España rompe con su pasado
Los españoles vamos a dar la bienvenida a 2016 sin saber qué gobierno nos espera: si Mariano Rajoy conseguirá repetir mandato, o si será una coalición de izquierdas liderada por el PSOE, o si tendremos que volver a las urnas el próximo mes de mayo. Son nada menos que tres escenarios, todos ellos sumamente complejos de construir, los que se abren después de un 20-D en el que la única certeza es que este país ha roto con su pasado.
«Será necesario hablar mucho, dialogar más y llegar a acuerdos», dijo Rajoy asomado al balcón de Génova. El puñetazo se lo han dado esta vez los tres millones de electores que le han dado la espalda al PP. Pero no hay que minimizar su triunfo: a pesar de los escándalos de corrupción y de los recortes de la crisis, sigue siendo la fuerza más votada, y si bien sus 123 escaños son insuficientes para gobernar, resultan una fortaleza casi inexpugnable para quienes aspiren a tejer un gobierno alternativo. Además, se ha asegurado la mayoría absoluta en el Senado, otro hándicap no menor para sus rivales. Cuenta con la abstención de los 40 diputados con los que Ciudadanos se estrena en el Congreso, pero necesitaría también la abstención del PSOE para formar gobierno. Su voluntad, pues, de lograr un ‘gobierno estable’ parece difícilmente alcanzable. La mayoría absoluta y sorda de la que ha disfrutado en estos cuatro años hace que sea muy difícil reconstruir puentes con otras fuerzas. Difícil, sí, pero no imposible. Los seis diputados del PNV se han convertido ya en un inesperado objeto de deseo, y no sólo por los conservadores.
Con 69 diputados, Podemos entra en el Parlamento con la fuerza de un ciclón. Es cierto que no ha conseguido su sueño de adelantar al PSOE -ni siquiera en votos-, pero la gesta de Pablo Iglesias y la formación morada va a estudiarse en los manuales de política de todo el continente. En coalición se han aupado como sorprendente primera fuerza en Cataluña y segunda en País Vasco, Madrid, Valencia, Navarra, Baleares y Galicia. En sus manos está un posible gobierno de izquierdas, si Rajoy fracasa en su empeño. Por eso resultó curioso escuchar a Iglesias la misma noche electoral anunciar que los cambios constitucionales que propone la formación morada eran ‘irrenunciables’. ¿Líneas rojas para empezar a hablar? ¿Ya? Como gesto hacia Cataluña es comprensible, pero los resultados del PP hacen aritméticamente imposible cualquier cambio constitucional que no cuente con su apoyo.
Para el socialismo, los 90 escaños que ha conseguido este 20D suponen una decepción mayúscula, suavizada por el hecho de que las expectativas, durante la campaña, fueron aún peores. El PSOE pierde un millón y medio de votantes, queda relegado a cuarta fuerza en Madrid y tercera en Cataluña, pero gana de nuevo en Andalucía y, paradojas del nuevo parlamento, Pedro Sánchez podría ser presidente del gobierno casi por carambola. Eso le salva -de momento- de los enemigos internos, pero le coloca entre la espada y la pared. Hay un PSOE dispuesto a formar un frente de izquierdas a cualquier precio, y otro PSOE alérgico a Podemos que aceptará como mal menor permitir un nuevo gobierno popular. Además, arreciarán las presiones -sobre todo externas- para rizar el rizo y apuntar a una gran coalición con el PP, al estilo alemán, invocando la inestabilidad que tanto pánico despierta en los mercados financieros.
Hablando del IBEX-35: Albert Rivera se pasó toda la campaña desmintiendo que Ciudadanos fuera un producto prefabricado por los poderes económicos, asustados ante la emergencia de Podemos. Fueron perdiendo fuelle en campaña, y ahora son víctimas de las expectativas que despertaron en los sondeos. Sus 40 diputados saben fracaso, pero ser la cuarta fuerza en este impredecible y nuevo escenario político no es cualquier cosa.
Todos los escenarios necesitarán tiempo para cuajar, así que los focos vuelven ahora a apuntar hacia Cataluña. En los próximos días tendrá que resolverse la situación de ingobernabilidad: o bien la CUP cede y permite la investidura de Mas, o se convocan nuevas elecciones. El triunfo de EnComú / Podem (12 diputados) y de ERC (9), junto al batacazo de Convergencia, que pierde la mitad de los escaños y queda relegada a cuarta fuerza, hace que la operación «Salvar al Soldado Mas» sea perentoria.
Pero nada está escrito. Se busca presidente. En España. Y en Cataluña. Bienvenidos a las emociones fuertes; bienvenidos a una nueva era política.
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