En la era de la hiperpaternidad solo te importa que tu ‘peque’ no se frustre lo más mínimo, aunque sea un tiarrón de 17 años

Una joven americana está de viaje de estudios en Barcelona. Un día, se sube al ascensor y se queda atrapada. No puede abrir la puerta, que está atascada. Podría apretar el botón de emergencia. Podría llamar al 112. Podría gritar para alertar a algún vecino. Pero no. Nuestra protagonista coge el móvil y llama a mamá, que está en EEUU. Desde Florida, mamá-coraje llama a los técnicos y soluciona el problema de su chiquitina.

Esta es una de las deliciosas y verídicas anécdotas con las que la periodista, autora y divulgadora Eva Millet explica la hiperpaternidad, un fenómeno importado de EEUU que implica tener grabado a fuego un lema: que no le falte de nada a mi hijo. Yo cargo con su mochila, yo le impongo una agenda de ministro, yo le busco extraescolares hasta debajo de las piedras, yo quiero que sea el próximo Mozart, yo le abrocho las zapatillas con 10 años, yo quiero que sea inmensamente feliz y que jamás se aburra, yo quiero un hijo perfecto.

El tristísimo capítulo que hemos vivido en Mallorca estos días nos recuerda que la hipermaternidad está bien asentada en España.

–Mami, ¿puedo ir de viaje de fin de curso a Mallorca?

–Estamos en pandemia. Quizá sea peligroso.

–Pero, mami, va toda la clase. Lo ha organizado una agencia que se llama Tu fin de curso. Todo saldrá bien. Y vamos a cumplir todas las medidas de seguridad. Incluso cuando salgamos de fiesta por la noche. No me quitaré la mascarilla ni me acercaré a nadie. Venga, mami, págame el viaje.

–Que te no te falte de nada, cariño. Hecho. Te lo mereces todo.

–Mami. ¡Estamos retenidas! Ha habido casos positivos de covid. No nos dejan salir del hotel. Estamos fatal. Las sábanas son de hospital. Y la comida, lo mismo.

–¿Qué? ¿Comida de hospital? Esto es un secuestro, un atropello de los derechos humanos. Déjalo en mis manos, que voy a pedir el ‘habeas corpus’.

–Mami, qué ganas tenía de verte. Ya estoy aquí, contigo, entre tus brazos. Creo que hay compañeras que han dado positivo en el viaje. Habrán contagiado a otras personas. Pero todo da igual porque ya estoy aquí, a tu lado. Abrázame, mami, que lo he pasado fatal.

David Trueba siempre cuenta cómo Rafael Azcona le decía que criticar a los jóvenes y pensar que son generaciones menos fuertes de lo que éramos nosotros no tenía sentido. A los jóvenes hay que quererlos y respetarlos porque todos lo hemos sido. Todos hemos sido rebeldes, todos hemos exprimido el verano, todos hemos querido vivir sin pensar en mañana. Los jóvenes, seres sociales por naturaleza, han sido espoleados por una cruel pandemia que nos ha obligado a alejarnos de todo ser viviente. Llevan dos cursos académicos aprendiendo a través de un ordenador. No es justo, pero es la realidad. El coronavirus ha matado en España a más de 80.000 personas y ha hundido la economía, pero si tu hijo te pide ir de viaje de fin de curso lo haces. Porque eres una hipermadre y no permites que tu chiquitín tenga una carencia en su vida.

Una comunidad autónoma que abre las puertas al turismo de borrachera, una agencia de viajes dedicada a las excursiones de fin de curso, unos chavales llenos de vida que llevan 16 meses metidos en una realidad paralela que no es la suya, unos padres y unas madres que no permiten la más mínima frustración de sus hijos e hijas, y unos políticos que se dedican a decir que la libertad es salir de fiesta y tomar cañas. ¿Qué podía salir mal?

Todo. Todo ha salido mal. Pero ahí está mami y papi al rescate. Para pasarse por el forro la indicación sanitaria que dice que aunque tengas una PCR negativa si eres contacto estrecho de una persona contagiada tienes que guardar cuarentena. De primero de pandemia, pero ¿qué más da?

Ellos y ellas han salido a los balcones, han pintado las sábanas con la palabra libertad, se han hecho fotos posando como si estuvieran esposados y han llamado a sus papás y mamás para decirles que, una vez más en su vida, les sacaran de esta pesadilla. Han sobreactuado, se saben observados porque viven en la era de las redes sociales.

Sin estado de alarma, es difícil recortar derechos fundamentales. Así que los jueces han dado vía libre para que los chavales salgan del hotel y acudan a sus comunidades autónomas. Alegan que guardarán cuarentena. Sí, después de meterse en aviones, barcos y autobuses y, posiblemente, contagiar a más de uno. ¿Qué más da? ¿A quién le importa la camarera del hotel? ¿A quién le importa el conductor del autobús? ¿A quién le importa el ciudadano que viaja con ellos el avión? En la era de la hiperpaternidad solo te importa tu peque. Aunque sea un tiarrón de 17 años.

Olga Pereda

Periodista

foto: Uno de los jóvenes de viaje de fin de curso en el hotel Palma Bellver, de Mallorca. / Cati Cladera / Efe

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