Hubo quien pensó que la marcha de Macarena Olona de Vox iba a suponer que nos quedábamos sin diversión semanal, sin las ocurrencias de salida de pata de banco de la extrema derecha, pero se equivocaron, como la paloma albertiana.

Ahora que Olona transita confusa por las redes sin saber si sube o baja, si es de izquierdas, de derechas o qué se yo, han llegado los recambios, estas nuevas generaciones de saltabalates (dicho en granaíno) que, si se les aplica aquello de la comparación, convierten a la alicantina en una Demóstenes posmoderna. Más si se mira lo que dice ahora que está repensando lo que fue y lo que es, después de haber visto la luz en el camino de Santiago. Porque lo de Macarena no tendría coherencia como interpretación realista planteada por una mujer del siglo XXI; pero por lo menos la sintaxis, que es la geografía física de la lengua, tenía lógica y propiciaba un mensaje interpretable, un discurso que poner de vuelta y media un día sí y otro también, con sus hooligans esperando para aplicarnos luego la venganza tuitera. Es decir, nihil novum sub sole. Pero después llegaron ellos, esos muchachos bárbaros que han hecho de la palabra una forma de agredir al mundo (racional) haciendo el mayor de los ridículos.

Y si no, que se lo pregunten a Fernández-Mañueco, que lleva una semana intentando justificar que no dijo lo que sí afirmó este chiquito guapín que es Juan García-Gallado, su vicepresidente, aprendiz de forúnculo y la más acabada explicación que se le puede dar al título del poemario albertiano dedicado a los cómicos del primer cine: yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.

Un siglo, casi, media entre esta obra del visionario poeta portuense y la realidad tangible y peripatética que es García-Gallardo con sus declaraciones rimbombantes sobre esa normativa inexistente que quiso vendernos sobre el aborto en su comunidad. Y uso el vocablo peripatético en el sentido etimológico del término, referido a los aprendices de filósofo aristotélico dedicados al noble arte del paseo mientras meditaban y hablaban sobre el universo fundándose en que primero había que adquirir experiencias y luego sacar conclusiones. Pero como estos chicos piensan que la sabiduría se basa en la cantidad de gomina que se han echado esa mañana, se ponen filosóficos a pesar de ser claramente incapaces de simultanear los actos de caminar y reflexionar. O, adaptado al momento presente de coche oficial: que no poseen la habilidad de pensar y mascar chicle a la vez. Por eso muchos se han centrado en lo del chicle, porque pensar antes de hablar cuesta más esfuerzo y tampoco vamos a exprimir las meninges por un sueldecillo de 81.000 euros brutos, que es como cobran estos señores tan repeinados. A lo bruto.

Tal vez Fernández-Mañueco se salve de ésta batalla, pero la guerra sólo acaba de empezar para el presidente castellano-leonés, que, en un apresuramiento innecesario, cambió a los moderados Ciudadanos por unos personajes esperpénticos -éstos- que, dignos herederos de ‘La escopeta nacional’, no sólo tienen problemas para aplicar el sentido democrático sino también el sentido común. Ay, qué fuente de inspiración tan sublime hubieran sido para la novela inacabada de Musil, ‘El hombre sin atributos’. Y ellos, tan monos y dispuestos siempre, hubieran estado felices ejerciendo de protagonistas…

FOTO: EL ESPAÑOL

 

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