Trump, este dios que ilumina, dio las últimas directrices sobre cómo atajar violencia y asesinatos en los colegios, en sus colegios: dotar a los maestros de armas, unos buenos fusiles de asalto, pistolas, puñales sierra. Junto a las puertas de las escuelas, ametralladoras y bombas lapa.
 
A los maestros también hay que encargarles la responsabilidad de la educación total de los niños, pero sin atentar contra principios religiosos, éticos, creencias, dogmas y pensamientos de la individualidad paternal, porque los hay abogados que aguardan con su pin parental para meterles mano en cuanto se descuiden. Por supuesto, los maestros deben ser psicólogos excepcionales, para conseguir el bienestar mental del alumnado, sin que se sienta molesto por alguna palabra, mirada o gesto que puedan perturbar su equilibrio.
 
También deben encargarse de que los infantes no beban, respeten todas las normas sociales, las existentes y aquellas que interesen a los padres desde su presunto fuero familiar. Han de cuidar de las criaturas en su salud, y si hay que administrar medicación, han de hacerlo con sabiduría y presteza, pues si después ocurre algo serán llevados ante los tribunales por usurpación, malas prácticas o aquello que sirva para darles una buena patada y una buena multa. Y que vigilen el armario de las armas, vayamos a que algún chiquillo se pueda hacer daño mientras cumplimentan toda la documentación que sus jefes les mandan para justificar la existencia de los mandamases.
 
Semidioses en una sociedad que los ignora, salvo para ponerlos a caer de una burra en los guasap de los grupos clase. Nuevos ‘Rambos’.
 
Juan de Dios Villanueva Roa
FOTO: LA VERDAD
 
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