La directora granadina Rocío Mesa se encuentra con los protagonistas de su película, vecinos de la Vega que, de golpe, se han convertido en intérpretes. «Es un sueño maravilloso»

Las risas se escapan por las grietas del secadero, deslizándose entre los maderos que un día sostuvieron a cientos de hogares de Granada. «¡Qué alegría volver!», dice un niño dentro, divertido. Hace exactamente un año terminaron de rodar aquí mismo, en Romilla, pedanía de Chauchina, una película. Su primera y única película. «¡Rocío dame un beso!», exclama una alegre y orgullosa abuela cuando ve a Rocío Mesa, la cineasta granadina que les ha convertido a todos ellos, vecinos y vecinas de la Vega, en una inesperada familia y en auténticos intérpretes de cine. Una familia que pasará de la obra, del campo, del camión repartidor y del colegio a la alfombra roja del 70 Festival de Cine Internacional de San Sebastián.

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«El domingo estrenamos ‘Secaderos’ y no podía ser más bonito todo», suspira Mesa, rodeada de casi todos los protagonistas de la película. «San Sebastián es un festival internacional de clase A, pero como se celebra en España favorece que todo el equipo pueda asistir. ¡Vamos todos!», explica la directora y guionista de un film que bebe del realismo mágico para contar el amor a la tierra y el vínculo indestructible con el pueblo de tu infancia.

Con un presupuesto de un millón de euros, la cinta se rodó en el verano de 2021 en 27 localizaciones distintas, pasando por Vegas del Genil, Las Gabias, Ambroz, Valderrubio, Fuente Vaqueros, El Jau, La Paz, Chauchina, Churriana y Purchil. «Es un homenaje a Granada, a esos escenarios rurales y a quienes los habitan», dice Mesa.

Rocío Mesa, la directora. / PEPE MARÍN

‘Secaderos’ cuenta con un elenco coral, con 15 actores principales, 30 de reparto y más de 100 figurantes. «Revolucionamos la Vega –ríe Mesa–. Nos acogieron de maravilla. En Granada se dice que hay malafollá y lo que hay es mucho primor». Detrás de las cámaras, el equipo llegó a sobrepasar las sesenta personas. «Hay una criatura fantástica, obra de Montse Ribé y David Martí (ganadores del Oscar por ‘El laberinto del Fauno’), y cuando venía necesitábamos refuerzos», recuerda la directora. El film, que participa en la sección ‘New Directors’ del festival de San Sebastián, está producida por Olmo Figueredo (‘La trinchera infinita’), Sara Gómez (‘El universo de Óliver’) y Paola Sainz de Baranda (‘Antes de la quema’).

En el interior del secadero hay ocho personas que van de los 5 a los 77 años. Todos son vecinos de la Vega y, en algún momento de sus vidas –las reales– han tenido relación con el cultivo del tabaco. Sus personajes se llaman igual que ellos porque, «aunque sea ficción, hemos buscado historias muy cercanas, muy reales», apunta Mesa. «Venid, que os presento».

 

Padres y abuelos

Eduardo y Jenny, padres en la ficción de Valeria y Ada Mar. / PEPE MARÍN

Jenny Ibáñez (Vegas del Genil, 44 años) no se presentó al cásting, pero su hijo sí. «Pasó la primera fase y le llevé a la siguiente. Me vieron allí y me pidieron que interactuara con él. Lo hice y me pidieron que volviera». Jenny ha dedicado su vida al cultivo del tabaco, desde niña. Eso, sumado a un natural desparpajo delante de la cámara, hizo que le propusieran uno de los papeles más importantes de la cinta: la madre de Nieves, la adolescente protagonista. «Me hace mucha ilusión la película porque la cultura del tabaco se está perdiendo –dice Jenny–. No hay palabras para describir la experiencia. Quitando a mis dos hijos, es la mejor experiencia que he tenido en mi vida».

