En Italia ganó la ultraderecha y no una coalición de centroderecha

En las elecciones venció una mujer, Giorgia Meloni, que ha demostrado defender las políticas más ultras en cuanto a inmigración, igualdad o nacionalismo.

El uso de las palabras nunca es inocente. ¿Ultraderecha o centroderecha?

Las palabras son importantes. El uso que hacemos de ellas no es inocente, depende de las que escojamos, el mensaje que mandamos es uno u otro. Decir que en Italia el domingo ganó la coalición de centroderecha no es lo mismo que decir que ganó la ultraderecha. Porque esto fue lo que pasó. Ganó Giorgia Meloni, una mujer que es heredera, como decíamos ayer, de los ideales del post fascismo y que, salvo por su giro de última hora, con una imagen de moderación que el tiempo dirá si es solo estratégica, ha demostrado que defiende las políticas más ultras, en cuanto a inmigración, igualdad, o nacionalismo.

Decir que ganó una coalición de centroderecha da por hecho que entre los tres partidos, los que representan Salvini, Berlusconi y la propia Meloni, hay alguno que defiende posiciones centristas, o incluso que hay alguno que defiende posiciones de esa derecha tradicional que parece que en Italia, como ya pasó en Francia, tiende a desaparecer. Lo mismo que decir que ganó la derecha dura. Meloni representa a la ultraderecha y por mucho que en su discurso de la noche del domingo insistiera que va a gobernar para todos los italianos, sabemos que la ultraderecha, en Italia o en donde sea, imagina un país donde no caben los que no piensan como ellos, los que son diferentes.

De momento, la Unión Europea espera sus movimientos, espera la magnitud del temblor que supone que la tercera economía de la zona la gestione una ultra, poniendo en peligro un equilibrio entre 27 que nunca es fácil. Los temores de Bruselas no responden a la victoria de una coalición de centroderecha, responden a la victoria de una ultra, y esa es la diferencia en el uso de unas u otras palabras.

Pasó lo mismo la semana pasada con el episodio de las declaraciones de la ministra Irene Montero, en el Congreso, sobre la educación sexual de los menores. En ese caso no se trataba de unas declaraciones polémicas, está la palabra que utilizó la mayoría para explicarlo, se trataba de unas declaraciones, manipuladas, esta es la palabra correcta. Manipuladas, por cierto, por la ultraderecha. Ya ven que la elección de las palabras nunca es inocente.

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