Se acercan las fiestas de Navidad y, parece que este año, la pandemia nos va a dar un respiro para poder celebrarlas. Pero ¿qué debe ser la Navidad para los cristianos?

Primero explicaré lo que no debe ser, y luego, lo que sí.

No debe ser: una fecha en el calendario. Hartarse de comer y beber. Atiborrar a los niños de juguetes, cuando ya no tienen sitio para colocarlos. La espectacularidad de las grandes iluminaciones o el glamur de los ornamentales árboles de navidad. La estridencia de los ruidos generados por los estallidos de petardos y cohetes. Una celebración litúrgica importante, si ésta no se complementa con buenas obras.

Debe ser: poner amor allí donde hay odio, responder a un mal con un bien o combatir cualquier tipo de injusticia. No dejarte seducir por la corrupción sino luchar contra ella. Estar con el pobre y no contra él, con el oprimido y no con el opresor. Acoger con los brazos abiertos al forastero, al inmigrante, al exiliado, al represaliado o al refugiado. Oponerse a cualquier tipo de atentado, luchar por la vida en la cultura de la muerte o por la paz en la de la guerra. Buscar la unión y no la desunión. Impregnar tus actos de bondad y generosidad, dando lo mejor de ti mismo sin esperar nada a cambio. Saber pedir perdón, saber perdonar y reconciliarte con tus hermanos, aun cuando sufras o tengas que tragarte tu orgullo. Cuidar y amar a tus padres como ellos antes lo han hecho contigo. Ayudar a los que lo necesitan, consolar a los tristes y desconsolados, acompañar en su soledad a los que se sienten solos o a los enfermos en su dolor. Servir y no ser servido. Mirarte en tu interior y reencontrarte con el Niño-Dios. Escuchar su voz y dejar que penetre en tu alma. ¡Convéncete!, la Navidad está dentro de ti, ¡descúbrela!

 

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