Es el momento de tomar decisiones por consenso mayoritario cumpliendo la palabra dada al ciudadano

El miércoles, con su cara de cansancio y su calor de julio, no fue un día cualquiera. El miércoles parece que se puso fin a un mes de incertidumbre y sonrojo, de preocupación por la soberbia de quien se aferraba al sillón a toda costa. Granada, esta tierra que tiene sus orígenes en los remotos tiempos íberos, necesita un poco de paz para reconstruir todo lo que se ha roto en la Plaza del Carmen y para recobrarse después de una epidemia brutal que se ha cebado con nuestras gentes, con nuestra economía, con nuestra esperanza. Porque al granadino ya sólo le falta que le roben la esperanza última, ésa que es casi inconsciente, bien disimulada por nuestro espíritu melancólicamente desnutrido y triste (parafraseando a Mariluz Escribano), el que se aloja justo al lado del corazón incluso en los momentos más adversos. Se necesita ahora paz y concordia, que la clase política y la sociedad civil nos demos otra vez la mano y caminemos juntos, hablar con franqueza para empezar otra vez en una oportunidad que no es solo para nosotros, sino también para el futuro de los que vendrán. No sé si esto lo han comprendido bien los veinticinco concejales fiables (todos van a ser esenciales), independientemente del papel que deban cumplir los próximos dos años. Y digo veinticinco porque hay dos, el señor Salvador y el señor Huertas que, a tenor de sus actos, irán donde mejor les sople el aire, ya sea ese centro de Ciudadanos que los expedienta (y cuyos integrantes, hoy, caben en un microbús dejando los espacios preceptivos de seguridad sanitaria), la derecha de la que se han vengado porque no les siguió el juego y exigió el cumplimiento del pacto, o la izquierda donde quiere retornar Salvador, cual hijo pródigo, después de haber cambiado de caballo hace seis años. Confío en que esto también lo entiendan todos los ediles que tendrán que hacer de la responsabilidad su bandera y que están condenados a entenderse por el bien común.

En esa línea fue el discurso de Paco Cuenca que, nada más coger el bastón de alcalde, utilizó términos que son claves y que convierten a quien las dice, si es capaz de cumplirlos, en un referente que enlaza con el futuro. Unidad, compromiso y pacto por una capital que tiene ahora una larga travesía del desierto mientras no retorne el turismo o se active y diversifique un tejido empresarial que las consecuencias del COVID han dejado exhausto. Es, y lo dijo Cuenca, el momento de tomar decisiones por consenso mayoritario cumpliendo la palabra dada al ciudadano. Eso estoy convencida de que lo debiera suscribir cualquier candidato que sepa en qué contexto estamos y precisamente eso es lo que demandarán los granadinos. No implica empezar de cero: supone aprovechar las cosas bien hechas en distintas áreas y desarrollar un proyecto de ciudad en el que quepamos todos, en el que no sobre nadie, salvo los señoritos que han invocado la patria para venderla, que diría Machado. Queremos sentirnos orgullosos de unos representantes públicos que tengan honor y vocación de servicio, pero deben dar argumentos para recobrar la confianza de la sociedad granadina que puede perdonar errores, pero que no olvidará el daño infligido. Que necesita que le demuestren, como afirmó Paco Cuenca, que verdaderamente estamos en la hora de Granada.

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