En los tiempos que nos envuelven se hacen más precisas que nunca la filosofía y la lengua.

Estamos invadidos por lo artificial, por lo hecho por nosotros mismos para nosotros mismos, pero, ¿dónde quedamos nosotros? Adlátere, al servicio de los intereses de quienes están en el pico de la red, porque toda red tiene un pico desde el que se controla.

Cuando miro la realidad de hoy, año 2023, y la comparo con la de hace unos años es fácil percatarse de espacios humanos perdidos, arrebatados por lo artificial. A cambio se enmascaran estas pérdidas con beneficios que nos acomodan a la nueva realidad, en los órdenes más cortoplacistas de la vida. Nos venden sus beneficios que llegan en un aparato conectado.

Yo llevaba mis artículos al periódico en un disquete, y antes en un folio. Era una lata ir hasta allí cada semana. Ahora un simple clic me ahorra todo ese tiempo y combustible. Pero he perdido el contacto humano. Conocía a quien me abría la puerta, a quien me atendía en su despacho, a los redactores, veía cómo iban las noticias del día in situ, a veces tomaba un café con Esteban, saludaba a Melchor, charlaba con Mari Carmen, J salía de su entorno, Juan me mostraba alguna foto y, a veces, pasaba a los talleres y siempre me asombraba de cómo se hacía un periódico.

Ahora esto es un clic. Ojo, solo añoro algunas cosas ya perdidas y que sé nunca volverán. La vida es más cómoda, sí, pero algo nos estamos dejando por el camino, queridos Reyes Magos, necesitamos filosofía para encajarlo, lengua para expresarlo y tiempo para no quedarnos atrás. Ahí está el peligro.

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