Pardo Bazán fue una abanderada de los derechos de las mujeres y dedicó su vida a defenderlos tanto en su trayectoria vital como en su obra literaria​.

En todas sus obras incorporó sus ideas acerca de la modernización de la sociedad española, sobre la necesidad de la educación femenina y sobre el acceso de las mujeres a todos los derechos y oportunidades que tenían los hombres.

Su cuidada educación y sus viajes por Europa le facilitaron el desarrollo de su interés por la cuestión femenina. En 1882 participó en un congreso pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza celebrado en Madrid, criticando abiertamente en su intervención la educación que las españolas recibían considerándola una «doma» a través de la cual se les transmitían los valores de pasividad, obediencia y sumisión a sus maridos. También reclamó para las mujeres el derecho a acceder a todos los niveles educativos, a ejercer cualquier profesión, a su felicidad y a su dignidad.

Aún consciente del sexismo en los círculos intelectuales, propuso a Concepción Arenal para la Real Academia Española, pero la candidatura fue rechazada; tampoco aceptaría esta institución a Gertrudis Gómez de Avellaneda, ni su propia candidatura (fue rechazada tres veces, en 1889, en 1892 y en 1912), por más que en 1906 llegara a ser la primera mujer en presidir la sección de literatura del Ateneo de Madrid y la primera en ocupar una cátedra de literaturas neolatinas en la Universidad Central de Madrid (en 1916)2122​ además de ser nombrada en 1910 Consejera de Instrucción Pública por Alfonso XIII.

 

Pardo Bazán tuvo una intensa vida social que no limitó su actividad como escritora. Concentraba sus actividades sociales durante los meses de estancia en Madrid y sus trabajos literarios en los meses que pasaba en Galicia, generalmente en el Pazo de Meirás.

Desde su primer traslado a Madrid comienza a relacionarse con políticos e intelectuales de la época entre ellos Giner de los Ríos, amigo de sus padres, con quien compartió el interés por la educación y las preocupaciones reformistas y a quien consideró uno de sus mejores amigos.2​ También Menéndez Pelayo de quien acaba distanciándose tras la polémica de sus escritos de 1883. Tuvo también amistad con Pérez de Ayala, Miguel de Unamuno, Ramón de Campoamor, a cuyas tertulias acudía, o Wenceslao Fernández Flórez.

Desde 1880 mantenía relaciones epistolares con Menéndez Pelayo y otros escritores críticos como Clarín​ que fue muy amigo suyo y prologó su polémico libro La cuestión palpitante. En ella dice que es «simpática, valiente y discretísima», pero años más tarde declara que se arrepiente del prólogo y empieza a criticar sus obras.

Tenía múltiples enfrentamientos con José María de Pereda especialmente cuando este declaró que una mujer no podía ser académica y mejor relación con Valera aunque tampoco le apoyó cuando Pardo Bazán quiso entrar en la Academia.

Admiró y apoyó las obras de los pintores más vanguardistas de la época como Sorolla y Aureliano de Beruete y entre los políticos más importantes de la época destaca su amistad con Castelar, Pi y Margall, Cánovas y Canalejas, con quien tuvo muchos debates y contactos

 

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