«¡Ole!», aplaude Eduardo Santana (Cúllar Vega, 46 años), repartidor de dispensadores de agua en Granada y marido en la ficción de Jenny. «Somos los dueños de este secadero –abre los brazos y mira al techo– y padres de la adolescente… Digamos que soy un hombre que está en apuros», explica. Eduardo llegó al rodaje gracias a una prima que le contó lo del cásting y le dijo «primo, que eres tú».

«Quitando a mis dos hijos, es la mejor experiencia que he tenido en mi vida»

Jenny IBáñez

«Yo estoy aquí por una borrachera, básicamente –ríe a carcajadas–. Como había que mandar un vídeo, me acordé de la que pillé en unas fiestas de Santa Fe, hace años. Tenía una novia que cultivaba tabaco y yo le echaba una mano. Aquella noche me vine de Santa Fe andando a Churriana y, cuando me quise subir al secadero, me temblaba todo. ¡Bajadme de aquí! –ríe otra vez–. Así que pedí en el vídeo que envíe que, por favor, me ayudaran a sacarme la espinita, que me dieran el papel para volver a subir al secadero… ¡Y ya te digo si me subí!».

Cristina y Pepe, matrimonio y abuelos en la ficción… y en la realidad. / PEPE MARÍN

Cristina Eugenia Molina y Pepe Sáez (Ogíjares, 73 y 77 años) hacen de abuelos de Vera, la niña de Madrid que viene a pasar el verano a Granada. «Y lo hacemos muy bien porque estamos casados de verdad y somos abuelos de verdad», dicen sonrientes. «Mis hijos saben que me gusta el teatro y me avisaron del cásting, así que mandé un pequeño vídeo», explica ella. «Contaste tu vida entera», apunta él, con guasa.

«Me llamaron y fui a la prueba –sigue Cristina–. Me preguntaron con quién había venido y les dije que con él. Le pidieron que subiera para hacer la escena conmigo y, al final, nos cogieron a los dos». «¡Yo estoy de rebote!», bromea él. «Anda, con lo que te ha gustado», replica ella. «Pues es verdad… Una noche, en mita de una escena, hubo un terremoto y Cristina se puso a gritar y salimos todos disparados. Desde ese momento sé que esta película va a ser un terremoto», ríen los dos. «Es una película preciosa, sobre Granada y con acento de Granada. ¿Cómo íbamos a soñar que estaríamos en el cine?», termina ella.

«Es una película preciosa, sobre Granada y con acento de Granada. ¿Cómo íbamos a soñar que estaríamos en el cine?»

Cristina eugenia molina

Cristina sabe lo que es cambiar de papel. Tras pasar «una vida entera» como responsable de una papelería en su pueblo, decidió estudiar Auxiliar de Enfermería y, en un par de meses, se sacó la oposición. «He pasado los últimos 15 años trabajando en Geriatría», dice. Pepe, ‘El Maritoñis’ (nota: cuando se enteraron de su apodo, la empresa granadina mandó una enorme caja al rodaje), es albañil jubilado. «Restauraba casas en el Albaicín, las ponía preciosas. Ver una casa que estaba en ruinas como nueva era una cosa muy grande».

 

Hijos y nietos

Pedro Camacho. / PEPE MARÍN

«Yo me iba a jubilar ya, pero al final no», afirma con un desparpajo arrollador Pedro Camacho Rodríguez (Churriana de la Vega, 9 años). «Yo trabajo en hacer deberes, porque otra cosa no me sale», añade, provocando una contagiosa carcajada entre los compañeros del secadero. Pedro estudia en el Colegio San Miguel de Armilla y allí le contaron lo del cásting para la película. «Hago de niño bueno. Soy el mejor amigo de Vera, la protagonista madrileña. El rodaje ha sido increíble porque he conocido muchos sitios y muchas personas que ahora llevaré siempre conmigo», dice con una seguridad asombrosa. ¿Un futuro en el cine? «Sí, me gustaría, si no me da otra vez la ciática –ríen–. Estaría bien hacer una de miedo, tiene que ser divertido».

