Maruja Mallo (nacida como Ana María Gómez González, Viveiro, Lugo, 5 de enero de 1902-Madrid, 6 de febrero de 1995) fue una pintora surrealista española.​ Está considerada como artista de la generación de 1927 dentro de la denominada vanguardia interior española.

Fue la cuarta hija de los catorce que tuvo el matrimonio formado por el madrileño Justo Gómez Mallo (funcionario del Cuerpo de Aduanas) y María del Pilar González Lorenzo (de ascendencia gallega). El escultor Cristino Mallo (nacido en Tuy en 1905) era uno de sus hermanos. Ambos hermanos utilizaron el segundo apellido de su padre.

Debido al trabajo de su padre la familia se trasladaba con frecuencia y, por ello, después del nacimiento de su hermano, la familia se trasladó a Avilés, donde permanecieron desde 1913 hasta 1922. De esta manera, Mallo comenzó su formación en la Escuela de Artes y Oficios y en estudios particulares.2​ Allí trabó amistad con el pintor avilesino Luis Bayón.

En 1922, con veinte años, y en un nuevo traslado de la familia a Madrid, entró a estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando donde estuvo hasta 1926, como también hizo su hermano Cristino desde 1923, mientras asistían también a la Academia Libre de Julio Moisés.​ En Madrid se relacionó con artistas, escritores y cineastas de la Generación del 27 como Concha Méndez, Salvador Dalí, Ernesto Giménez Caballero, Gregorio Prieto, Federico García Lorca, Margarita Manso, Luis Buñuel, María Zambrano o Rafael Alberti, con el que mantendrá una relación hasta que él conozca a María Teresa León. Dalí la definirá como «mitad ángel, mitad marisco”.​ Frecuentaba el Lyceum club Femenino.

Una anécdota relatada por ella dio lugar a la denominación de varias de estas mujeres como Las sin sombrero.​

En 1927, año en que murió su madre, tomó parte activa en la primera Escuela de Vallecas, una propuesta ‘plástico-poética’ del escultor Alberto Sánchez y el pintor Benjamín Palencia.​

Durante esa década de 1920 trabajó asimismo para numerosas publicaciones literarias como la Revista de Occidente, La Gaceta Literaria o el Almanaque Literario, y realizó portadas de varios libros.​ Ortega y Gasset organizó su primera exposición en 1928 en los salones de la Revista de Occidente, que obtuvo un gran éxito​ Exhibió diez óleos que representaban poblados llenos de sol, toreros y manolas, así como estampas coloreadas de maquinaria, deportes y cine de principios de siglo. La exposición fue todo un acontecimiento cultural en Madrid. En esta época la pintura de Mallo seguía la línea de la nueva objetividad o realismo mágico, teorizado por Franz Roh en un libro de este título de 1925.

Colaboró intensamente con Alberti (con quien mantuvo una relación amorosa) hasta 1931, quedando constancia de este trabajo conjunto los decorados del drama Santa Casilda (1930) y La pájara Pinta (publicada en 1932), testimonios en libros como Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929) y en Sermones y moradas (1930). En estos años pinta la serie Cloacas y Campanarios, cercana a los planteamientos de la Escuela de Vallecas de la que formó parte.

En 1932 obtuvo una pensión de la Junta de Ampliación de Estudios para ir a París donde conoció a René Magritte, Max Ernst, Joan Miró y Giorgio de Chirico y participó en tertulias con André Breton y Paul Éluard. Su primera exposición en París tuvo lugar en la Galería Pierre en 1932. Allí comenzó su etapa surrealista. Su pintura cambió radicalmente y alcanzó una gran maestría, tanto que Breton le compró en 1932 el cuadro titulado Espantapájaros, obra pintada en 1929, poblada de espectros, que hoy es considerada una de las grandes obras del surrealismo.2​ Surgió una amistad entre Mallo y Breton, quien le puso en contacto con Jean Cassou, Picasso, Aragon, Jean Arp, René Magritte y el grupo Abstracción-Création, del que formaba parte Joaquín Torres García.

Regresó a Madrid en 1933 y participó activamente en la Sociedad de Artistas Ibéricos. Para entonces el gobierno francés había comprado uno de sus cuadros para exponerlo en el Museo Nacional de Arte Moderno. Inició una etapa en la que destaca el interés por el orden geométrico e interno de la naturaleza.

En ese mismo año, Maruxa Mallo, comprometida con la República, desarrolló una triple dedicación docente como profesora de Dibujo en el Instituto de Arévalo (donde ganó la cátedra de dibujo), en el Instituto Escuela de Madrid y en la Escuela de Cerámica de Madrid, para la que diseñó una serie de platos que no se conservan,​ y para la realización de los cuales había estado estudiando matemáticas y geometría, con la finalidad de utilizar esos conocimientos en la cerámica.

Frecuentó a Miguel Hernández (con quien mantuvo una relación amorosa). Además, juntos planearon el drama Los hijos de la piedra, inspirado en los sucesos de Casas Viejas y de Asturias. A la influencia de Mallo se deben las cuatro composiciones que el poeta desgajó de El rayo que no cesa, bajo el nombre de Imagen de tu huella, 18 de los 30 poemas de esa obra. En 1934 volvió a tratar a Pablo Neruda, a quien ya había conocido en París.

Durante 1935 preparó la escenografía y los figurines de la ópera de Rodolfo Halffter Clavileño, que no llegó a estrenarse.

A partir de 1936, comenzó su etapa constructiva, mientras seguía exponiendo con los pintores surrealistas en Londres y Barcelona. Participó como docente en las Misiones Pedagógicas, que la acercaron a su tierra natal, Galicia, donde a los pocos meses le sorprendió la Guerra Civil. En mayo de 1936 tuvo lugar su tercera exposición individual organizada por ADLAN en el Centro de Estudios e Información de la Construcción en la Carrera de San Jerónimo de Madrid con la serie de dieciséis cuadros de Cloacas y Campanarios, la serie de doce obras de Arquitecturas minerales y vegetales, y dieciséis dibujos de Construcciones rurales, que publicaría en 1949 la Librería Clan, con prólogo de Jean Cassou. Realizó por entonces con Ángel Planells una exposición de surrealismo internacional en las New Burlington Galleries de Londres.

Al estallar la Guerra civil, Mallo huyó a Portugal, donde fue recibida por Gabriela Mistral, quien en aquel momento era embajadora de Chile en Portugal. Toda su obra de cerámica de esta época fue destruida en la guerra. Poco tiempo después, su amiga Gabriela Mistral, le ayudó a trasladarse a Buenos Aires, tras recibir una invitación de la Asociación de Amigos del Arte para dar una serie de conferencias sobre la temática popular en la plástica española, Proceso histórico de la forma en las artes plásticas, en Montevideo y luego en Buenos Aires, iniciando así su exilio.

FOTO: Maruja Mallo con Andy Warhol.

A %d blogueros les gusta esto: