Exsacerdote, obrero, sindicalista y bibliotecario de la Universidad, su vida es clara y rotunda referencia de valores humanos convertidos en bondad serena y en fuerza transformadora

Somos multitud quienes tenemos le suerte enorme de conocer de cerca su pensar, su sentir y su caminar por la vida. Y, sin duda alguna, esta cercanía nos alienta, nos refuerza y nos hace mejores seres humanos a la luz de su ejemplo. Por esto, su dolorosa marcha nos conmociona de raíz. Y su pérdida es irreparable.

Alejado de toda estridencia, la persona de Ángel Aguado y su vida, son clara y rotunda referencia de los valores humanos más hondos y ciertos, convertidos en luz, en bondad serena y en fuerza transformadora.

El camino de Ángel, construido día a día, es espejo donde mirarse para comprender qué es la búsqueda constante de la verdad con una conciencia crítica. Cómo vivir desde la autoexigencia personal, con una voluntad de servicio sin excusas y con una generosidad sin precio. Cómo ser libre desde la honestidad en los pasos cotidianos, a base de coherencia entre el pensar, el sentir, el hablar y el actuar.

Así fue en su juventud seminarística. Y en sus primeros años de sacerdote, como coadjutor o párroco en Albuñol, Mecina Bombarón y otras localidades alpujarreñas. También, en La Virgencica y en el Polígono de Cartuja, siempre arraigado entre los más pobres, dedicado por completo a los olvidados.

Por coherencia radical con su compromiso evangélico, decidió ser cura obrero. Y fue un señalado sindicalista durante aquellos años duros de represión franquista y cárcel. Junto a otros compañeros sacerdotes en Granada, Antonio Quitián, Manuel y José Ganivet, Ángel compartió con los obreros de la construcción el tajo, la escasez, las condiciones laborales abusivas, sus justas aspiraciones, sus reivindicaciones, sus luchas y sus movilizaciones. No quisieron vivir de la religión en su condición de sacerdotes. Optaron por arraigar su fe evangélica en el compromiso directo y radical con los trabajadores y los jornaleros de la construcción. Eran años donde el paro generalizado, la pobreza y la absoluta cerrazón patronal avivaron las protestas y las movilizaciones.

En abril de 1975, Ángel Aguado, Antonio Quitián, Miguel Heredia y 32 trabajadores más se encerraron en la Curia Arzobispal de Granada en defensa de sus derechos y reivindicaciones. El encierro acabó con la detención de todos ellos por la policía. Ángel y sus dos compañeros curas pasaron por la cárcel madrileña de Carabanchel como presos políticos. Y después, estuvieron recluidos en los conventos de las Mercedarias de Cájar y de los Agustinos de Monachil.

Su propia coherencia llevó a Ángel Aguado a la dura decisión de secularizarse. Después trabajó de librero. Y durante muchos años ha sido bibliotecario en la Universidad de Granada, hasta su jubilación.

Junto a Encarnación Olmedo, su compañera vital y esposa, Ángel ha vivido fiel y constante su compromiso radical con los valores humanos, tanto en su vida personal como en su activismo social y cultural, centrado en el barrio de Cartuja, donde siempre ha vivido.

Durante años, discretamente y procurando estar en segundo plano, Ángel ha colaborado decisivamente con Encarnación en el ejemplar servicio que ambos han realizado en el Centro de Mayores de Cartuja, donde tantas carencias, tantos problemas de todo tipo y tantas soledades han encontrado siempre acogida abierta, escucha directa, compañía, ilusión, estímulo, fuerza, apoyo permanente y ayuda sin límites. Durante toda su vida, Ángel ha sido un camino de libertad y de entrega coherente a los más pobres y rechazados, a los más infelices y olvidados.

Corren tiempos de confusión y discordia. Cunde la manipulación con mentiras y eslóganes facilones que convocan a la trinchera. Todo lo quema un imparable ruido de fondo, vacío y sin sentido. Aumenta la anestesia. Se nos quiere aislados, temerosos, débiles y rendidos.

Se nos ha ido Ángel. Y no podremos volver a su abrazo sereno, ni a su voz sosegada, ni a su mirada clara. Nos quedamos huérfanos de su fuerza sencilla, de su constancia infatigable y de su coherencia luminosa.

Pero seguirá vivo en la multitud de quienes tenemos la suerte infinita de conocer su pensar, su sentir y su caminar por la vida. Palpitará con fuerza en nuestro compromiso activo con la libertad, la verdad, la democracia, la justicia social, la honestidad, la bondad y la vida digna para todos, en especial para los más débiles y oprimidos en nuestra sociedad.

En medio de este tiempo que todo lo consume y de este miedo que nos percute a todos, nos queda Ángel como ejemplo fecundo para nuestros pasos concretos de diario.

 

MANUEL MARTÍN GARCÍA, FERMINA PUERTA RODRÍGUEZ,MIGUEL GONZÁLEZ MARTOS Y LAURA GUILLÉN RAMÓN Granada

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