes que llenan los balcones a las 8 de la tarde… Éste es un libro que habla de cada uno de nosotros, anécdota más o menos, y que contiene la síntesis de miles de vidas y de muertes. Un libro que encierra en su ligereza lo más denso de la vida y sus adversidades, de la supervivencia y sus trucos. Un libro tierno e inquietante que releo a trozos mientras espero la llegada de mi ejemplar.

Alberto Granados

FOTO:https://www.lafm.com.co/entretenimiento/confinados-la-primera-serie-de-rcn-grabada-con-celulares

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