La alfombra roja que buena parte de los medios de masas escritos, audiovisuales y digitales  han extendido a los pies de Ayuso y las falsedades de su discurso, ha favorecido un trumpismo “a la madrileña”

A esta hora días después, está dicho o escrito lo fundamental sobre el éxito arrollador de Isabel Díaz Ayuso en Madrid, las estrategias y tácticas fallidas del PSOE, los posibles efectos secundarios en la política nacional a derecha e izquierda, el amargo triunfo de Más Madrid, las consecuencias de la retirada de Pablo Iglesias o la debacle de Ciudadanos. Quiero centrar esta breve reflexión en un factor que se comenta menos pese a que a mi juicio tiene una importancia decisiva en lo ocurrido en Madrid y en el estado de salud de la política y de la convivencia en España: un ecosistema mediático que no cumple la misión esencial que le corresponde en una democracia “plena”.

La fórmula que ha llevado a Ayuso a reforzar su mayoría de gobierno, fagocitando el grueso del voto de Ciudadanos y una parte apreciable del de Vox, pero también mordiendo incluso voto tradicionalmente progresista o abstencionista en casi todos los municipios y distritos, es la de un trumpismo “a la madrileña”. Su principal asesor, Miguel Ángel Rodríguez, ha aplicado desde el minuto uno en la Puerta del Sol un relato nacionalpopulista de manual. Encontró un enemigo al que combatir (el socialcomunismo personificado en Sánchez e Iglesias), una cruzada inventada (la libertad supuestamente pisoteada por ese “enemigo”) y una identidad nacional inexistente pero emocionalmente eficaz (Madrid como fortaleza rebelde y libertaria frente a un Estado opresor).

 

Venía alimentando Ayuso la creación de esa “realidad alternativa” desde mucho antes de convocar las elecciones anticipadas con la excusa (falsa también) de que Ciudadanos había acordado con el PSOE una moción de censura en Madrid similar a la murciana, cortocircuitada por una operación de meridiano transfuguismo (ver aquí). Gestionó la pandemia desde el primer día concentrando todos los esfuerzos en la confrontación política con el Gobierno central y haciendo caso omiso a los consensos científicos sobre desescaladas, rastreadores, atención primaria, refuerzos de la sanidad pública, etcétera.

Sería imposible construir esa presunta realidad paralela sin altavoces suficientemente potentes para que los mensajes calen, y en Madrid no lo han hecho exclusiva ni principalmente a través de las redes sociales sino que han ocupado portadas, han abierto telediarios y han protagonizado debates y tertulias audiovisuales durante meses. No me refiero, obviamente, a las líneas ideológicas que libremente defienda cada medio, cada cabecera, cada blog, cada tuitero o cada votante. Me refiero a la alfombra roja que en buena parte de los medios de masas escritos, audiovisuales y digitales se ha extendido a los pies de Ayuso y las falsedades de su discurso. Esta es una diferencia esencial respecto al trumpismo en Estados Unidos: las cabeceras más influyentes hicieron autocrítica cuando Trump ocupó contra pronóstico la Casa Blanca y desde ese momento denunciaron cada una de las mentiras e irregularidades de su gestión. Y se rebelaron ante vetos y presiones.

España (perdón, Madrid) es otra cosa. Ayuso se ha permitido mentir con total desparpajo sobre asuntos tan sensibles como las muertes por covid de miles de mayores en las residencias durante la primera ola de la pandemia (ver aquí). Ha repetido sin despeinarse exactamente lo contrario de lo que ocurrió y reflejan los propios datos de la Comunidad de Madrid. Del mismo modo que ha logrado instalar la idea de que la economía y el empleo de la región son “la envidia de Europa y del resto de España” gracias a la “libertad para ir de cañas”. Este mismo miércoles el dato de paro registrado confirma de nuevo lo que ya apuntaban los anteriores: en abril Madrid es la segunda comunidad donde menos baja el paro respecto a marzo y, en términos anuales, es en la que más sube después de Baleares y Canarias (ver aquí). No son opiniones, son simples datos, que medios y periodistas deberíamos rebatir cuando un responsable público los distorsiona, manipula o directamente miente acerca de los mismos (ver aquí).

Decir que el 4M ha arrasado el trumpismo “a la madrileña” no es una ofensa a los votantes, como algunos voceros pretenden. A quien se señala es a los responsables de ese discurso político y a quienes lo amplifican a sabiendas de las falsedades que contiene, con el objetivo de defender intereses ideológicos y crematísticos que se traducen en decisiones de gobierno o proyectos de ley que facilitan negocios concretos.

Aunque, a juzgar por los mensajes escuchados y leídos en estas últimas horas, parezca que el 4M hace tambalearse toda una época, convendría no olvidar que lo ocurrido no es un cambio, sino, precisamente, la continuidad de los mismos gobernantes que llevan 26 años en el poder en Madrid, cabalgando corrupciones sistémicas (confirmadas por el Tribunal Supremo) y privatizando todo lo que se mueve. Asociados ahora a un hijo pródigo, Vox, que en la misma noche electoral se permite vetar a determinados medios en su sede. Sin que el ecosistema mediático diga basta.

 

 

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