La sesión #53 de Bizarrap con Shakira nos ha explotado en la cara, y queramos o no, llevamos hablando del tema varios días.

En el trabajo, entre amigos, entre amigas, en los chats familiares, en las redes sociales… Justo en este momento en el que hablar de algunos temas dentro del feminismo es más complicado que atravesar un campo minado, me parece positivo que estemos utilizando un producto de la cultura pop como este para plantear debates sobre los límites de la sororidad, las exigencias después de vivir una infidelidad o el papel que debería tener una “buena madre” por encima de sus propios deseos y sentimientos.

No creo que la canción sea un himno feminista, pero, ¿acaso importa?, por mal camino vamos si pensamos que todo lo que hace o dice cualquier mujer es feminista. Shakira no creo que lo sea y verlo desde ese punto nos nubla la vista. Pese a todo, esta canción es valiosa más allá del morbo y del chisme porque habla de algo tan humano como es el enojo y el dolor cuando alguien te hace daño.

Por muchas de las reacciones que ha provocado, parece que una parte de la sociedad ve mal que una mujer hable de su vida privada así, perdiendo la compostura. ¿Por qué incomoda y levanta tantas ampollas? ¿Será porque a las mujeres se nos ha negado tener este tipo de reacciones en público? ¿Acaso no podemos estar enojadas? “Los trapos sucios se lavan en casa” y “Calladita estás más bonita”, nos dicen desde que somos pequeñas. Exigiendo que estas cuestiones queden en el ámbito de lo privado.

“Nunca pensó en sus hijos”, “criticar a otra mujer no es sororo”… La sororidad no es una especie de religión que haya que practicar sin cuestionarnos hasta donde llega, hermanas. Lo de poner la otra mejilla, mejor se lo dejamos al catolicismo. Todas estamos juntas en este barco peleando por nuestros derechos, es cierto, pero dogmatizar ciertas frases también nos deshumaniza.

Por otro lado, hay toneladas de canciones de salsa, reguetón, bachata, pop, rock… cantadas por hombres con un mensaje similar a la canción de Shakira, y sin embargo, nunca nadie salió a criticarlas por ser poco fraternas. No solo la opinión pública aplica una vara de medir diferente con las mujeres, la industria musical también lo hace.

Shakira, con toda su fortuna y su vida privilegiada, por un lado, ha hecho lo que haría cualquier cantante. Y por otro, ha conseguido conectar con muchas personas que desearían hacer lo que hizo ella: ejercer su derecho al enojo, gritarlo a los cuatro vientos y ser escuchada. Lo que transmite con sus rimas más o menos torpes es algo universal. Si eres una superestrella de la música, además de estar enojada también puedes ganar mucho dinero con tu dolor (la canción lleva más de 100 millones de visualizaciones en solo tres días). A ver si monetizar la rabia y el cabreo va a ser algo que solo les está permitido a los señores.Cada una hace lo que puede y lo que quiere con su rabia y su dolor.

Por Almudena Barragán

FOTO: Shakira en el videoclip de su última canción. / Youtube

EL PAIS

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