Los demócratas de este país que respetan/respetamos la pluralidad ideológica y creemos ingenuamente que nuestros cargos públicos, independientemente del partido político, una vez nombrados, están para representarnos a todos

Madrid amaneció el lunes con un sol frío, de esos que dejan ver,  como decía Guillén, la inocencia absoluta que se aferra al silencio. Esa mañana se produjeron dos acontecimientos totalmente antagónicos en la capital: la sociedad civil se concentró en el cementerio, libro en mano, para despedir a Almudena Grandes, la inmensa novelista que hizo del dolor de los vencidos un ejercicio de memoria plural buscando reconstruir la verdadera historia de España, esa que otros han pretendido ocultar sin éxito. Entretanto, el alcalde de Madrid, señor Almeida, andaba dando saltitos (literalmente) por un nuevo parque, acompañado de su cohorte de tiralevitas; Ayuso estaba,  en ese preciso momento, abrazando blancos corderitos (también es literal) en lo que ella llama “la España vaciada”, que identifica con Colmenar, un municipio de 50.000 habitantes. Evidentemente hay personas a las que sacas de los hoteles de lujo de la Gran Vía y no se hallan.  Pero es que hay más: para la desaparición de una escritora fundamental, heredera rotunda de Galdós, una madrileña ejerciente y crítica, ni una palabra de la señora Presidenta. Únicamente Almeida, pasados dos días y harto de preguntas de los periodistas sobre si lamentaba la pérdida de la autora de ‘El corazón helado’, afirmó que la duda ofende. A continuación se propuso en el pleno nombrarla Hija Predilecta y, junto a sus colegas de Vox y Ciudadanos, votaron en contra. Tal vez es demasiado honor para una columnista que ha sido claridad rotunda de pensamiento mirando de frente; basta una calle y gracias.

Lo cual que no cabe duda, pero sí ofensa, para los demócratas de este país que respetan/respetamos la pluralidad ideológica y creemos ingenuamente que nuestros cargos públicos, independientemente del partido político, una vez nombrados, están para representarnos a todos. Por eso, la ignominia de estas actitudes demuestra que unos pocos quieren continuar haciendo ostentación de mantenerse anclados en aquel verso machadiano de que una de las dos Españas ha de helarnos el corazón, rememorando también una novela esencial de Almudena. Y digo algunos, porque debe quedar claro que no todos en el PP (Pablo Casado o Marta Rivera de la Cruz, entre otros, manifestaron su pesadumbre) han aplicado este sectarismo inaceptable. Son individuos concretos los que deshonran su responsabilidad y, a renglón seguido, olvidado displicentemente el ayer, juegan -como Ayuso- a ser paladines de la Constitución  y la democracia, sin percatarse de que no tienen credibilidad si, justamente antes, han pervertido el indispensable respeto a quien piensa diferente, actitud absolutamente primordial para una concordia que últimamente se antoja menos cercana de lo que parecía. Mientras, en la Subdelegación del Gobierno en Granada, se cerraba la semana festejando la libertad y la justicia que entraña nuestra Carta Magna y premiando a diferentes colectivos que son los muestran la ciudadanía real y exponen su grandeza: Cruz Roja, Banco de Alimentos, Equipo de DNI de la Policía (esos que sí van a la España vaciada), la USECI de la Guardia Civil y el equipo Arqueoforense de la UGR que lidera Francisco Carrión. Y esto reconforta, revela la esperanza de seguir construyendo un porvenir juntos, a pesar de tales miserias madrileñas diacrónicamente transitorias que, naturalmente, ni rozan lo que supone el legado de Almudena Grandes para una mayoría. Únicamente retratan la torpe mezquindad de personajes  a los que les falta talla democrática y les sobra arrogancia.

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