Casi anteayer muchos descubrimos en Granada cuáles eran las áreas de competencia de Luis Salvador.

Se nos hacía raro verlo en las fotos municipales tan silente y meditabundo mientras el resto de ediles gestionan cada cual sus áreas respectivas, visitan barrios o se reúnen con la ciudadanía. Salvador no tiene tiempo para menesteres tan prosaicos porque lo suyo es otra cosa: encargarse de interpretar los largos atardeceres granadinos, constatar el momento preciso en que el sol traspasa la tarde siguiendo la mística de los cofrades del Avellano.

Imagino que se ocupará también de hacer las pertinentes catas de agua en las fuentes de la Agrilla o la Salud, vigilar el curso del Darro -vayamos a que se nos desborde- y tratar de fijar la belleza de la inmensidad del paisaje en su retina como fórmula magistral para que, cuando llegue el momento de presentar nuestra candidatura a la Capitalidad Cultural, allá por 2025, poder entusiasmar con su retórica a quien proceda. Evidentemente, no necesitamos más. Además, tengo la impresión de que el señor Salvador, experto superviviente, confía en perpetuarse en la res publica por méritos propios (o ajenos, tanto da) hasta que alcance la jubilosa jubilación. De ahí que no tengamos que hacer nada concreto para ganar en 2031, sólo esperar y besar el santo.

Se comprende, ahora, que desde hace años no haya convocado a la pertinente comisión. Porque si hay que reunirse, se reúne uno, pero hacerlo para nada pudiendo ahorrar tiempo en tales nimiedades, ya lo decía el chiste, es tontería. Máxime cuando vamos tan notoriamente sobrados. No me explico yo para qué se esfuerza tanto la UGR o la conveniencia de que tome carrerilla esa comisión de infraestructuras que capitanea la Junta. Todo el mundo sabe que Granada es Granada, con eso basta. De ahí que dé lo mismo que don Luis no se dedique a buscar inversiones complementarias que potencien el tejido cultural a través del mecenazgo privado; tampoco es relevante que se ocupe de que trabajemos el diseño de una oferta museística estructurada ni de plantear proyectos a medio plazo que den esperanza de futuro al sector, que fortalezcan el emprendimiento de los creadores granadíes. Anunció que, con una página web y una televisión digital, por el momento podemos estar tranquilos. Yo no sé por qué algunos -y algunas- somos tan desconfiados, cómo nos atrevemos a cuestionar lo expuesto en el esperado encuentro con periodistas de un señor con un estudio morfopsicológico que acredita su talento y su talante. Sus cualidades, indiscutiblemente, avalan un discurso bien meditado, de alta profundidad en el análisis de nuestra realidad. Nadie debiera dudar de sus predicciones ni de su palabra. Máxime cuando ya hemos constatado en dos años como regidor de nuestros destinos su capacidad de liderazgo incuestionable, lo que deja como legado al porvenir, ese desapego al sillón de quien sabe que pierde dinero dedicándose a la política. De hecho, si dependiera de mí, mañana mismo le pagaba el sueldo completo hasta el 2025 -como mínimo- para garantizarme que se queda sacrificándose por todos nosotros. Y le daba, además, vacaciones hasta los comicios de mayo de 2023 como premio a tanta agudeza. Qué menos para un concejal que ha sido capaz de demostrar empíricamente con sólo una rueda de prensa las razones del desencanto abisal y ganivetiano que caracteriza a nuestra Granada.

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