La Vega de Granada pierde la mitad de sus 1.200 secaderos de tabaco

No todos se reducen a leña y escombros: los mejor ubicados encuentran comprador

España fuma menos que nunca. En 2017, dos de cada diez españoles consumieron tabaco de forma habitual, mientras que a finales de los 80 casi cuatro de cada diez eran adictos, según las encuestas de salud. Por cada cajetilla de tabaco que vende hoy un estanco de Granada, hace una década distribuía cinco. El desplome de las ventas, la presión fiscal y los cambios en el modelo agrario parecen haber sentenciado a los agricultores del tabaco: medio centenar de familias granadinas que hoy fían su suerte a la exportación a países como Bulgaria. Cae el negocio, y con él los imponentes secaderos que en el siglo XIX y, especialmente, en los años 30, se irguieron en madera y ladrillo sobre el verde de la Vega.

Los agricultores calculan que quedan unos 600 en pie (levantados en ambos materiales), de los cuales 140 están operativos. Son diez menos que hace tan sólo un par de años. Cuando sus propietarios abandonan el negocio, los ubicados en pleno campo, muchos de ellos acompañados de caseríos y decenas de hectáreas de cultivos, suelen acabar en leña o escombros, como naves de almacén e incluso como talleres. Otros, especialmente los situados en terreno urbano, encuentran nuevo destino en el mercado inmobiliario.

Purchil y Casa es una de las inmobiliarias que en los últimos meses han dado salida a varios secaderos. Ha publicado la oferta de Jesús Solórzano, que vende su secadero de Churriana de la Vega por 60.000 euros. «El tabaco se ha puesto que ya no interesa», lamenta este agricultor. Es difícil encontrar mano de obra, los vaivenes del cielo no dan respiro y las políticas agrarias no ayudan: «Por cada año bueno tienes muchos malos. Les debería dar vergüenza a los políticos lo que están haciendo con nosotros». No duda a la hora de criticar los precios y la falta de ayudas al sector

La antigua fábrica de tabacos, que se reformó y puso en alquiler en 2016, sigue sin inquilino

Él no mantuvo durante mucho tiempo el negocio del tabaco. Lo compró hace más de una década por unos once millones de pesetas, pero lleva años inutilizado. Es una mole de ladrillo a la orilla del cauce seco del río Dílar. Asegura que daba muchos frutos, que lo que obtenía de él servía como remanente, un ahorro, un ingreso añadido al que obtenía por el resto de actividades. Pero ya no merece la pena. «Si yo tuviera que vivir del campo me moriría de hambre, he tenido que abrirme a otros lados, porque es para volverse loco».

Manuel Pérez también dio por perdido un secadero que es testigo vivo de la evolución del área metropolitana, y conserva otro, un secadero «moderno», dice, «para hacer alguna que otra barbacoa». El que logró vender a finales de 2017 no se utilizaba desde hace más de dos décadas. Es una de esas ‘joyas’ de la arquitectura que en los años 30 coronó lo que hoy es el centro de Purchil. Y como tal, captó la atención de un especialista en Bellas Artes que, así lo manifestó al propietario, pretendía rehabilitar la nave. «Está hecho con el mismo sistema constructivo con el que estaba hecho la Alhambra, con ladrillo cocido de Gabia», comenta Pérez.

Del secadero recuerda las partidas de tenis de mesa que en su juventud disputaba con los amigos. «Duele desprenderse de eso, porque era de mis abuelos, pero sólo me servía para pagar impusetos y otras historias, y la terrible crisis a unos les ha pillado más que a otros», concluye.

Cúllar Vega anunció hace un mes ayudas para el mantenimiento de los secaderos

Es la misma sensación con la que Juan García, otro agricultor del tabaco, dejó atrás la historia de un secadero de su padre, y que vendió hace medio año al dueño de una gasolinera cercana en Cúllar Vega. El valor del secadero lo marca el solar y no la edificación. Y muchos de ellos van acompañados de huertos o caserones, lo cual aporta valor en superficie, «son buenos solares, porque puede entrar la maquinaria, los tractores pueden maniobrar…» Más difícil es vender los de madera ubicados en la Vega, porque «necesitan un mantenimiento, pero al estar el tabaco bajo mínimos se han dejado de cuidar y los techos se levantan». El viento derribó hace unos meses uno de sus secaderos. Al tabaco ha dedicado prácticamente toda su vida, desde los 15 a los 58 años. Celebra el acuerdo para exportar tabaco a Bulgaria, pero critica que el precio de venta no es el que esperaban. «Esto cada vez va a menos, el tabaco no tiene tirón, compensa poco».

Los agricultores no dudan a la hora de criticar los impuestos a los que deben hacer frente. Cargan sobre sus hombros el coste del mantenimiento, pero son conscientes del valor patrimonial de sus inmuebles. El Ayuntamiento de Cúllar Vega anunció hace un mes una partida de ayudas de hasta 5.000 euros para el mantenimiento y conservación.

Otro símbolo del tabaco en Granada, la fábrica de Cetarsa, que cerró en 2002, espera nueva vida tras su rehabilitación en 2016. La sociedad estatal Sepides la puso en alquiler sin cerrar la opción de la venta pero, al menos a simple vista -Sepides no responde acerca del estado actual de la fábrica-, no ha encontrado inquilino. De momento, la fábrica y las derruidas naves anejas son, como los secaderos abandonados, esqueletos del tabaco en la Vega.

JAVIER MORALES

FOTO: Uno de los secaderos junto al río Dílar, en venta. /RAMÓN L. PÉREZ

https://www.ideal.es/granada/vende-secadero-20180708004431-ntvo.html?fbclid=IwAR2slV0GNSAlK-v6sCU_9evvjyjFlYhn5J5m1b_e9pSxd02B2pBYuAFYZEA

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