Una de las dificultades que presenta la lucha frente al cambio climático es la diversidad de fuentes que lo originan.

Entre ellas puede citarse la industria, las centrales generadoras de electricidad, la agricultura intensiva, la ganadería, el transporte…y las ciudades. El crecimiento urbano se está produciendo de forma exponencial, de tal manera que un 66% de la población mundial vivirá en ellas para el año 2050. Muchas serán auténticas megalópolis con poblaciones superiores a los 10 millones de habitantes. Ocupando el 2% del territorio están siendo responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero, consumiendo una proporción similar de energía global.

Existen diversas estrategias para aminorar el impacto climático que se produce desde los ámbitos urbanos y están relacionadas con diferentes áreas de actividad, tal como se comenta a continuación.

Vivienda. Es imprescindible mejorar su eficiencia energética, tanto de su continente como de los diferentes electrodomésticos y aparatos con los que se amueblan. Para los primeros son importantes los Certificados de Eficiencia Energética y otras prácticas previstas en el Código Técnico de la Edificación, como un aislamiento eficaz. Los sistemas de climatización e iluminación deben estar regulados, y la progresiva implantación de energías renovables es una tarea pendiente para facilitar el autoconsumo, formando parte, si procede, de comunidades energéticas. Mientras, las compañías eléctricas suministradoras de energía verde constituyen una necesaria alternativa para el consumo familiar y comercial.

Transporte. Se tienen puestas muchas expectativas en el vehículo eléctrico, mas si no se cambia el sistema de movilidad, las personas seguirán relegadas en beneficio del coche. Más bien debería planificarse un modelo de movilidad con zonas de bajas emisiones, promoción del transporte público –preferiblemente electrificado- mejorando la intermodalidad, apoyando los vehículos no motorizados, limitando la velocidad, ampliando la anchura de las aceras y otras tantas medidas (vehículos de empresa para acceder a los polígonos industriales, coches compartidos), que reducirán la contaminación atmosférica (y la emisión de gases de efecto invernadero) creando entornos saludables y convivenciales.

Urbanismo. Orientado hacia la ciudad de los 15 minutos, en donde en ese tiempo se pueda tener acceso a pie a todos los servicios fundamentales. El urbanismo compacto y las supermanzanas se orientan en el mismo sentido.

 

Alimentación. Es una importante área y su objetivo es que, en comedores públicos, escolares o municipales, se sirvan productos de cercanía y temporada, en lo posible ecológicos y con bajo consumo de carne.

Residuos. Promoviendo la recogida selectiva y devolviendo periódicamente información a la población para que sepa el destino de lo que colocó en los contenedores. Favoreciendo el compostaje de calidad para evitar el crecimiento de los vertederos y, en todo caso, canalizando y aprovechando el gas metano allí producido. Apoyando la reutilización como paso previo al reciclaje, estimulando la devolución de envases mediante incentivos económicos. Promoviendo las tiendas de reparaciones y los mercadillos de segunda mano.

Arbolado y zonas verdes, que mitiguen el efecto urbano de isla de calor. Un árbol adulto absorbe 150 kilogramos de CO2 por año, entre otros muchos beneficios. Debe respetarse la ratio de 5 metros cuadrados de zona verde por habitante, eligiendo adecuadamente las especies y con diseños que favorezcan la promoción de vida, aun a pequeña escala –invertebrados, anfibios, reptiles, aves- que nos reconecten con la naturaleza olvidada. Otros elementos naturales, como los ríos, deben renaturalizarse, evitando convertirlos en canales, favoreciendo la presencia de biodiversidad.

Educación. Siempre imprescindible para que los ciudadanos incorporen buenos hábitos dentro y fuera de la vivienda, practiquen el ahorro y la eficiencia, reduzcan el uso del coche, eviten la peregrinación a los centros comerciales, introduzcan cambios en la dieta y favorezcan la conservación de los recursos. Desde los centros docentes deben promoverse valores ambientales y acceder a la certificación de Eco-escuela, pero también los valores deben llegar a través de campañas en los medios de comunicación que sensibilicen y formen a los adultos.

El papel de los Ayuntamientos es fundamental en la mitigación y adaptación, pues los daños climáticos golpearán más en los barrios pobres y zonas vulnerables, que deberán gozar, por ello, de una especial protección. Asimismo, debe patrocinar rutas botánicas y campañas formativas para que niños y jóvenes conozcan mejor sus espacios naturales y aprendan a respetarlos, estimulando su responsabilidad. No obstante, la sociedad civil, a través de sus organizaciones –como los Sindicatos o las Asociaciones de Vecinos- está llamada también a implicarse en la defensa de una ciudad saludable, convivencial y limpia, propósito al que todos los que en ella residimos debemos contribuir.

Las ciudades ante la emergencia climática

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