La más pequeña del rodaje fue Valeria Ruiz Melgar (Churriana de la Vega, 5 años), que interpreta a la hermana pequeña de Nieves, la protagonista. «Hacer una película… ¡tenía sueño y hacía mucho calor!», cuenta. Rocío Mesa se acerca a ella y le pasa los brazos por encima: «Resulta que su madre y yo fuimos al cole juntas y éramos mejores amigas cuando teníamos su edad. Es muy bonito tenerla aquí». Valeria, entonces, se escabulle por el secadero hasta chocar con las piernas de Ada Mar, la que hasta hace un año era una desconocida y hoy es, de una manera mágica, su hermana mayor.

«El rodaje ha sido increíble porque he conocido muchos sitios y muchas personas que ahora llevaré siempre conmigo»

Pedro Camacho

«Ada Mar interpreta a Nieves, la protagonista, la adolescente que vive en la Vega. Y sí, es la única de toda la película que no se llama como su personaje», indica Mesa. Ada Mar Lupiáñez Huertas (Chauchina, 20 años) tenía 17 cuando su profesora de artes escénicas, en el IES Severo Ochoa de la Chana, le dijo que tenía que presentare al cásting. Ella, ilusionada, se grabó en casa y mandó… «¡el peor vídeo de todos, era horroroso!», grita Mesa. «Pero vino a las pruebas y nos dejó con las lágrimas saltadas. Es ella, dijimos. La protagonista. No hubo duda, era imbatible».

Ada Mar Lupiáñez, protagonista. / PEPE MARÍN

«¡No sabía eso!», responde Ada, muy sonriente. Aquel vídeo lo mandó en la parte más dura de la pandemia y, desde entonces, su vida es otra. Salió del instituto para estudia Arte Dramático en la escuela Remiendo Teatro, donde ya cursa tercero. «Me preguntan mucho los compañeros de clase, tienen tantas ganas como yo de ver la película», dice Lupiáñez, que siempre podrá presumir de haber estrenado su primer papel protagonista en San Sebastián.

Ella, junto con Vera Centenera, la niña de Madrid, son el motor de la película. Ambas encarnan sentimientos opuestos pero no distantes: una adolescencia que sueña con la gran ciudad y, por contra, una infancia que se fascina con la libertad y la magia de lo rural. Ada Mar hace un trabajo formidable y bello. Una maravilla tan emocionante, tan sincera, tan hechizante que ‘Secaderos’ será, inevitablemente, el principio de un nuevo guion sin fronteras. Qué talento.

Al salir del secadero, los protagonistas se ponen al día y charlan animadamente de lo que está por venir. Todos se reunirán allí, en San Sebastián, hoy mismo, para contarles al mundo que han hecho una película. «Un homenaje de Granada de pe a pa, con voces de verdad, con acentos de la tierra. ¿Sabes? De niña, para mí, estas casas gigantes eran guaridas de monstruos que cuidaban de la tierra. Así surgió ‘Secaderos’», termina Mesa.

 

Una criatura fantástica diseñada por dos ganadores del Oscar

Uno de los grandes secretos de ‘Secaderos’ era Nico, una criatura fantástica diseñada por Montse Ribé y David Martí, fundadores de la empresa DDT Efectos Especiales y ganadores de un Oscar por ‘El laberinto del fauno’. «Una criatura así, tan espectacular, costaría tres veces el presupuesto de esta película –explica la directora, Rocío Mesa–. Pero Montse y David se enamoraron del proyecto, les gustó el guion y sobre todo la criatura porque era una oportunidad de crear un ser mágico. Decidieron entrar como productores asociados, de manera que pudimos permitirnos colaborar. Es una de las cosas más bonitas que ha pasado en este proyecto». El poster oficial, por otro lado, corre a cargo de la premiada ilustradora sevillana María Medem.

JOSÉ E. CABRERO

foto: Rocío Mesa, directora, / PEPE MARÍN

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