Si te gusta el deporte no puedes prescindir de seguir alguna edición de la clásica ciclista conocida como “el infierno del Norte” que ha disputado su 119ª competencia este domingo 17 de abril.

En esta ocasión el ganador de la prueba, el holandés Van Baarle, ha batido el record de la prueba rodando a más de 45.8 km/h en los algo más de 257 kms de recorrido.

Cualquier aficionado a la bicicleta puede hacerse una idea de lo que es desplazarse a 45 km/h, velocidad que sólo se coge si marchas con fuerte viento de cola o circulas cuesta abajo, pues bien, imaginad mantener este ritmo durante más de cinco horas con más de cincuenta kms de pavé de diferentes dificultades, continuos cambios de orientación, calzadas estrechas y un sinfín de ataques y contrataques con los parones que ello conlleva.

La prueba mantuvo la emoción desde los primeros kms con un pelotón de ciclistas dispuestos a dejarse la piel sobre el asfalto, con dos equipos apostando fuerte por su táctica, Ineos y QuickStep, provocando abanicos que fragmentaron el grupo inicial y castigó a algunos de los favoritos. Ataques y más ataques, una sorpresa en cada tramo adoquinado, pinchazos, averías, caídas, y a partir de determinado momento cada cual luchando en solitario por mantenerse en la lucha por la victoria.

Contrariamente a lo que sucedió el pasado año, la sequedad del terreno favoreció el ritmo endemoniado al que se lanzó la prueba, no se especuló nada y se marchó a “full” en todo momento.  

 

Tal es la idiosincrasia de esta prueba que suele ser fuente de auténticas innovaciones tecnológicas, en su día la apuesta fue conseguir una rueda que no pinchara o mejor dicho que a pesar de pinchar no exigiera poner pie en tierra al ciclista regenerando el tubular, de hecho han sido varias las ocasiones en que no ha ganado el corredor más fuerte sino el que ha evitado interrupciones. Si en la pasada Milán-San Remo el ganador Mohoric sorprendió con una tija telescópica, ahora le ha llegado la hora a la presión de los neumáticos a través de un sistema de gestión que se controla desde el manillar y que está integrado en el eje de la propia rueda. Esta innovación tecnológica que permite al ciclista elegir el inflado de la rueda en función del terreno por el que transita está disponible en el mercado por ser un requisito que exige la UCI para dar validez al mismo, a razón de 3.300 € la unidad.

Tradicionalmente han sido los belgas los más laureados de la prueba, feudo al que los españoles apenas han asomado y sólo el hispano-argentino Juan Antonio Flecha que ha logrado hacer pódium en tres ocasiones (2005, 2007 y 2010) y el catalán Miquel Poblet con dos (1958, 1960), se han hecho la foto en el cajón del velódromo.   

En definitiva, todos estos elementos hacen de la Roubaix un espectáculo imperdible y una auténtica gozada para los buenos aficionados, show que te puede incluso hacer prescindir de una merecida siesta tras la ruta dominical.      

            

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